Suele decirse que nadie lee mejor un libro que quien tiene que traducirlo. Yo añadiría a aquellos que tienen que editarlo, anotarlo. Por razones de trabajo, muy placentero, por cierto, he leído y releído, anotado y subrayado en los últimos meses, la novela de José María Merino, El heredero. Guardaba la primera edición de Alfaguara, pero como no la tenía a mano y estaba lejos de mi casa, me mandaron la edición de bolsillo. Bueno, pues, hay que felicitar a los editores de Punto de lectura, de Santillana, porque el libro, después del ajetreo al que lo he sometido sigue intacto, perfectamente encuadernado. Y contra mi costumbre, no puedo recordar aquí el nombre de los editores por la sencilla razón de que desconozco quiénes son, ya que ni siquera he recibido un solo libro enviado por ellos. Aun así, me gusta poder elogiar el trabajo bien hecho. ¿Cuál es vuestra experiencia, al respecto, con los libros de bolsillo?
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martes, 22 de septiembre de 2009
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19 comentarios:
Hay de todo, Fernando, pero desde que se ha generalizado el pegado y la impresión digital, los libros de bolsillo tienen una vida corta, casi tanto, si me apuras (suponiendo un uso frecuente), como los pequeños electrodomésticos, fabricados para durar un lustro o poco más (y así dar de comer a toda la cadena de producción y reparación). Ya no hablo de someterlos a la paliza de la fotocopiadora: dejar dentro, simplemente, un lápiz durante la noche, puede ser nefasto. Hay otro problema: si se quiere conservar el pegado no deben abrirse mucho, pero, si no se abren mucho, es difícil poder leer el texto que colinda con los márgenes internos. En fin, muy baratos, pero de usar y tirar.
Un abrazo.
Coincido con Antonio, hay de todo.
Yo también odio el pegado y más aún la impresión digital.
Quieren hacer del libro una bolsa de Carrefour.
Un abrazo.
Un ejemplo práctico: me he comprado esta misma manyana El país del miedo, de Isaac Rosa en Booket y 2666 en tapa dura. La primera no ha sobrevivido el viaje en autobús...Ya ni me atrevo a subrilos al avión. Por suerte, El viajero del Siglo ha aguantado sin problemas la travesía.
Un abrazo.
¿Habrá libros de bolsillo aún después de caer en desuso el vestido con bolsillo para libros? Me lo pregunto porque los vaqueros se hacen cada vez más estrechos (los "baggy", cuando estaban de moda, albergaban hasta libros con tapa dura), y a menudo busco en vano un lugar en la chaqueta donde meter mi agenda. Eso sí, los libros de bolsillo siempre quedarán los mejores amigos de los que quieren mudarse.
Os saludo a todos, claro, pero en especial, dada la novedad, a los miembros del clan de Tübinga, Mario y Matei, entre los que me gustaría poder incluirme. Aprovecho para haceros una pregunta: ¿qué diferencias observáis entre los libros de bolsillo españoles y los alemanes? Y no os preocupéis con que nadie se moleste porque seáis sinceros porque en este bajel pirata no le damos demasida cuerda a los patriotas.
La otra mañana, durante todo el café, una amiga y yo hablábamos sobre el hecho de que soy un gran amante de los libros (no solo de su lectura, sino de los libros como objeto), pero no soy bibliófilo. Me da lo mismo que sea la primera edición o que lleve 30 reimpresiones.
Creo que me he descubierto: soy fan entregado de los libros de bolsillo.
Por razones económicas evidentes: salgo feliz de una librería con 3 libros cuando el dinero me habría dado para uno de tapa dura.
Por razones de peso: tanto tumbado en un sofá como llevándolo, si no en un bolsillo, en mi pequeña mochila.
Por razones de espacio en mi librería.
No he tenido tantos problemas (sí algunos) como dicen mis compañeros de arriba con su "duración", a pesar de que si como solo, los "abro al revés" para que queden planos sobre la mesa mientras como. Además, subrayo profusamente. Quizá he tenido suerte.
Solo les veo en este un momento un problema, que solo se refiere a algunos: los editores que tienen un libro de tapa dura de 300 páginas y hacen uno de bolsillo de 300 páginas, disminuyendo tanto el tamaño de las letras que me resultan casi ilegibles.
Mi principal problema con los libros de bolsillo no es tanto con los acabados como con la maqueta. He visto auténticas aberraciones: encajar un fotolito de un libro en tapa dura en el tamaño de un bolsillo, con el texto saliendo de los márgenes; escanear un tapa dura y reducir proporcionalmente el texto hasta que resultara ilegible, etc. En realidad, se trata de reducir costes evitando volver a maquetar el libro en el nuevo formato. Afortunadamente, sí que se nota que, de un tiempo a esta parte, se está abandonando esta forma de hacer (de la que no se escapaban tampoco las editoriales más "literarias").
Respecto a los acabados creo que, comparado con otros países, no están tan mal, incluso el hecho de que la impresión digital, a la que hay que recurrir con tiradas pequeñas, no acepte papeles de menos de 80 g, les da cierta consistencia.
Para mí, el gran misterio sigue siendo por qué representan un volumen tan bajo de ventas del total.
El libro de bolsillo (lit. el que cabe guardado en el bolsillo de una gabardina) es muy antiguo, pero el libro barato, de seis peniques, es un invento inglés, como medida social (hacer posible que el pueblo lea a un precio razonable).
