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Hacía mucho tiempo que no nos veíamos, concretamente desde el día de su boda, que, en su momento, fue muy comentada, pues se casó con una mujer mucho más joven que él, de la que estaba muy enamorado. Por eso, me extrañó tanto encontrarlo solo en aquella fiesta. Pero lo que más me sorprendió fue comprobar que no había envejecido.
–¿Cuál es tu secreto? –le pregunté, después de los saludos de rigor.
–El amor de mi esposa –me respondió él con una media sonrisa.
–¿Está aquí? –me apresuré a decir–. Me gustaría saludarla.
–A ella no le gustan estos sitios –contestó, como si fuera una obviedad.
A él, sin embargo, se le veía feliz en aquel ambiente. Comía y bebía con voracidad, sin dejar de reír y hacer reír a los que estaban a su lado. Terminada la cena, se fumó un puro habano y se tomó varias copas de whisky. De cuando en cuando, desaparecía y volvía más eufórico, con las aletas de la nariz cada vez más enrojecidas. Después, se dedicó a bailar y a perseguir sin descanso a las invitadas más jóvenes. Al final, lo vi perderse, escaleras arriba, con dos mujeres a las que llevaba cogidas por la cintura.
–Ahí lo tienes –me dijo un viejo conocido que se había situado junto a mí–. Todas las noches hace lo mismo. No sé cómo su mujer se lo permite.
Al día siguiente, me levanté obsesionado con la idea de ir a ver a la esposa de mi amigo. Aunque no quisiera reconocerlo, siempre la había deseado y eso explicaba que, durante años, no hubiera querido saber nada de ellos. Ahora, se me presentaba al fin una oportunidad y no pensaba desaprovecharla. Es cierto que había pasado mucho tiempo, pero, sin duda, aún conservaría una parte de aquella belleza y juventud que yo tanto había anhelado. Así que decidí probar suerte.
–Venía a ver a la señora Gray –le dije a la mujer que me abrió la puerta–. Dígale que soy un amigo de su marido.
–Espere aquí un momento, por favor –me ordenó ella sin dejarme pasar.
Al poco rato, volvió para comunicarme que, lamentablemente, la señora no podía recibirme, pues no se sentía bien.
–¿Y otro día? –me aventuré a preguntar.
–Me temo que no podrá ser, señor.
Salí a la calle bastante contrariado. Antes de irme, levanté la vista hacia las ventanas del primer piso. En una de ellas, había alguien mirando hacia donde me encontraba. Fue tan sólo un instante, pero lo suficiente para descubrir que era la esposa de mi amigo. Me quedé horrorizado. Parecía una vieja; tenía el rostro deformado y macilento y la piel llena de arrugas.
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* Luis García Jambrina (Zamora, 1960) es profesor de Literatura Española en la Universidad de Salamanca. Ha publicado numerosos artículos, varios libros de ensayo sobre literatura y preparado antologías, como La promoción poética de los 50, así como ediciones de grandes poetas españoles: Claudio Rodríguez, José Manuel Caballero Bonald y Pere Gimferrer. Es crítico del suplemento ABCD las Artes y las Letras. Ha recibido el Premio Fray Luis de León de Ensayo y el Premio de Relato Breve Fundación Gaceta Regional. Es autor de los libros de relatos Oposiciones a la Morgue y otros ajustes de cuentas (Valdemar, 1995) y Muertos S.A. (El Gaviero, Almería, 2005). Sus cuentos han sido traducidos a varias lenguas y figuran, entre otras, en las siguientes antologías: Juan Antonio Masoliver Ródenas y Fernando Valls, eds., Los cuentos que cuentan (Anagrama, 1998); David Roas y Ana Casas, eds., La realidad oculta. Cuentos fantásticos españoles del siglo XX (Menoscuarto, Palencia, 2008); y Javier Sánchez Zapatero y Àlex Martín Escribà, eds., La lista negra. Los nuevos culpables del policial español (Salto de Página, 2009). Acaba de publicar su primera novela, El manuscrito de piedra (Alfaguara, 2008), que ha sido bien recibida por la crítica. Este cuento es inédito.
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4 comentarios:
Excelente versión del texto de Wilde, aunque nada solidaria con el género femenino. Queda el consuelo de pensar en una segunda parte, en la que el señor Gray descubra su retrato y libere a su mujer, para que ésta recupere el tiempo perdido con el personaje protagonista, y de paso le cure del susto.
Aunque el apellido hace un juego interesante, yo creo más bien que el cuento se inspira en la tradición de cierto sub-género de relatos vampíricos, donde no se ve un vampiro clásico, pero sí una situación en la que, estando dos personas unidas, una se rejuvenece a costa de la otra. En cierto modo, puede ser también que Wilde se inspirase, él sí de modo original, en esta tradición para su novela, una obra maestra. En todo caso, el cuento de García Jambrina está bien relatado, que es también algo importante.
Querido Fernando, muy interesante tu blog. Incluiremos un breve comentario del mismo en nuestro Blog literario Asamblea de palabras el próximo viernes 16 de enero para que nuestros lectores y lectoras disfruten del mismo.
Un saludo.
"aunque nada solidaria con el género femenino": va usted bien, Pedro Herrero. Siga con ese discurso al hablar de textos literarios, que le hará llegar lejos.
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