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"Vidas dobles"
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"Vidas dobles"
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Nada hay más agradable que encontrarse con un nuevo autor, cuyos resultados satisfacen, que anuncia un futuro brillante. Este volumen, Sicilia, invierno (JdeJ, Madrid, 2008), está compuesto por once cuentos, una explicación (aunque mal disfrazada de ficción, no funciona como tal) y un “Deudario” (con que el autor evita, con escasa fortuna, el obvio agradecimientos). Para mí, al menos, Ignacio Ferrando es un nombre nuevo en la narrativa breve española actual. Tiene 36 años y es arquitecto técnico, oficio que abandonó hace tres años para dedicarse a la escritura y dar clase en la llamada Escuela de escritores de Madrid.
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La primera impresión que nos producen sus relatos es debida a la singularidad de sus asuntos, a lo estrambótico de sus tramas, por usar un marbete reconocido (de Ros de Olano a la sección de La Ilustración Española y Americana, en la segunda mitad del XIX), y a cómo la teoría, el conocimiento de los mecanismos del relato, la premeditación, ahoga, a menudo, la narración, lo que debe haber siempre en ella, creo yo, de espontáneo, natural, e incluso –si me apuran- de irracional. De frescura. Y no obstante, la voz de Ferrando me parece sugestiva, prometedora, muy atractiva, en suma; con unas posibilidades poco frecuentes entre los actuales narradores, en exceso dependientes de la tradición de Chéjov, Carver y el realismo norteamericano actual.
La primera impresión que nos producen sus relatos es debida a la singularidad de sus asuntos, a lo estrambótico de sus tramas, por usar un marbete reconocido (de Ros de Olano a la sección de La Ilustración Española y Americana, en la segunda mitad del XIX), y a cómo la teoría, el conocimiento de los mecanismos del relato, la premeditación, ahoga, a menudo, la narración, lo que debe haber siempre en ella, creo yo, de espontáneo, natural, e incluso –si me apuran- de irracional. De frescura. Y no obstante, la voz de Ferrando me parece sugestiva, prometedora, muy atractiva, en suma; con unas posibilidades poco frecuentes entre los actuales narradores, en exceso dependientes de la tradición de Chéjov, Carver y el realismo norteamericano actual.
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Varios de estos cuentos podrían figurar en las antologías dedicadas a los nuevos nombres del género, como “Estación de tránsito”, “Contactos de piel” o “Roger Lévy y sus reflejos”. En este último, quizás el más afortunado del conjunto, se vale de variantes novedosas en el motivo del doble, omnipresente en todo el volumen, para contar la historia de un hombre demediado entre la guerra y el amor de una mujer. En otros cuentos conculca la verosimilitud y los asuntos me parecen demasiado rebuscados, como en “Trato hecho” o “Simetrías”, en los que además abusa de lo extravagante. Y todos ellos se ocupan de lo extraña que puede ser la vida cotidiana, de las sorpresas que a veces nos depara.
Varios de estos cuentos podrían figurar en las antologías dedicadas a los nuevos nombres del género, como “Estación de tránsito”, “Contactos de piel” o “Roger Lévy y sus reflejos”. En este último, quizás el más afortunado del conjunto, se vale de variantes novedosas en el motivo del doble, omnipresente en todo el volumen, para contar la historia de un hombre demediado entre la guerra y el amor de una mujer. En otros cuentos conculca la verosimilitud y los asuntos me parecen demasiado rebuscados, como en “Trato hecho” o “Simetrías”, en los que además abusa de lo extravagante. Y todos ellos se ocupan de lo extraña que puede ser la vida cotidiana, de las sorpresas que a veces nos depara.
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Por otra parte, creo que hubiera sido mejor no incluir el último texto, en el que el autor aclara sus intenciones, pieza por pieza, y nos proporciona sus claves de lectura. Por dos razones, porque la condiciona, lo que no debería de hacerse con un libro recién aparecido, y porque responde a las intenciones del autor, que no siempre coinciden con los resultados que se deducen de la lectura. De todas formas, quienes lo deseen pueden prescindir del texto final. Para los más resabiados (entre los que –en fin- siento contarme), la explicación resultará utilísima, pero quizá debía haberla publicado en otro lugar; en una revista, por ejemplo. Así las cosas, el riesgo que corre Ferrando estriba en que el profesor de Lectura y relato (¡en las escuelas privadas posmodernas son más pomposos aún que en la enseñanza pública!), y tiene fama de serlo muy bueno, acabe engullendo al narrador dotado.
Por otra parte, creo que hubiera sido mejor no incluir el último texto, en el que el autor aclara sus intenciones, pieza por pieza, y nos proporciona sus claves de lectura. Por dos razones, porque la condiciona, lo que no debería de hacerse con un libro recién aparecido, y porque responde a las intenciones del autor, que no siempre coinciden con los resultados que se deducen de la lectura. De todas formas, quienes lo deseen pueden prescindir del texto final. Para los más resabiados (entre los que –en fin- siento contarme), la explicación resultará utilísima, pero quizá debía haberla publicado en otro lugar; en una revista, por ejemplo. Así las cosas, el riesgo que corre Ferrando estriba en que el profesor de Lectura y relato (¡en las escuelas privadas posmodernas son más pomposos aún que en la enseñanza pública!), y tiene fama de serlo muy bueno, acabe engullendo al narrador dotado.
