jueves, 26 de marzo de 2009

Un microrrelato comentado de RAFAEL PÉREZ ESTRADA

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"[La Gran Dolorosa del Mar]"
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Me ofrecieron la casa con tantas facilidades, sin apenas discutir la renta, que me fue dado sospechar algún enredo en el lugar o en el contrato.
La casa lindaba con una playa de infinita arena. El mar parecía una lejana imposibilidad, una promesa inalcanzable. Por lo demás, todo era silencio.
Sin embargo, el primer día ya supe de la mujer. Los días sucesivos me acostumbraría a su historia insólita.
La veía correr por la playa. Vestida de negro era la Gran Dolorosa del Mar. Huía incansablemente, como tantos mitos de crónicas que confunden la realidad con el sueño. Lo más curioso fue descubrir cómo las gaviotas la perseguían con una ferocidad impropia de su especie.
También la tarde que abandoné la casa, la mujer seguía huyendo.
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En este microrrelato, recogido en La sombra del obelisco (Libertarias, Madrid, 1993), el punto de partida argumental es el mismo que el de la célebre película de Joseph L. Mankiewicz, El fantasma y la señora Muir (1947), aunque luego el microrrelato transita por derroteros distintos, puesto que la historia no se desarrolla en la casa, que alquila en tan ventajosas condiciones, sino en la playa, en la visión de la mujer vestida de negro, a la que las gaviotas perseguían con una ferocidad inusitada, impropia de su especie, sin que lleguemos a saber por qué, de manera semejante a como ocurre en Los pájaros (1963), de Alfred Hitchcock, película basada en el relato del mismo nombre de Daphne du Maurier. El narrador observa la escena, supuestamente desde la casa, a distancia, sin saber muy bien si es sueño o realidad, en mitad una atmósfera de silencio que todo lo invade, y se percata de la “historia insólita”. Pero, como quizá tantos otros inquilinos anteriores, también acaba abandonando la vivienda, posiblemente por la imposibilidad de soportar semejante visión. Así, el autor, quien crea sus propios personajes legendarios, como la Gran Dolorosa del Mar, con ecos de nombre de Virgen, en este caso martirizada por las gaviotas, apela al mito y se vale de imágenes pictóricas (de nuevo de Marx Ernts a De Chirico), pasando por el cine surrealista y la película de Hitchcock, que cruza con la imaginería de la religión católica, para componer su texto a partir de las imágenes de la casa, la mujer que huye eternamente (como en el cuadro citado con anterioridad de Boticelli) por la playa, perseguida con saña por las gaviotas, y la visión del mar, al fondo, que “parecía una lejana imposibilidad, una promesa inalcanzable”. Por tanto, si tuviéramos que definir esta pieza sería una “sembradora de dudas”, sin que llegue a aclararse nunca los diversos enigmas planteados. No en vano, se trata de una imagen insólita en mitad de un paisaje abierto, con cinco protagonistas: la casa, la playa, el narrador y observador, la mujer que huye y las gaviotas que la torturan, todo ello presidido -repito- por un gran silencio y un mar lejano, como un decorado de fondo, sin que podamos llegar a saber si procede de un sueño o de una visión durante la vigilia. La historia puede parecer una estampa estática, si nos olvidamos del constante movimiento de la mujer y de la huida final del narrador, quien -sin duda- debió sufrir una convulsión interior tras esta insólita experiencia que nos cuenta.
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* En la primera foto, aparece Rafael Pérez Estrada con René Vázquez Díaz; y en la segunda la escultura en homenaje al escritor, situada en el centro de Málaga, inspirada en uno de sus dibujos.
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11 comentarios:

Anónimo dijo...

Es posible que el protagonista (o la protagonista) de esta historia abandone la vivienda por la imposibilidad de soportar una visión tan insólita. Pero yo creo que caben más interpretaciones (como siempre, con todo respeto). Para mí, el personaje sospecha de las condiciones de la renta. Pero nunca utiliza esa misma palabra, “sospecha” para describir una visión insólita, que el autor sitúa al mismo nivel inalcanzable que la línea del horizonte. Es decir, no parece sospechar nada acerca de la misteriosa mujer. Es como si su aparición le compensara por las dudas con las que ha alquilado la vivienda. La mujer, con toda su carga de confusión entre sueño y realidad, es su descubrimiento, no su sospecha. Por eso, no me extraña que en la frase final, el personaje abandone la casa sin mostrar ningún tipo de turbación. Creo que también puede interpretarse que, en su despedida, da una última mirada a la infinitud de un paisaje tan silencioso, del que forma parte la misteriosa dama y su feroz cortejo de gaviotas.

Anónimo dijo...

Excelente comentario, sí señor. A la altura del texto que glosa.

María Jesús Siva dijo...

Me gusta mucho este microrrelato. A mí se me ocurre otra visión, probablemente nada acertada, es lo que yo he sentido cuando he leído el micro y lo que me inspira.

