sábado, 14 de junio de 2008

JUAN LUIS PANERO en las fotos de Manuel M. Mateo

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Juan Luis Panero (Madrid, 1942) es poeta, articulista, traductor y memorialista, y de casi todo ello parece haber ido alejándose con el paso de los años. Yolanda Sáenz de Tejada ha conseguido sacarlo de su habitual retiro para que lea sus versos en Granada, en el ciclo llamado Poesía en el Palacio. Sin embargo, parece ser que a esa lectura no acudió el público que se esperaba: los escritores de la ciudad, los jóvenes universitarios, los lectores habituales de poesía. En fin, qué decir, si existen pocas experiencias tan memorables, para los que disfrutan con la poesía, como oír recitar, como ver a Juan Luis Panero decir sus propios versos.
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Como poeta, su obra se compone de siete libros de un alto nivel, cuya importancia el tiempo no ha hecho más que engrandecer. El primero fue A través del tiempo (1968) y el último, hasta ahora, Enigmas y despedidas (1999). Quizás aquel que más impacto causó entre los lectores, el que lo convirtió en un poeta respetado, de prestigio indiscutible, fuera Juegos para aplazar la muerte (1984). Antes que llegue la noche (1985) obtuvo el Premio Ciudad de Barcelona, y con Galería de fantasmas (1988), el primer Premio Loewe. Sus últimos poemas inéditos, muy pocos, aparecen en una antología preparada por Felipe Benítez Reyes en el 2003, para la editorial Renacimiento. Aunque, no hace mucho, le confesaba a Nuria Azancot que llevava cinco años escribiendo un nuevo libro de poemas dedicado a México, un homenaje al paisaje, a la gente, a los escritores que allí conoció y trató. Este volumen estaría compuesto por veinte poemas, de los que ya tenía escritos la mitad. Con todo, reconoce Panero que, en general, "ya he dicho lo que tenía que decir".
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Ha sido también antólogo de la poesía colombiana y mexicana, así como de las obras de Pablo Neruda, Leopoldo Panero y Octavio Paz, y traductor de Lowry. En sus memorias, Sin rumbo cierto. Memorias conversasdas con Fernando Valls (2000), Premio Comillas, que tenía que haber escrito él mismo, sin ayuda, recrea un mundo, unos años, el trato con toda una serie de personajes que fueron fundamentales a lo largo de su existencia. Pero quizá haya que leerlas como se mira un iceberg, pensando tanto en lo que esconden como en lo que muestran.
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Mágico articulista, mitómano impenitente, de Cernuda a Octavio Paz, pasando por Eliot (quien visitaba la casa de su padre en Londres), Borges y Rulfo, componen su galería de admirados, entre otros muchos. Algunas de sus mejores piezas, sus artículos tienen mucho de retratos, de crítica, de prosa lírica, aparecen recogidas en el volumen titulado Los mitos y las máscaras (1994). Acaso sólo como actor de cine no lograra dar la talla en aquella mítica película titulada El desencanto..
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Pero Juan Luis Panero, como su admirado Jaime Gil de Biedma, también ha sabido callarse a tiempo, cuando ya no tenía nada más que decir. Y quizá sea esto lo más difícil para un escritor, para un poeta: la honestidad. Ahora, ha comentado, displicente, sólo publico un poema cada dos años.
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Su caso es otro más en donde la familia ilustre se ha revelado sobre todo como una carga, un peso muerto, del que no ha logrado desprenderse nunca del todo, y no será porque no lo haya intentado. No parece ningún regalo de los dioses haber nacido en una familia en la que había dos poetas más de fuste, su padre, Leopoldo Panero, y su hermano, Leopoldo María, pero también el inefable Michi (cuya celebridad no he logrado entender nunca a qué fue debida) y la desbordada madre, Felicidad Blanch, quien también se inició en la escritura (aparece en la importante antología del cuento español de Francisco García Pavón), aunque luego careciera de constancia. Juan Luis comparte con todos ellos el empeño destructivo y el afán por la supervivencia, dos tendencias que no siempre habrá sido fácil compaginar.
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Juan Luis ha vivido en Londres, Nueva York, Bogotá, Quito y México, para volver definitivamente a Barcelona, e instalarse en el Ampurdán, donde reside desde 1985. En una entrevista reciente, comentaba: "Tengo sesenta y cinco años, la misma edad de Antonio Machado cuando murió, soy más mayor que Cernuda o que Gil de Biedma cuando murieron. Sólo soy un poeta póstumo que vive póstumamente". Y, en efecto, en los últimos diez años ha vivido recluido en su casa de Torroella de Montgrí, en la provincia de Gerona. Allí, se ha quedado solo ("lo terrible de envejecer -comenta- es lo solo que te vas quedando"), con sus fantasmas, con sus lecturas (el último poeta que parece haberle interesado es Juan Antonio González Iglesias), junto a Carmen Iglesias, la doctora Iglesias, su paciente y lúcida mujer, y algunos escasos contactos con el mundo exterior. Y aunque esa situación se deba, en parte, a la voluntad del poeta, a su actitud con los pocos amigos fieles que ha ido teniendo durante estos últimos años, los que lo apreciamos seguimos echando de menos sus artículos, sus poemas, su visión lúcida y desgarrada del mundo, las largas conversaciones de aquellos años que se fueron para siempre.
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* Las fotos, de Manuel M. Mateo, están hechas en Granada, durante la reciente visita del poeta.
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7 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido Fernando:

He leído con mucho interés tu comentario porque no sabía nada de Juan Luis Panero desde hace años, desde que compré allá por los primeros 90 "Antes que llegue la noche", poemas que me cautivaron. Recuerdo, entre otros, Piazza Navona, espléndido poema dedicado a los instantes eternos con que nos soprende, alguna vez, la vida.

Quizás podríamos convencerle para que publique en la revista alguno de esos poemas que ven la luz cada dos años.

Gracias por rescatarlo para nosotros, tus lectores.

Arantxa

Fernando Valls dijo...

Ya me gustaría, querida y atenta Arantxa, pero me temo que no está en mi mano, ni siquiera quizás en la suya, dado el poeta exigente que siempre ha sido.
Que fuera en Ínsula o en otra revista, sería lo de menos, aunque si es en sus páginas, mejor que mejor.
A ver si, antes de que tengamos que pasar la laguna Estigia, conseguimos ver publicado otro libro suyo, que para travesías, por ahora, nos sobra con la nave de los locos...

María dijo...

Hola.

Maravillosas imágenes; estupenda reseña.

Saludos. Seguiré leyéndote...

hombredebarro dijo...

El rostro y las manos de Juan Luis Panero en estas fotografías son signos que se quedan marcados en el pensamiento, como escritura en la hoja de papel. Quizás por eso el poeta no tiene o no necesita otro tipo de escritura.

Anónimo dijo...

Muy buenas fotografías.

Pedro dijo...

He llegado hasta aquí después de ver "El desencanto" tres veces en tres días. He quedado enganchado para siempre a esta familia. Estragados por el tiempo y por los pocos cuidados, pero tan vivos los que quedan. Sois una maravilla.

Anónimo dijo...

Descansa en paz querido primo, siempre nos quedará tu poesía.
Carina Mut Terrés-Camaló
cmutterrescamalo@hotmail.com