miércoles, 23 de septiembre de 2009

Pro acercanza, 17

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"Palomas"
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Olía a gas de una forma rotunda y la mañana había comenzado mal. La leche se había desparramada sobre sus viejas huellas en la cocina de gas y eso había ocurrido poco después de que la cuchilla de afeitar hubiera invadido los subterráneos de la piel, provocando una pequeña hemorragia que solucionó con un papel de fumar. El mango de la cazuela le abrasó la mano mientras lo depositaba sobre lo primero que alcanzó confusamente la vista. Cuando se dio cuenta de que aquello no tenía la estabilidad suficiente, ya la leche humeante corría sobre el mármol envejecido de la encimera. ¡A la mierda!
Cerró la llave de paso y buscó en el bote de las galletas. No encontró más que algunos restos humedecidos por la promesa del invierno. Contra su costumbre, cerró la puerta de golpe y bajó las escaleras sin preocuparse de si las rodillas dolían como dolían, o el pasamanos había sido adecentado debidamente, o el hambre iba a morder hoy más que cualquier otro día.
Hacía frío en la calle, y nacían ruidos familiares de cada poro de la ciudad, de los coches en sus prisas absurdas, de la charla imparable de aquellos jóvenes con los pantalones inexplicablemente naufragados bajo las nalgas, y de las cadenas que envolvían las sillas y las mesas de las terrazas durante la noche y circulaban ahora como serpientes sobre las aristas metálicas. Mientras las recogía sobre el antebrazo desnudo, el camarero seguía con la mirada la insultante oscilación de las caderas de una hembra alta y bien vestida, callado y acaso rencoroso.
Se sentó en un banco de madera, frente a las balconadas, después de recoger el periódico que un tipo con sombrero introdujo violentamente en una papelera. Las palomas paseaban indolentes ante los restos de comida que habían dejado ayer los críos y los turistas, próximas y lejanas, certificando que la soledad acecha más que nunca entre la muchedumbre.
Entonces sintió el aleteo y un fugaz dolor en la piel, a la altura del muslo. Cesó cuando el animal estabilizó su posición sobre una de sus rodillas, girando el cuello como suelen hacer, continua y nerviosamente. Las madres miraban la simpática estampa de aquella curiosa pareja de especies diferentes y los chavalillos señalaban en su dirección, con los ojos muy abiertos. Quizás fue la caricia del sol lo que afianzó aquella súbita sensación de acercanza que acababa de alegrarle el día. La paloma se volvió entonces a mirarlo, sólo un instante, y después dibujó un vuelo breve en el aire de otoño. La miró largo rato mientras se alejaba por la acera, con pasitos cómicos y desasosegados, hasta que su silueta se confundió entre las de sus compañeras.
Las letras negras de los titulares del periódico anunciaban otro desastre. Fue entonces cuando descubrió que aún no había perdido la sonrisa. Como si hubiese hecho un gran descubrimiento, decidió que la tarea de ese día consistiría simplemente en conservarla. Abandonando el periódico, extrajo del bolsillo de la chaqueta una bolsita medio llena de semillas de girasol. Y se comíó una de cada cuatro que entregaba a los seres alados de las aceras.
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* Joaquín Alonso nació en 1955 en O Barco de Valdeorras, una pequeña comunidad de la provincia de Orense, al lado del Sil, que vive del vino y la pizarra. De profesión administrativo, confiesa haber "caído tardíamente en el dulce pozo de las letras, quizás por una necesidad de comunicación a un nivel más profundo del que la vida diaria permite, no sé bien si con los demás o con ese que va conmigo y al que no acabo de conocer del todo". Todo cuanto he vertido a ese pozo -confiesa- está contenido en dos blogs, uno en castellano, De palabras y sombras (http://xocasfole.blogspot.com/), y otro en gallego, Cen mil derrotas (http://setesoles.wordpress.com/). Comparte espacio virtual con algunos otros autores en la Biblioteca Digital Siglo XXI, lugar donde han sido publicados algunos de mis textos bajo el pseudónimo de Xocas Fole. (http://sites.google.com/site/sigloxxiliteraturaypoesia/xocas-fole).
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5 comentarios:

Gemma dijo...

Me gustó especialmente que todo el micro vaya saltando de accidente en accidente, de sensación en sensación, hasta que hace su aparición una simple paloma, portadora ella sola del sosiego y la acercanza necesarios.
Saludos

Pedro Herrero dijo...

El tipo con sombrero que introduce el periódico en la papelera marca un antes y un después, en este relato que pasa de la resignación a la esperanza, narrado por una voz tan cercana a lo que describe como la paloma que se atreve a llegar hasta la rodilla del protagonista. Esa cercanía, unida a la sensibilidad, son las cualidades que yo destaco de este texto, por el que merece la pena asomarse al pozo (confío que sin fondo) que el autor nos invita a descubrir.

MGJuárez dijo...

Hola Xocas. Encantada de leerte también por aquí; voy a valerme de tus palabras, que ya casi hago mías: "A forza de desfeitas ún comprende que a única derrota é a derradeira"

Una sonrisa amplia.
Montse.

bambu222 dijo...

Me ha gustado muchísimo este texto
por la sencillez del lenguaje y por lo tierno de la historia.
Abrazos.

Javier Sánchez Menéndez dijo...

A mí también me ha gustado mucho.