Durante estos primeros años, participaron hispanistas tan importantes como Karl Vosler, Marcel Bataillon, Jean Sarrailh, Huizinga y J. Seznec, o los españoles Unamuno, Antonio Marichalar, Xavier Zuburi (tenía su tertulia en el Salón de la Reina), Jorge Guillén, Dámaso Alonso o Federico García Lorca, con La Barraca, por sólo citar nombres vinculados a las letras. Pero también importantes científicos, varios premios Nobel, o el filósofo Jacques Maritain. Pero quizá lo que recordaran especialmente quienes participaron fuera la grata convivencia, los ratos de tertulia distendida, propia de una "isla de libertad", como la denominó el poeta Gerardo Diego, en aquellas clases que, a veces, se daban al aire libre, sentados entre los pinos. No resulta extraño, pues, que en medio de este ambiente se gestara el romance entre la estudiante norteamericana Katherine Whitmore y el poeta Salinas.
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Entre los testimonios más curiosos de aquellos años no me resisto a transcribir los recuerdos del arquitecto Fernando Chueca Goitia sobre Soledad Salinas, hija de don Pedro, luego casada con el hispanista Stephen Gilman: "Solita Salinas empezaba a convertirse en una mujer. Cada día le robaba al mar alguna extraña potencia que aceleraba su espléndida madurez. Parecía hija de la espuma cuando dejaba las olas y llegaba a la arena, humeda todavía, su cuerpo brillante al sol en líquidos espejos. Y entonces era de ver su esbelta figura de adolescente, ceñída por un somero traje de baño azul, que dejaba admirar toda la pureza cautivadora de su línea, toda la escueta firmeza de sus contornos, toda la suave y contenida inflexión de sus perfiles". O el comentario más prosaico de Julián Marías, quien afirma en sus memorias que "se comía bien -sólo se quejaban los que estaban acostumbrados a comer en pensiones de tercera".
O.
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Todo ello acabó, por razones suficientemente conocidas, el 3 de septiembre de 1936, cuando se produjo el cierre definitivo y la evacuación de estudiantes y profesores, camino de una Irún, ciudad que se encontraron incendiada, en un "viaje macabro", como lo denominó Fernando Chueca Goitia, hasta llegar a Biarritz, en un modesto barco de guerra, el Aisne, con el apoyo del embajador francés. En el disparate de aquellos días, Salinas lo definió como una "olla de grillos rabiosos", seis estudiantes fueron detenidos por poseer una radio y finalmente fusilados. Hasta 1947 no se reanudarían los cursos, ya con el nombre de Menéndez Pelayo, siendo nombrado rector Ciriaco Pérez Bustamante. Pero esta parte de la historia, más reciente, la dejaremos para mejor ocasión....
1 comentario:
Gracias por la información. Soy una mujer que le gustaría formar parte de esa mayoría que asisten a los cursos. Pero no me es posible dejar el calor de mi Sevilla en verano. Un placer leerle, imaginarme estar ahí, un lujo escuchar a los autores y para quien le guste todo eso, unas verdaderas vacaciones en un lugar que debe ser precioso. Que lo disfrute. Un saludo
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