martes, 3 de febrero de 2009

Contra los anónimos

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Advertía hace unas semanas que no publicaría comentarios de quien no se identifique, mediante un blog o un correo electrónico. Puesto que todos utilizamos un nombre, una bitácora o un correo público, con el que sustentamos nuestras opiniones, me parece absurdo darle cuerda o mantener un diálogo con Anónimos o Seudónimos, quienes suelen ampararse en ellos para vomitar sobre los textos o, en los peores casos, para insultar y amenazar. Si los colaboradores del blog, o yo, tenemos que responder, nos gustaría saber a quién.
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Hace unos días, un tal Matías I., inidentificable, se amparaba en el anonimato para criticar sin argumento alguno, mediante la pura vomitera, esto es, haciéndose el graciosete, a dos autores que habían escrito en el blog. A estas alturas da vergüenza tener que recordar que la libertad de expresión no consiste en decir lo que a uno se le pasa por las mientes. Los textos se publican para ser comentados, pero cuando queremos formular una crítica hay que currársela, debe fundamentarse con argumentos. Me parece una cobardía ampararse en el anonimato. Éste es uno de los peores vicios de la red, denunciado ya en numerosas ocasiones, el último en hacerlo quizá haya sido Javier Marías, y debería de erradicarse lo antes posible, no publicando ese tipo de comentarios. Los blogs deben ser un espacio de libertad, pero las opiniones que aquí se viertan, por lo mismo, habrían de razonarse y sustentarse por personas localizables. No me cansaré de repetirlo.
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16 comentarios:

Sergi Bellver dijo...

Secundo, amparo, suscribo y firmo: estoy hasta el gorro de los anónimos y pseudónimos (viene a ser lo mismo casi siempre), incluso de los que dejan comentarios "favorables", ya que también da rabia no saber a quién agradecérselos, o al menos a quién le estás hablando.

Fernando Valls dijo...

Completamente de acuerdo, Sergi, hasta para alabar utilizan el anonimato o el seudónimo, con lo que tampoco valen nada, porque los elogios pesan según quien los emite.
¡Qué costumbre tan absurda, dónde la habrán aprendido!

Juan Carlos Márquez dijo...

Yo también los sufro, pero en silencio, como las almorranas del anuncio, porque hace tiempo que no les doy voz. Empezaron a proliferar para tocarme las narices cuando mayor era mi alegría.

Araceli Esteves dijo...

Siendo bienpensados...¿no podría ser que algunos anónimos lo sean unicamente porque no tienen mucha soltura con lo del "interné"?
Me refiero a los educados (por llamarlos de alguna forma). Los otros, los que se dedican a la crítica facilona y ofensiva, los que hallan placer en la burla...esos, supongo que serán unos amargados de calado parecido a los que inventan virus de ordenador.

Juan Carlos Márquez dijo...

Por poca soltura que tengan siempre podrán firmar con su nombre al final del texto.

Juan Carlos Márquez dijo...

Invítales a que participen ellos con sus textos, Fernando, ya verás que pronto se espantan.

C.G. dijo...

Totalmente de acuerdo, Fernando. Yo, en anteriores blogs, he vivido situaciones con los comentarios anónimos de auténtica ciencia-ficción. Siempre ví la moderación de comentarios como una opción un poco... ¿cobarde?, pero visto lo visto, cuando decidí abrir mi blog actual no vi otra mejor para ahorrarme dolores de cabeza. Y curiosamente, desde que la puse no he borrado ni un solo comentario. Todos los que comentan son conocidos, y en el caso contrario se identifican. Imagino que a los tocapebrots les destroza el ego eso de no ver su comentario publicado de inmediato y desisten.

Un abrazo :)

Fernando Valls dijo...

Lo malo, Juan Carlos, es que ese nombre no suele llevar a ninguna parte, ni a un correo, ni a un blog, por lo que no deja de ser otra manera de disfrazar el anonimato para poder eructar sobre algún texto con impunidad.
Araceli, me temo que pecas de bienpensada, pero ojalá tengas razón.

3 de febrero de 2009 17:43

José Miguel Ridao dijo...

Estoy de acuerdo, pero le veo difícil solución salvo eliminar esas entradas, a riesgo de que también caigan los "torpes del interné"; es lo malo de un sistema tan abierto. Incluso me molesta que unos pongan su nombre y apellidos y otros un seudónimo, y qué me decís de las fotos.

Para mí que ese C.G. de los signos ininteligibles es más que nada un cachondo.

Un saludo. ??@@&&

Javier Quiñones Pozuelo dijo...

Es predicar en desierto, Fernando. Yo, que soy un recién llegado a este mundo de la blogosfera, activé el moderador de comentarios para evitar precisamente lo que tú denuncias ya por segunda vez. Antonio Serrano, que no lo tenía activado se vio obligado a ello por intromisiones pocos delicadas que nada tenían que ver con él. Otros blogs eliminan directamente la posisilidad de comentar, colocan una dirección electrónica de buzón y santas pascuas. Cuando las entradas interesantes provocan debates, es bueno que se pueda participar ene ellos, pero ha de hacerse siempre desde el respeto, te guste o te disguste el contenido de la entrada en cuestión. Los blogs dedicados a la literatura deberían poder estar abiertos al debate y al intercambio de ideas, pero la triste realidad es aque no lo pueden ser por unos cuantos que aprovechando que el Pisuerga pasan por Valladolid meten cucharada para disparatar, cuando no para denigrar gratuitamente, o amenazar, como señalas en tu texto, y sin aportar el menor argumento. A mí, particularmente, me hacen pocas gracia los "cachondos" a los que se refiere José Miguel. Por último, el no divulgar la propia imagen a través de fotografía, hay muchos que sí lo hacen, es una cuestión estrictamente personal y creo que queda fuera de este debate. Tu blog se supera día a día Fernando: ¿hasta cuándo vas a tener energías para mantener el frenético ritmo de entradas de tanta calidad? Un abrazo y gracias por tus ánimos hacia mi bitácora; hago lo que puedo, experimento y aprendo cada día, Javier.

