viernes, 9 de enero de 2009

Fernán-Gómez, en primer plano

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Voy muy poco al cine, aunque ahora veo más cine que nunca, pero en casa. No en la televisión, sino en DVD que compro o alquilo. Me imagino que igual que casi todo el mundo. Hace unos días disfruté hasta la carcajada oyendo a Fernando Fernán-Gómez, para mí el actor español por excelencia. Tuve la inmensa fortuna de conocerlo y tratarlo un poco, hace años, en Santander, en la UIMP. El curso, dirigido por el célebre profesor Rico (célebre, sobre todo, por haberse convertido en personaje de las novelas de Javier Marías), en el que yo desempeñaba (mal, según el profesor chinche) las funciones de secretario, creo que se llamaba algo así como "Literatura medieval y literatura contemporánea". Recuerdo a Fernando Fernán-Gómez como una persona amable, encantadora, maravilloso conversador, un ser entrañable. E insisto en ello por la fama que, muchos años después, le adjudicaron de persona de mal carácter, antipática. Desde luego, no fue esa mi impresión. En la excelente película de Luis Alegre y David Trueba, La silla de Fernando, no sé si tacharla de monólogo o de documental, a la que me refería al principio, cuenta que cuando se hizo famoso, la gente le daba tanto la lata que para evitarlo pensó que no vendría mal tener una cierta fama de antipático, a ver si así lo dejaban en paz.
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La película, como decía, es una pequeña joya, en la que -siempre en primer plano- lo vemos expresarse con el rostro, mientras que lo oímos razonar con franqueza, sobre los años de la guerra, la terrible postguerra o el contraste entre la miseria de España y otros países que acabaron su guerra después que nosotros y se recuperaron mucho antes, como Francia o Italia. Este actor y escritor (no olvidemos que es autor nada menos que de la pieza Las bicicletas son para el verano) se mueve siempre en las antípodas de lo que ahora tontorronamente se denomina políticamente correcto, dándonos una auténtica lección de sensatez, independencia y lucidez mental; de libertad, en suma. Así, a lo largo de las casi cuatro horas que dura, en dos discos de 89 y 135 minutos, tanto da que se muestre pícaro, irónico o extravagante en sus juicios, puesto que casi siempre consigue, si no convencernos, sí interesarnos por los recovecos de sus explicaciones. Da igual que hable de las mujeres, uno de sus temas preferidos (por ejemplo, de su intento de acercamiento a Ava Gadner); de las tertulias del Gijón; del cine, el teatro, la crítica, o su relación con los espectadores; o que se defina como maniqueo; el caso es que siempre se muestra como brillante y ameno conversador. Por ejemplo, en la definición del español, como un individuo más despreciativo que envidioso, como -en cambio- suele achacársele. Los libros merecen capítulo aparte, puesto que confiesa que lo que más le gusta es escribir. Defiende Los miserables, de Víctor Hugo, como su obra preferida; confiesa no haber leído nunca completo el Ulises, de Joyce, lo que dudo que a nadie le sorprenda; o cómo le fascinó, siendo adolescente, la lectura de Azul, de Rubén Darío, y La voluntad o Antonio Azorín, no recuerda cuál de los dos, de José Martínez Ruiz.
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La guinda del pastel la pone el cantaor Enrique Morente (acompañado al piano por Bebo Valdés), con su versión de "Caminito", tan singular como cuando cantaba "El solo del pastor bobo", de El público, la pieza de Lorca, en su disco Omega. No en vano, los tangos fueron la música preferida del joven Fernando Fernández, como en realidad se llamaba el actor. A mí me parece que después de ver esta película uno se siente mejor, más listo y civilizado, contento por haber podido compartir, en el cine, el teatro (poco) y en los libros, una parte de su vida con este maravilloso narrador oral, con esta persona entrañable.
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* En el vídeo, grabado durante el funeral del actor, tras los pasos de baile, Enrique Morente le rinde homenaje cantando "Caminito".
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4 comentarios:

Miguel Ángel Muñoz dijo...

Magnífica película en plano medio fijo. Inolvidables muchas de las anécdotas que se cuentan en ella, como esos trasnoches en la cafetería del aeropuerto, el último lugar de Madrid en cerrar... Grande.

bambu222 dijo...

Los bailarines parecen deslizarse,la música ,emocionante.Sus películas nos acompañaron muchos años y detrás de esa fachada pública de cascarrabias seguro que había una persona entrañable.

Raúl dijo...

La película es soberbía, ciertamente. El personaje, cumbre.

José Luis Muñoz dijo...

De acuerdo contigo, Fernando, en que Fernando Fernán Gómez fue uno de nuestros grandes actores, con Paco Rabal, que también era un cómico extraordinario, dos ejemplos irrepetibles del arte de la interpretación y dos personalidades muy vehementes. No olvidemos que él, además, fue un buen director de cine con veintitantas películas en su haber. EL EXTRAÑO VIAJE sigue siendo una película de culto.