lunes, 7 de septiembre de 2009

Pro acercanza, 12

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"Ombligo o(m)bliga"
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Siempre que me lavo el ombligo me da vértigo. Es como enjabonarse el origen. Me invade un mareo, una polifonía de tiempos.
Eso de mirarse mucho el ombligo dicen que es no es bueno, pero que conste que él empezó primero. Él también me mira. Si es mutuo no puede ser malo. Además, no me siento el ombligo del mundo, ombligo es un buen mundo y yo soy su satélite blando.
He pensado en abolir todo lo que no sea necesariamente ombligo. No me fío nadita del resto.
Desde pequeño necesito sentirlo y continuamente lo escucho. Es pentatónico y hermético. Se parece a mí, sólo que es más quijotesco. Si escarbo un poquito encuentro viejas corcheas, hollín, minutos que creía perdidos, lágrimas fosilizadas e incluso alguna sardina he visto.
Su parpadeo me despierta. A dúo con el gato ronronea buena parte de la mañana.
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En efecto, mi madre me empezó por el ombligo. Por allí me embutió la vida. También por el ombligo me iré, silbando, igual que un globo cuando lo dejan libre y se desinfla.
Una vez, hace ya tiempo cometí el error de no consultarle su opinión. Me traje a casa una chica que conocí en la disco. Al amanecer pillé a ombligo furioso, llamándola pelandusca, escupiéndola. Le mostraba las fauces, supongo que por su piercing. En todo caso fue una escena muy violenta y los dos quedamos dolidos.
Se marchó, no sabía yo adónde. Me arrepentí de haber financiado los cursos de idiomas, ahora era políglota y podía estar sobre cualquier vientre del planeta. Me sentí desperdigado. Mi guata se volvió una planicie monótona y lerda. Extrañaba en mí un crujir parejo, su tic-tac lastimero. Comencé a guardarme todo y engordé como un chancho. Cuánto me faltaba, mi gárgola leve, mi bisagra. Busqué sucedáneos de ombligo: un botón de chaleco, rodajas de plátano seco, el tapón de la bañera, ombligos de peluche… Menos mal que regresó en el 2007, el año del gran eclipse de ombligos. Hicimos terapia y prometió que nunca más se iría.
Lo ilusiona el mar. Apenas tiendo mi toalla, se dedica a hacer guiños como un loco a los cuatro vientos. Parece que se ponen de acuerdo, ¿en Morse? Afinan. Qué gran suceso: Escuchad todos los ombligos frescos vocalizando a lo largo de la playa. Un coro de voces blancas, pardas, rojas, anacaradas, en fin, toda la gama, cantan en filigrana delicados madrigales costeros. El aire se humecta de gracia.
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Ya salidos del trance musical, van a despabilarse al agua salada, hacen gárgaras, segregan círculos, estiran sus trompitas rosas y algunos se besan. Más tarde, bajo la ducha tengo que lidiar con él, que porfiado se aferra a pequeños moluscos, algas o arenitas que cree sus amigos.
La gente sale a correr con su perro por el parque y yo feliz saco a Ombligo. Ahora comprendo que fui el cebo: por primera vez hoy no me ha dejado ni un segundo parar de correr. Me llevaba como una marioneta. Pensé que me daría un ataque al corazón por el esfuerzo pero prefería cualquier cosa con tal de no perder de vista a Ombligo. El muy indolente me hizo cruzar la calle con semáforo en rojo y apenas llegar al parque frenó en seco. Por suerte caí en blandito. Como un resorte saltó Ombligo. Su espiral engarzó con un ombligo ajeno justo debajo mío. No hubo ya argumentos plausibles. Ruborizados, la muchacha que yacía en el césped y yo, no pudimos con nuestros ombligos febriles que se revolcaban, cascabeleando en acercanza plena. Se balbuceaban amor eterno, olvidados de sí mismos y de nosotros ni hablar. Qué le vamos a hacer, pensé. Ya me acostumbraré a esta muchacha, que por cierto no está nada fea.
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* En las fotos, Isabel Mellado, violinista y escritora chilena, aunque vive a caballo entre Granada y Berlín, cuando era más tiernecita, pero un poco menos talentosa... Tiene acabado un libro de microrrelatos que aparecerá publicado en breve.

11 comentarios:

Belnu dijo...

Me ha encantado esa historia de ombligos y acercanza!
Anoto la autora...

Antonio Tello dijo...

Estimado Fernando, aprovecho para revelarte un secreto: mi ombligo me tiene no me da cuerda; me tiene muy corto.

Fernando Valls dijo...

Antonio, a ver si Isabel, que es la experta en ombligos, encuentra algún remedio.

Julia dijo...

Es una historia muy bonita, muy poética. Da pena de que concluya.

Ginés S. Cutillas dijo...

Genial, como siempre.
Si no me equivoco, nos toca disfrutar de ella por Granada ahora.

Abrazos,
Ginés

Gemma dijo...

Les deseo a Ombligo y a su Muchacha toda la felicidad.
Un beso grande

Anónimo dijo...

Me encanta Isabel, me encanta su Ombligo. Qué ganas de ver impresos los cuentos que leemos con fascinación desde hace ya un tiempo en la pantalla. Gracias, Fernando, por traerla a tu sitio de vez en cuando.
Abrazos.
Poli G.

Librería de Mujeres Canarias dijo...

Fabuloso, precioso,bestial, poetiquísimo.Encantada de leer y a la espera de la publicación.
Un abrazo.

Marta B. dijo...

Una estupenda historia contada maravillosamente, grande Isabel.

Erika Martínez dijo...

¡Qué preciosidad, Isabel!

Pepi dijo...

Estás preciosa en las fotos...no has cambiado nada machuquita!