C.G. dijo...

Hola, Fernando. Soy "C. G." o lo que es lo mismo, Carmen Garcés.
Seguidora de tu blog a la que tú mismo saludaste hace unos días en su (mi) blog.
No sé que extraños signos te han podido salir, a no ser un simple emoticono con una sonrisa de despedida. No acostumbro a utilizar símbolos extraños cuando escribo. Si repasas los seguidores de tu blog allí me verás, y si pinchas mi nombre también verás adonde te llevan. Como última pista, o garantía, decirte que Segi Bellver me conoce perfectamente y que jamás me he escondido de nadie.
Siento muchísimo el mal entendido.

Un saludo.

Carmen Garcés.

Fernando Valls dijo...

Carmen, siento que llegara tu comentario en un día tan malo para los Anónimos, y te ruego que los firmes con tu nombre, para evitar los malos hábitos que denunciamos.

Sergi Bellver dijo...

Cinco apostillas:

- Sí, Carmen Garcés es una lectora responsable, siempre educada. Llegué a conocerla en persona, hace ya unos cuantos años, a raíz de mi primera bitácora, y doy fe de su sentido común. Cualquier malentendido con ella tendrá siempre que ver con detalles nimios.

- No soy partidario de la moderación de comentarios, porque he sufrido la censura en el sentido inverso, es decir, cuando he dejado un comentario crítico, argumentado y respetuoso (respetuoso pero vehemente, lo que se puede conciliar si es argumentado), y por supuesto, como SIEMPRE, no sólo firmado con mi nombre y apellido, sino con el enlace correspondiente a "mi casa", algún que otro administrador ha decidido no publicarlo porque le dejaba en evidencia o no le doraba la píldora. Ese mismo administrador tuvo más tarde los bemoles de escribir un artículo contra la censura. Así vamos.

- Por desgracia, ahora mismo tengo activada la moderación de comentarios en mi bitácora, cosa que me veo obligado a hacer (de manera transitoria) siempre que ronda un troll por los alrededores. Hace unos meses fue un sorbemocos desde Argentina, antaño (no tengo pruebas, sólo la firme sospecha y algún indicio, después de comprobar mi contador de visitas y la IP de cada una de ellas) un "reputado bloguero" que no tuvo la valentía ni la honestidad de firmar con su nombre habitual. Ahora es un mequetrefe insufrible que, por lo visto, también os hace de mosca cojonera a Juan Carlos y a ti, Fernando. Como he dicho en mi espacio, lo normal y lo higiéncio sería borrar su diarrea digital, pero a veces es mejor, más ilustrativo, precisamente, dejarla publicada: constituye todo un hito antropológico en cuanto a la capacidad del ser humano para la vacuidad y la estupidez. A no ser que a Juan Carlos o a ti, Fernando, os moleste particularmente y deseéis que lo elimine, lo voy a dejar como ejemplo de estos trolls de los que hablamos y de su infinita necedad.

- Por otro lado, al inicio dije que me fastidia a menudo no poder agradecerle a alguien un comentario "favorable", no ya por el peso que pueda tener, sino por simple educación. Y he de ser justo, porque muchos anónimos y personas sin bitácora ni página web que firmaban con un nombre que podía ser el de cualquiera, me han aportado muchas cosas. Y creo que también hay que darles cabida, como lectores, en esta clase de espacios. Sólo pido que se identifiquen de alguna manera, a poder ser. Hay personajes de este mundo de las letras que tampoco tienen página web y que comentan como pueden, firmando a palo seco en sus comentarios, algunos amigos nuestros, incluso, como Ricardo M.S., Ángel Z., etc.

- Por último, cabría reflexionar sobre otra cuestión: para ciertos autores el nombre parece a veces un lastre o un bien a salvaguardar, ya que algunos suelen enviarme correos privados pero no dejan nunca comentarios públicos. Eso no es ni bueno ni malo, pero cuando uno plantea un debate en su página agradecería que esas opiniones lo enriquecieran. No por la página, ni por mí mismo, sino sobre todo por el debate.

C.G. dijo...

Asunto zanjado, Fernando. Yo también lo siento.
Gracias Sergi.

Saludos.

Fernando Valls dijo...

Sergi, el comentario crítico, argumentado y respetuoso, aunque esté escrito en un tono vehemente, siempre es bienvenido, cuando va respaldado por una identidad reconocible. A veces, se agradece incluso más, si tiene razón y está bien fundamentado.
Pero sería bueno para todos, insisto, que los que dejan comentarios se identificaran. Así acabaríamos con los energúmenos que tanto tiempo nos hacen perder.
Poco a poco, cuando vean que el tono del debate merece la pena, los lectores, incluso los más conocidos, se irán acostumbrando a firmar sus comentarios, como empieza a ocurrir en esta bitácora y en otras que visito. Pero, para que ello ocurra, tenemos que garantizar que no le daremos cuerda al primer energúmeno (por ser benévolo en mis calificativos) que desea soltar bilis, como ha ocurrido estos últimos días.

Hiperbreves S.A. dijo...

La verdad es que los comentaristas destructivos, los trolls en el argot bloguero, son uno de los grandes males de internet. Cualquier blog está expuesto a sus mucosidades, pero ¿qué hacer? Un blog sin comentarios es una especie de absurdo, así que no queda otra que depurar, controlar y sufrir en silencio. Ánimo, Fernando, y a seguir adelante. Ladran, luego cabalgamos.