sábado, 28 de marzo de 2009

Adiós a Ricard Salvat

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Hace unos días falleció el ensayista y director de teatro Ricard Salvat (Tortosa, 1934), tras sufrir un derrame cerebral. Tenía 74 años. Se había jubilado como catedrático de la Universidad de Barcelona y durante un par de décadas, los sesenta y setenta, fue una referencia indiscutible en el teatro catalán; no en vano era fundador de la Escola d’Art Dramàtic Adrià Gual, algunos de cuyos montajes resultan imprescindibles para entender la historia de la representación teatral, como, por ejemplo, Ronda de mort de Sinera, de Salvador Espriu, estrenado en 1965. Había dirigido el Teatre Nacional de Barcelona durante los últimos años del franquismo, lo que nunca se le perdonó; siendo responsable, además, del Festival de Teatre de Sitges, entre 1977 y 1986. A pesar de ser el director de numerosos montajes teatrales en el resto de España, Europa e Hispanoamérica, siempre pensó que en su tierra no se le había concedido el reconocimiento que merecía, quizá porque nunca se le invitara a dirigir una obra en el Teatre Nacional. Solía quejarse con críticas ácidas, a menudo justificadas, de la gestión del teatro en Cataluña. Y, sin embargo, en 1999 le fue concedido el Premio Nacional de Teatro por el montaje en catalán de En la jungla de las ciudades, de Brecht; la Creu de Sant Jordi, en 1996, y la Medalla de Oro al Mérito Artístico del Ajuntamiento de Barcelona, en el año 2003. Entre las obras dirigidas por él, sólo cito unas pocas, se cuentan nada menos que En la ardiente oscuridad, de Buero Vallejo; La pell de brau, de Espriu; El príncep d’Homburg, de Kleist y Noche de guerra en el Museo del Prado, de Alberti, una buena muestra de sus diferentes intereses.
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Apenas lo traté, pero a lo largo de los años vi muchos de sus montajes. Me parecía un hombre desconfiado en exceso, aunque cordial, con arrebatos, por los que bien podía escribirte una carta en la que te rectificaba una interpretación de la historia del teatro en la que a él no se le otorgara la importancia que merecía; bien verlo en unas oposiciones universitarias, ponerse de parte del candidato más flojo, simplemente porque los demás miembros del tribunal estaban a favor del mejor. Los rumbos del teatro catalán, durante los últimos veinte años, no le fueron favorables, pero hoy sabemos que sin su trabajo, como investigador y director, no puede entederse la historia del teatro catalán y español. Veremos a ver de cuántos de los que lo ningunearon puede decirse lo mismo.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias a su inestimable aportación a la Escola d'Estudis Artististics de L'Hospitales de Llobregat, con la que mantuvo una larga relación en los finales de los 70 del siglo pasado, tuve la ocasión de relacionarme con él.

A su lado, gente como Carlos Gil, mi hermano Carlos Ortiz e incluso (anécdota), la actriz Loles León, fueron directores, actores y gentes de teatro que aprendieron innumerables lecciones de talento y creatividad.

Lamento profundamente su fallecimiento, noticia de la que me enteré precisamente ayer.

Un saludo.