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A estas alturas, uno ya sólo lee ciertos diarios por alguno de sus periodistas, colaboradores o corresponsales. Una de las razones por las que compraba cada día La Vanguardia era por las crónicas de Joaquim Ibarz, que acaba de fallecer, implacable siempre con los regímenes no democráticos, fueran de derechas o supuestamente de izquierdas. De Ibarz solía hablar, de vez en cuando, con mi amigo y compañero Guillermo Serés. Ambos son de Zaidín, un pequeño pueblo de la provincia de Huesca, y a él he recurrido para que me prestara ayuda y no limitarme a repetir lo que cuentan hoy los periódicos.
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A estas alturas, uno ya sólo lee ciertos diarios por alguno de sus periodistas, colaboradores o corresponsales. Una de las razones por las que compraba cada día La Vanguardia era por las crónicas de Joaquim Ibarz, que acaba de fallecer, implacable siempre con los regímenes no democráticos, fueran de derechas o supuestamente de izquierdas. De Ibarz solía hablar, de vez en cuando, con mi amigo y compañero Guillermo Serés. Ambos son de Zaidín, un pequeño pueblo de la provincia de Huesca, y a él he recurrido para que me prestara ayuda y no limitarme a repetir lo que cuentan hoy los periódicos.
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Empecemos por el final, recordando que quizá lo más relevante de la reciente trayectoria de Ibarz es la concesión del Premio Internacional de periodismo más antiguo del mundo, instituido en 1938, el María Moors Cabot, otorgado por la Universidad de Columbia, con el mérito añadido de que fue el primer periodista no americano que lo recibía, fruto a casi treinta años de ejercer en libertad el periodismo en Latinoamérica.
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Joaquim Ibarz se había comprado una casa en el centro de Zaidín, al lado de la de sus padres. Pagó de su bolsillo la restauración y donó su colección de arte centroamericano, tanto culto como artesanal, que había ido adquiriendo a lo largo de estas tres últimas décadas. Pintó la casa por fuera con colores vivos, caribeños (rosa, un azul subido, amarillo), y la convirtió en un museo que llamó, sintomáticamente, "Casa de usted. Casa vostra". Por desgracia, no llegó a verlo acabado, porque aún no había llegado el último contáiner con piezas, desde México D.F.
Me cuenta Guillermo que Ibarz solía acudir a su pueblo por la Virgen, Navidad o Pascua, y siempre se mostraba accesible y muy hablador, mordaz y curioso. A quienes no lo conocían, se presentaba como Joaquín de "Paulico", que era el mote por el que se conocía a su familia. Solía charlar con la gente de la realidad política, cultural, social, e incluso artística y literaria hispanoamericana, el tema que mejor conocía, pero también le gustaba conversar de los cultivos del pueblo, economía doméstica y de la situación en la tabla del C. F. Zaidín.
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Joaquim Ibarz se había comprado una casa en el centro de Zaidín, al lado de la de sus padres. Pagó de su bolsillo la restauración y donó su colección de arte centroamericano, tanto culto como artesanal, que había ido adquiriendo a lo largo de estas tres últimas décadas. Pintó la casa por fuera con colores vivos, caribeños (rosa, un azul subido, amarillo), y la convirtió en un museo que llamó, sintomáticamente, "Casa de usted. Casa vostra". Por desgracia, no llegó a verlo acabado, porque aún no había llegado el último contáiner con piezas, desde México D.F.
Me cuenta Guillermo que Ibarz solía acudir a su pueblo por la Virgen, Navidad o Pascua, y siempre se mostraba accesible y muy hablador, mordaz y curioso. A quienes no lo conocían, se presentaba como Joaquín de "Paulico", que era el mote por el que se conocía a su familia. Solía charlar con la gente de la realidad política, cultural, social, e incluso artística y literaria hispanoamericana, el tema que mejor conocía, pero también le gustaba conversar de los cultivos del pueblo, economía doméstica y de la situación en la tabla del C. F. Zaidín.
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Ibarz había estudiado periodismo en Pamplona, con las gentes del Opus, donde fue compañero de promoción de Iñaki Gabilondo. Pero los del Opus acabaron quitándoselo de encima por unas declaraciones en El Noticiero, en las que acabó denunciando el sistema de estudios. Después estuvo en Zaragoza, donde se relacionó con las gentes de la revista Andalán, como Labordeta y Eloy Fernández Clemente. Posteriormente dirigió la revista del Barça, por poco tiempo, aunque era muy culé, y trabajó en el prestigioso Tele/exprés de Ibáñez Escofet. Anduvo después por revistas como Primera Plana y Ser padres. Pero cuando en 1982 fichó por La Vanguardia le ofrecieron la corresponsalía en América latina que ocupaba desde entonces, incluso más allá de la edad habitual de jubilación. Allí conoció a Edén Pastora, fue expulsado por Noriega de Panamá, se desencantó del régimen sandinista y tanto Fidel Castro como Chaves le prohibieron la entrada en Cuba y Venezuela, respectivamente.
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Me cuenta Guillermo que lo vio por última vez, en Zaidín, el 19 de enero, en la casa de sus padres, ya postrado en la cama, pero con un televisor permanentemente encendido, sintonizado a la CNN y otras emisiones de noticias. Al final, el tumor cerebral le impedía acordarse de las cosas y apenas conocía a la gente.
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Casi me he limitado a reproducir el testimonio de Guillermo Serés, porque sé que lo había tratado y que lo apreciaba, y porque en algunas ocasiones habíamos hablado de su extraordinaria labor como corresponsal, una especialidad del periodismo en el que nuestros diarios han tenido excelentes profesionales y Joaquim Ibarz era uno de los más cualificados. Echaremos de menos sus precisas y veraces crónicas.
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2 comentarios:
Gracias por el obituario. Cuando supe que Ibarz era de Zaidín, quise también preguntarle a Guillermo Serés, amigo fraternal desde siempre.
Ibarz era efectivamente un gran periodista.
Un abrazo.
Ibarz, un periodista independiente, una mente lúcida. He sido un lector incondicional de Ibarz.
Lamentamos su muerte.
Francesc Cornadó
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