El título ya nos sugiere una historia en la que el dolor (no sabemos cual)está implícito. La frase "El mar parecía una lejana imposibildad" nos da la referencia de unión con el título. El silencio que se visualiza perfectamente, es total, no aparece nadie en esa playa, ni siquiera a lo lejos, silencio=soledad.
Para mí, la mujer sería la esencia del dolor, el dolor personificado, condenado a vagar eternamente por la playa (vida). ¿Por qué corre vestida de negro? Corre porque nosotros (las gaviotas) la deshechamos, la desterramos de nuestro lado, ella es el dolor en forma humana y no la queremos a nuestro lado, la aborrecemos. Su vestido negro simboliza el color del dolor, el dolor no puede ser verde o rosa, el dolor es negro, como su vestido. El silencio es el grito del dolor, los dolores se viven en silencio, hacia dentro, apartados (playa vacía), sumisos ante su fuerza.
Es lo que yo he visto cuando lo he leído.
Saludos.

Anónimo dijo...

Magníficos ambos: texto y glosa. Pérez Estrada está también entre mis tótem de la ficción breve (quizá mejor esta taxonomía para los temerosos de la brevedad), transitando siempre entre lo lírico y lo narrativo sin menoscabo de uno y otro mundo. "El cielo indeciso", recopilacón de escritos póstumos de Rafael me parece un monumental testamento literario de lo pequeño.

Nací un 29 de febrero. dijo...

no será excesivo, Fernando??
no digo que el relato sea malo pero puestos a buscar referencias y excelencia, las encontraremos en cualquier texto si queremos verlas.
no estaremos cayendo en la exégesis??
un saludo

Raúl dijo...

Me gusta el micro, pero no aprecio la "redondez" que me gustaría encontrar en él. Precisamente el reproche que podría hacerle, es lo que para algún que otro comentarista, incluso para el citado en la entrada, es una virtud. Me refiero a dejar tantos cabos sueltos, tantas incidencias o puntos dramáticos por resolver.
Por otro lado, las referencias cinematográficas que se citan en el comentario principal, son obvias, pero bien podríamos encontrar alguna que otra que encajara en la historia.
Un buen micro, en todo caso.
Un saludo.

Dario dijo...

No puedo estar de acuerdo con Raúl en lo referente la “no redondez” del relato. En este “corto” el Sr. Pérez Estrada desarrolla, a mi juicio, dos temas y una actitud: soledad, sufriento ante el dolor y una eterna huida ante estos. Lo consigue, sin entrar al trapo en descripciones o tramas secundarias que distraigan al lector. Presenta un solo lugar que nos deja mirar desde dos perspectivas: la casa y la “infinita playa”. Creando “con poquísimas palabras” un ambiente que atrapa al lector. Su Dolorosa de los Mares entra en acción como metáfora de la huida ante el dolor. ¡Pero ojo!:”… Lo más curioso fue descubrir cómo las gaviotas la perseguían con una ferocidad impropia de su especie.” No es un dolor cualquiera lo que la hace huir constantemente es el dolor ante la muerte (el negro de su vestido) o el presagio de esta. Y al final de la trama, su huida ya preparada desde el principio -“que me fue dado sospechar algún enredo en el lugar o en el contrato- pone fin a la historia con una última mirada…”la mujer seguía huyendo” que es la que “redondea” el relato...: Nos deja el suspense, la posible llegada de otro inquilino o lo que nuestra imaginación se preste a pensar. (es lo que ha mi me ha ispirado). Muy bueno.

FRN dijo...

Cómo hubiera disfrutado Rafael con tu magnífico comentario. Y, por supuesto, seguiría de forma apasionada este intercambio de pareceres sobre "lo suyo" en el espacio virtual.
Abrazos desde Málaga. FRN

Fernando Valls dijo...

Gracias, Paco. Lo que me alegra, sobre todo, son las diversas e inteligentes lecturas que ha suscitado.

Anónimo dijo...

Me quedo con la "convulsión interior" que sin duda debió de sufrir el narrador al ver la imagen. Parece que nos cuenta la historia desde esa convulsión, desde un estado de obsesión (como si se la contase a su psicoanalista tumbado en el diván). Lo digo por el uso que hace de los artículos definidos. Ya en la primera frase: "Me ofrecieron LA casa...". Y más adelante: "el primer día ya supe de LA mujer". El narrador habla de la casa y de la mujer como si sólo existieran en su vida una casa y una mujer.

(Por cierto, la Gran Dolorosa del Mar podría ser la muerte. Y las gaviotas no son tan feroces: sencillamente se defienden, porque quieren seguir viviendo. Expulsan la muerte a picotazos. Eso le diría al narrador si yo fuese su psicoanalista.)

albalpha dijo...

Excelente relato, análisis y comentarios.

Me trae a la memoria el dolor inexplicablemente ensañado con alguna persona, el cual es difícil de presenciar, llegado un punto viene el alejamiento. Inevitablemente vendrá alguien para seguir atestiguando.

Besos

Alba