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Línea
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El interior del pecho tenso, como
para romperse; la cabeza ida, para morir. Pero una sonrisa, porque recordaba la
nueva línea y rara que vio, por la mañana, en su mano.
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Cantar lontano.......
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Plaszow-Semprún-Dachau.
Quizá, en este verano
que empieza, ahora al atardecer, con el sol que se pone otra vez conformando en
la tierra helada una primavera tardía y naranja, quizá fuera esa especie de eco
lejano la sombra al contraluz de los chopos en la ribera... Tal vez fuese el
silencio del bosque, con sus pájaros, sus astros silbantes arriba, sus aguas de
arroyo que no para, la música extrema; tal vez fuera ese callar noctívago el
reverbero distante... Puede el mármol sobrio, que a manera de asfalto
contrahecho cede a pisadas y rodar, ser la paz callada que rememora el viejo
cementerio hebreo profanado, esas piedras que alguien talló para que las
familias pudieran llorar mirando nombres y fechas ya transcurridos, para que
los viejos pudieran dedicarse a recordar, único cometido cuando lo que te queda
es el fin; acaso es la verdura crasa de las zarzamoras locas de humedad, la
tupida trama espinosa de lechosos tallos renovados al calor tardío del verano
que ahora llega, pueden ser esos frutos nacientes que engordarán hasta
ennegrecer de sazón para que una abuela haga su mermelada, los que sean memoria
del silencio que estos campos alemanes, llenos de tranquilidad fría, de razón
sin estridencias, de lógica sin sentimiento...
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¡O no!, no, puede
que ese cantar lontano, ese contrapunto en eco que reside en el aire siguiente
a nuestro estruendo de vivos, provenga de la indiferencia sabia con que el
cielo acoge la muerte de las criaturas masacradas con sufrimiento y pavor,
llenas de un miedo irremediable que sólo esa muerte pudo agotar; puede que, al
revés, este silencio que querríamos oír como un grito sin término, como la
aceptación del decreto que quedó suspendida por el horror insuperable de los
padres y las madres que morían protegiendo con sus cuerpos a los hijos y a las
hijas que morían buscando refugio entre las madres y los padres aguardando a
una señal, algo que parase el momento pero que nunca llegó... Puede que ese
silencio sea lo postrero, que no haya ninguna marca sonora que demuestre la
existencia de esa música que, cuando caminamos sobre estas lápidas, esperamos
oír... Sí, nada queda de esta infamia, nada, aunque queramos percibir una
letanía que no es, como recuerdo de los niños judíos que no llegaron a la
medianoche.
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* Francisco Silvera es licenciado en
Filosofía, profesor de Enseñanza Secundaria y escritor. Es autor de tres libros
de cuentos Las apoteosis (2000), Libro de las taxidermias
(2002), Libro de los humores
(2005); de las novelas Libro del
ensoñamiento (2007) y Álbum blanco (Sevilla, 2011); y de los ensayos Copérnico y Juan
Ramón Jiménez: crisis de un paradigma (2008), El materialismo de
Juan Ramón Jiménez (JRJ excavado: alma y belleza 1900-1949) (2010) y Juan Ramón Jiménez
en el AHN. Vol. 2: Monumento de amor, Ornato y Ellos (2011). Junto a Javier Blasco ha dirigido la colección «Obras de
Juan Ramón Jiménez» en 48 volúmenes para la editorial Visor y publicado, como
vol. de cierre de las mismas, Poesía no escrita. Índices de Obras de JRJ (2013). Estos microrrelatos son inéditos.
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* La foto es de Lucía.
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* La foto es de Lucía.
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2 comentarios:
Gran relato, muy buen estilo literario...
Saludos
Mark de Zabaleta
Es un placer, para un ignorante literario como yo, descubrir continuamente nuevas voces.
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