miércoles, 25 de febrero de 2009

Una entrevista y tres críticas sobre el microrrelato español

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Entrevista de José Cruz Cabrerizo
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1. -Me gustaría saber qué falta hacía un libro como éste, con un título pretencioso e irónico (lo dices en la página 321 y, verdaderamente, es irónico por aquello del uso del siempre prohibido gerundio). Dime por qué es necesaria esta obra tuya.
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El título es una metáfora del género, del microrrelato, y de cómo, apenas de la nada, por el sencillo procedimiento de soplar, puede surgir un objeto hermoso, una botella. Se lo debo al escritor argentino Raúl Brasca, quien me reclamó un artículo que le debía para un libro, y para convencerme de que se lo entregara pronto me dijo que podría hacerlo soplando vidrio, o sea, fácilmente. Pero, además, al editor le gustó, hasta el punto de que a él le pareció el más conveniente.
No nos engañemos, ningún libro de estudios literarios es realmente necesario; pero puede serle útil a los lectores. Y quizás éste sea algo más necesario de lo habitual porque no había ninguno sobre el microrrelato español, es el primero, y puede servir de orientación y deshacer algún malentendido que circula sobre el género, en el caso de que el libro estuviera realmente bien hecho.
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2. -Frente a la abundantísima lista de libros y autores de creación que se cita a lo largo de toda la obra, y la que se recoge en el capítulo “Para iniciarse en el microrrelato (algunas sugerencias de lectura)”, nos encontramos con nada más que uno de reflexión en torno a la teoría del relato: la obra de David Lagmanovich. Tú dices que el escritor de microrrelatos no debe sentirse “adanizado”, pero ¿no da la sensación de que existe poca literatura “técnica” que ayude a “cocinar” un microrrelato?
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Empiezo por el final: la mejor manera de aprender a escribir buenos microrrelatos es leyendo a los clásicos del género: Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna, Borges, Juan José Arreola, Augusto Monterroso, Marco Denevi, Cortázar, etc. Olvídate de los libros técnicos. El libro está compuesto por un conjunto de estudios sobre clásicos del género (Ana María Matute, Max Aub, José Jiménez Lozano, Javier Tomeo, José María Merino...) y autores actuales (Rubén Abella o Juan Gracia Armendáriz), encabezados por una reflexión teórica. No es, ni pretendía ser, un manual de escritura. No sólo en el libro de Lagmanovich aparece la reflexión teórica, en otros de los que cito en esas páginas también, aunque el del ensayista argentino es, en mi opinión, el más completo porque se mueve muy bien entre la historia, la teoría y la crítica literaria, como debe ser.
El microrrelato es un género nuevo, del que apenas sabíamos nada hace diez años. Por tanto, estamos construyendo su historia; discutiendo sobre sus características y sobre sus diferencias y semejanzas con otros géneros, componiendo un corpus. Pero hoy sabemos mucho más que hace -por ejemplo- cinco años, porque disponemos de un corpus mucho mayor de textos y los estudios han crecido a un ritmo trepidante, aunque por supuesto queda todavía muchísimo por hacer.

3. -A veces da la sensación de que muchos críticos ignoran aquellos consejos de Updike a la hora de hacer una reseña, como puede ser tratar de buscar lo bueno que hay en ella, o intentar comprender al autor. ¿Se critica con demasiada ligereza o es un problema de tiempo y espacio, el crítico o reseñador trabaja como el periodista, a toda prisa y con una extensión máxima de texto demasiado limitada?
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Es evidente que críticos, como escritores, hay buenos y malos. Los primeros intentan comprender el libro que juzgan y valorarlo, destacando lo bueno pero también llamando la atención sobre los posibles errores, si es que los hay, y siempre razonando sus juicios. No me vale como excusa, para una crítica mal hecha, ni el espacio, ni el tiempo, ni las prisas. Lamentablemente, hay demasiados críticos escribiendo sobre lo que no saben, pero también hay mucha gente componiendo libros de ficción, ganando premios, con escaso talento para la literatura.
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4. -Entre los primeros textos recogidos, y tal como se dice, ciertamente se da el predominio de “textos en los que se manifiesta el conflicto personal, los dramas, más que lo ocurrente”. Parece que el microrelato que se viene cultivando (en la red sobre todo) consiste en creaciones verdaderamente ultracortas (tres o cuatro líneas a lo sumo) que cargan las tintas en la intensidad y la paradoja. ¿Se va decantando el futuro del microrrelato en esta última dirección o podrá darse la cohabitación con textos más largos?
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La intensidad de un texto no tiene apenas nada que ver con su extensión; un texto de tres páginas puede ser más intenso que otro de seis líneas. Los escritores y los críticos teorizan sobre el género, pero la creación va siempre mucho más lejos y a menudo es más compleja y sutil que la teoría más elaborada. Un buen microrrelato puede tener tres líneas o dos páginas, porque hay historias que necesitan ser contadas en aquella o en esta dimensión. Ocurre lo mismo con la poesía. Lo que sucede con el microrrelato es que muchas veces nos dan gato por liebre, y cualquier ocurrencia en unas pocas líneas se cree que puede ser tachada de literatura.
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Críticas de José Cruz Cabrerizo, Mateo de Paz y Javier Quiñones:
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----La biblioteca imaginaria.
----En blanco y negro.
----De ahora en adelante.
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3 comentarios:

Hiperbreves S.A. dijo...

En fin, de aquí a la página de Tres Rosas Amarillas para pedir el libro de Fernando por correo urgente.

Cristina Monteoliva dijo...

Grcias por la colaboración y el enlace.

www.labibliotecaimaginaria.es

Abol dijo...

Querido Fernando: Felicitaciones por la entrevista. Está reproducida en Letras de Chile http://www.letrasdechile.cl

Un gran abrazo para ti y Gemma.
Lilian.