Pero si el pueblo no quiere leer, por muy barato que pongan los libros, nada que hacer. Es posible que eso explique que en España el libro de bolsillo tenga relativo éxito, o se confunda con el libro "normal".
La calidad del libro de bolsillo español es, actualmente, muy superior a la cuna de estos libros (Inglaterra), donde se emplea un pésimo papel y el libro no aguanta ni tres meses, casi de usar, leer y tirar.
Durante mis estudios creo que nunca compré un libro de tapa dura: es que en alemania hay excelentes libros de bolsillo, y editoriales prestigiosas como suhrkamp, reclam, fink o meiner que hacen ediciones de referencia en formato pequenho. Los clásicos amarillos de reclam son indestructibles, a pesar de su tamanho palmar y la delgadez de sus hojas; libros para releer y companheros de todo tipo de viaje. He descubierto las varias collecciones de suhrkamp con el tiempo: Primero la edición multicolor de autores modernos (casi todos autores alemanes, austríacos o suizos son autores "suhrkamp"), luego la "edition suhrkamp" con traducciones en tapa dura, pero en tamanho y precio de bolsillo, y finalmente, con el comienzo de los estudios, las sobrias tapas de un azul muy oscuro que luce la collección científica. Gracias a la uni se sumo a eso la collección estudiantil de fink, de tapas rojas lucientes plastificadas y muy resistentes (pedi a mis padres como regalo de navidad una introducción à la estética de la recepción, y recibí un ejemplar en cuya tapa se había muerto una mosca, plastificada ella también). Finalmente las ediciones verdes de meiner, todas de obras filosóficas, muchas como facsímil, a un precio razonable. Algunos libros de bolsillo de entonces son como amigos (o amigas) que vivían a mis lados, y con los cuales comparto muchos recuerdos.
Libros de bolsillo: alimento cultural de los que no tienen un susodicho demasiado grande.
Gracias a Guttemberg.
(Y que Dios castigue a los que nos entregan papel y pegamento disfrazados de otra cosa).
He dicho.
Y tal.
No suelo comprar libros de bolsillo, pero meteré en la lavadora todos los que tenga, y ya te contaré. Es broma. Después de leer tanto comentario ilustrado...
Un saludo
Tampoco soy especialmente bibliófilo.
Suelo comprar libros de bolsillo, y le he estado echando un vistazo a algunos que compré hace siete u ocho años, en Alianza, Debolsillo, Compactos de Anagrama y algún otro y están en un estado más que aceptable. Quizá los Maxi de Tusquets sean algo peores, aunque veo que algunos tienen mucho tomo -por ejemplo, las novelas de Almudena Grandes- y no veo que se despeguen.
Lo que me gusta de las ediciones de bolsillo alemanas, dtv, surkhamp, fisher, y sobre todo, de las francesas, especialmente Folio, es el catálogo tan amplísimo que tienen. Además, en el caso de Folio, los libros de bolsillo son muy, muy baratos, mucho más que en España, y puedes encontrar en sus colecciones casi todo, con lo que resulta fácil y asequible acceder a libros que aquí son difíciles de conseguir.
En la planta baja de la librería Rafael Alberti de Madrid, tiene Lola Larumbe, la dueña, toda la antigua colección de Alianza Bolsillo. No la vende, la conserva por gusto. A mí me encanta verla y reconocer las portadas (de Daniel Gil) de los libros que me han acompañado desde mis años de estudiante. Cuando la veo me arrepiento de no haber conservado yo también muchos de ellos.
Matei ha dicho, muy bien, casi todo lo que pienso sobre los libros de bolsillo alemanes. Anyadir quizá un comentario sobre el papel,del que aún no se ha hablado. En Alemania me parece de mejor calidad, muy adecuado a determinadas lecturas, aunque de entre los espanyoles prefiero el tacto de ciertos libros muy baratos, libros para pasar las páginas muy rápido.
Gracias a todos por vuestros ilustrados comentarios, que son el tipo de intervenciones que espero siempre y me gustan.
No puedo dejar de felicitar a Antonio Ruiz Bonilla porque, quizá sin quererlo, nos ha dado una definición perfecta del sujeto posmoderno, como aquel que cree que los libros hay que pasarlos por la lavadora, y tras la mutación que sufren con el centrifugado y secado, en la que pierden gran parte de lo impreso, se untan con nocilla. Y entonces es cuando están al dente para poder ser ¿leídos?
Antonio, no es ninguna broma.
Y además,... son tan cómodos.
Voy a tener que corregirte, Fernando, muy a mi pesar. Sujeto posmoderno, no, eso es ya es pasado, ahora lo que se lleva untado de Nocilla no es lo posmoderno sino lo pangeico. :)
Ya ves, Juan Carlos, que siempre ando por detrás de los últimos gritos, qué será de mí...
Pangeico o mutante. Me gusta lo de mutante. Un libro de papel, si es de calidad, no muta. Pasas una página y aparece otra. Pasas la otra y aparece otra más. Como mucho, con el paso del tiempo, el libro amarillea, se cuartea, exuda misteriosos olores. Vamos, que envejece. Sin embargo, yo poseo libros que mutan. Pasas una página y te quedas con la página en la mano como si fuera un descuento de Tele Pizza o una receta del médico. Una vez se me desparramó un libro entero transformándose en enorme confeti para gigantes. Aún es más, cuando lo recogí a toda prisa para no perder ni una página se dispuso en un orden tan aleatorio que en vez de tratarse de una novela, había mutado en un manual de fontanería. Al menos, ahora, sé reparar una cisterna. No hay mal que por bien no venga.
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