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Lo evidente es que el autor aparece bien pertrechado, aunque a veces peque de ingenuo, por lo que creo que las piezas ganarían con algo más de espontaneidad, dejándose llevar por las propias necesidades de las historias que cuenta, sin someterlas a ese férreo control de la teoría narrativa, del conocimiento, con lo que evitaría caer en lo mecánico. Los cuentos se leen con gusto e interés, dado que su mayor virtud es la capacidad de fabulación; los inconvenientes, en cambio, provienen de la condición de profesor del autor. Y, a pesar de todo, de estos leves peros, el libro me ha interesado muchísimo –al lector que soy, más que al crítico-, por el potencial que atesora, y por algunos de los resultados. No me cabe duda de que entre las nuevas voces de la narrativa breve, la de Ignacio Ferrando es una de las que puede proporcionarnos más satisfacciones.....
Lo evidente es que el autor aparece bien pertrechado, aunque a veces peque de ingenuo, por lo que creo que las piezas ganarían con algo más de espontaneidad, dejándose llevar por las propias necesidades de las historias que cuenta, sin someterlas a ese férreo control de la teoría narrativa, del conocimiento, con lo que evitaría caer en lo mecánico. Los cuentos se leen con gusto e interés, dado que su mayor virtud es la capacidad de fabulación; los inconvenientes, en cambio, provienen de la condición de profesor del autor. Y, a pesar de todo, de estos leves peros, el libro me ha interesado muchísimo –al lector que soy, más que al crítico-, por el potencial que atesora, y por algunos de los resultados. No me cabe duda de que entre las nuevas voces de la narrativa breve, la de Ignacio Ferrando es una de las que puede proporcionarnos más satisfacciones.....
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* Esta reseña apareció en la revista Mercurio, 103, septiembre del 2008.
7 comentarios:
En líneas generales, estoy muy de acuerdo con tu comentario crítico, aunque he de decir en mi descargo que Nacho es amigo y compañero en esa escuela que, eso sí, Fernando, te aseguro que es mucho menos pomposa de lo que puede parecer.
Un abrazo y feliz entrada de año.
Hacía tiempo que no disfrutaba tanto con un libro de relatos, de verdad. Lo he devorado. Me lo regaló una amiga hace unos días y me lo he pasado estupendamente con el libro de Ferrando. Curiosos encontrarlo por aquí.
Juan Carlos, lo que me parece pomposo, por decirlo de alguna manera, es el título de la materia, no la Escuela, de la que nada sé.
También yo te deseo lo mejor para el 2009, ¡más premios de prestigio y reconcimiento por tus buenos cuentos!
Si Vicente Gallego es el poeta y narrador valenciano VG, no puedo dejar pasar la ocasión sin pedirle que se suba a esta disparatada nave con un poema o autorretrato inédito.
A título personal, a mí me gusta que los libros de cuentos tengan ese pequeño apéndice con los agradecimientos o el tan traído deudario. No es exactamente que uno se sienta más cerca del autor por esa salida brusca de la ficción, pero sí creo que es un gesto que testifica que los libros de cuentos se prestan más a la dedicatoria personal, un cuento por cada persona o algo en esa línea, qué sé yo. Creo que hay que transparentarse (ligeramente) en los propios libros. Los deudarios quizá nos lo permitan a los que escribimos relato.
Reconozco que mi querencia es irracional, pero yo lo he hecho en el mío propio, que sale ahora en breve, y hasta estoy contento con las deudas contraídas y lo expresado.
Al comentario no tengo nada que decir, Fernando, estoy bastante de acuerdo (insistiría en lo de que es un libro muy sólido), con la excepción de una posible correlación entre la docencia en talleres de escritura y el reflejo en los cuentos de Nacho.
Abrazos,
M.
Mis impresiones sobre ese libro, la escritura de Ferrando y tu reseña en Mercurio, Fernando, ya las dejé aquí. Supongo que más o menos coincidimos en lo principal, que no en los modos, que ya sabes que en mi caso bordean siempre el exceso. Lo que me parece extraño es que este libro no haya tenido más eco en los medios y la crítica, porque salvo tu reseña y la de Santos Sanz Villanueva, no he encontrado mucho más.
Un abrazo y feliz año, Fernando. Que te sea fértil este 2009.
Sergi, tampoco entiendo yo por qué no se le ha prestado más atención, ni a éste, ni a otros libros de cuentos y microrrelatos de calidad que aparecieron durante el 2008. Creo que los directores de las revistas literarias, las pocas que van quedando, y de los suplementos, siguen prefiriendo encargar reseñas de novelas mediocres que de buenos libros de cuentos. Y no olvides que hay muy pocos críticos que pueden elegir los libros que comentan, con lo que su misma selección es ya, de por sí, significativa.
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