lunes, 28 de marzo de 2011

El estilo Campra


Cuando iniciaba los tres últimos cursos de bachillerato, en 1969, mis padres me matricularon en el llamado entonces Instituto Masculino (hoy Nicolás Salmerón), situado en la Ciudad Jardín, de Almería, abandonando el Colegio de la Salle, donde había estudiado desde muy niño y fui aficionándome a la práctica de distintos deportes, sobre todo el baloncesto, el fútbol, el balonmano y el frontón. Durante aquellos años era buen deportista, pero mal estudiante. En mi barrio, situado entre el Quemadero y la Puerta de Purchena, éramos muy aficionados a corretear por las calles y solíamos hacer carreras, competiciones en las que había destacado, claro que modestamente, ganando en varias ocasiones. Me imagino que el gusanillo de las carreras se me había inoculado viendo las retransmisiones deportivas en la televisión y coleccionando las biografías de deportistas célebres que aparecían en el diario Marca, y unos cromos sobre la historia de los Juegos Olímpicos que salían en las tabletas de chocolate. .....
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Para aquellos jóvenes que teníamos aficiones deportivas, el principal acontecimiento anual eran las competiciones escolares, en las que se daba una gran rivalidad entre los equipos del colegio de La Salle, el Instituto y la Escuela de Formación Profesional. El ganador se clasificaba para la llamada Fase de Sector y viajaba a otra ciudad para competir con los ganadores de Málaga, Granada, Alicante, Murcia y Melilla. Para los jóvenes de entonces, cuyas familias vivían con una economía modesta, estos viajes eran un premio más que considerable y justificaba de sobra todos los esfuerzos que realizábamos durante los entrenamientos del resto del año, el tiempo que le robábamos a los estudios. No sé si hoy se entenderá, pero todo aquello estaba vinculado a un cierto prestigio entre los amigos y, sobre todo, a la admiración que despertaba en las chicas de nuestra edad, a los primeros amores.

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El caso es que muy cerca del Instituto se encontraba el Estadio de la Falange (hoy lleva el nombre de Emilio Campra), donde el Almería solía jugar sus partidos de fútbol, en la tercera división, en la que entonces militaba. A veces nos llevaban allí a hacer gimnasia y siempre nos encontrábamos en la pista a un hombre corpulento, en chándal, con un silbato que le colgaba del cuello y un cronómetro en la mano, observando a los atletas, dando órdenes o vigilando el tiempo que empleaban en sus carreras. Este hombre se llamaba Emilio Campra y hoy he vuelto a acordarme de él porque Carlos Arribas, en el diario El País, le dedica un reportaje, donde se cuenta que en 1972 inventó una técnica revolucionaria para el lanzamiento de peso que siguen con éxito destacados atletas de diversos países. En aquellos años, circulaba en la ciudad una cierta leyenda sobre Campra, ya que, además de un destacado atleta de mediofondo, de 800 metros, había llegado a competir en Portugal e Italia, llegando a ser campeón de España de piragüismo y un experto buceador. Después, cuando tuvo que retirarse por una lesión se haría entrenador, en 1952.

Cuando se acercaban los campeonatos escolares, Campra, un hombre serio y algo distante, solía hacer pruebas en el estadio para escoger a aquellos que tenían condiciones y dedicarse a entrenarlos. Se fijaba, sobre todo, en aquellos chicos que estaban mejor dotados para las distintas pruebas atléticas, a los que luego él, tras duros entrenamientos, lograba pulir y hacerlos competir con éxito en los campeonatos escolares. En una ocasión, seguro de mí mismo, me presenté a las pruebas de atletismo, pero tras observarme correr y tomarme algunos tiempos, me llamó, me tomó el pulso, me preguntó si me gustaban otros deportes, le contesté que sí, que sobre todo el baloncesto, y me aconsejó que me dedicara a él. Y así concluyó mi carrera de atleta escolar, antes de ni siquiera haberla comenzado. Uno de mis actuales cuñados, Manolo Veiga, entonces sólo un compañero de clase, acabó convirtiéndose en un joven campeón de atletismo, a nivel regional, a las órdenes de Campra.

Hoy, al leer el reportaje en el periódico, he vuelto a recordar este episodio de mi juventud y, sobre todo, me ha alegrado saber que aquel hombre que tanto creía en el atletismo, y que tanto trabajo callado debió de hacer, sin apenas recompensas, sea hoy, por fin, reconocido, a sus 89 años, como un entrenador revolucionario. Y quiero agradecerle que fuera tan sincero y que no me hiciera abrigar falsas esperanzas sobre algo para lo que no estaba dotado. Espero, también, que esa técnica de lanzar el peso con dos pasos cortos, y no con uno largo, como sigue siendo habitual, acabe siendo conocida como estilo Campra.

* La foto es de Francisco Bonilla y la ha publicado el diario El País. En ella no consigo recordar, ni apenas reconocer, a aquel hombre de 47 años a quien yo conocí y traté, aunque muy poco, en aquellas modestas pistas de atletismo.

3 comentarios:

Ernesto Calabuig dijo...

Muy interesante lo que cuentas, Fernando, tu recuerdo de Campra, la fascinación del personaje, y la dureza de aquellos años. Yo, como sabes, he corrido carreras de mediofondo y fondo a buen nivel desde los 17 años y a mis 44 sigo aún en ello. Y curiosamente empecé por una experiencia parecida con un entrenador, Antonio Postigo (actual entrenador de Nuria Fernandez tras el escándalo de la Operación Galgo, etc.) Postigo era en mi adolescencia el profesor de gimnasia de mi colegio de los Escolapios del Barrio de Salamanca en Madrid. Creo que el empuje que me dio entonces, como en esos juegos de bolitas metálicas que reparten impulsos, sigue en mí todavía y es el misterio por el que este cuarentón aún sale cada vez a correr o se anima a ponerse un dorsal en una línea de salida. Un abrazo.

Juan Tortosa dijo...

A medida que lo vas contando, consigues que casi se huela el aroma de aquellos años. El Instituto Masculino, el Estadio de la Falange... ¡madre mía!

Ramón L. dijo...

Magnífica entrada esta, Fernando. El artículo sobre Campra también a mí me ha traído muchos recuerdos (aquellos Institutos Masculinos, las pistas de atletismo de ceniza prensada, la alegría del primer 3.000 en menos de nueve minutos, el primer Campeonato de España; un tiempo, aquel, en el que se llamaba por la luz un día tras otro pero la luz no aparecía fácilmente...). Conocí a muchas personas como Campra. No a él, curiosamente. Recuerdo mucho, en cambio, y estos son solo algunos ejemplos, a Gerardo Cisneros, que creo que después de alejarse del atletismo (durante largo tiempo ostentó el cargo de seleccionador nacional de cross)fue elegido alcalde de Palencia. A los dos Pascua (hoy tan polémico uno de ellos, no seré yo jamás quien juzgue; el otro también entrenador de atletas excelentes, a Guillermo F. -que creo que tenía algún vínculo con Ferrol y con el que yo, niño todavía, no congeniaba especialmente en las concentraciones del Cross y del Plan Nacinal de Promesas-, a Carlos Pérez y, sobre todo, a un hombre cuyo apellido por desgracia he olvidado. Cándido, una persona magnífica. Entrenaba a Lorenzo y a Adelino Hidalgo. Era de Avilés. No sabría decirte más de este último, lamentablemente. Pero allá donde esté ahora, le deseo lo mejor, sinceramente.