"La espera"
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Al oír las palabras de Aurora, el viejo Amador llora como nunca antes lo había hecho.
Aurora y Amador se enamoraron mucho tiempo atrás, a los doce años. Entre besos y promesas dibujaron la casa de sus sueños, tendremos una cabaña, sí, en el bosque, ¿vale, Amador?, y una ventana con postigos y en el jardín plantaremos un membrillo, ¿vale, Amador?, y al atardecer nos arroparemos, muy juntitos, con una manta roja, y con mariposas azules, ¿vale, Amador? Por supuesto, Aurora.
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A los catorce años ella se hartó de él y de su triste cabaña. Pero Amador no desesperó. Desde el banco que había bajo su casa la vio reír con su nuevo novio, la vio casarse, criar media docena de hijos, una manada de nietos y la vio reír y enfermar de Alzheimer y, la semana pasada, enviudar. Por eso esta tarde ha pedido permiso a sus hijos para sacarla de paseo. Y la ha cogido de mano y se han internado por un sendero. Señor, señor, le decía sin reconocerlo. Al llegar a la cabaña del bosque, la ha sentado frente a la ventana con postigos. Al cabo de un rato ella le ha dicho, mira Amador, ya floreció el membrillo. Entonces él ha desempolvado del armario la manta roja con mariposa azules, y se ha sentado a su lado, muy juntitos los dos, y ha llorado como nunca antes lo había hecho.
-¿Quieres que prepare ya la cena Aurora?
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"Sonrisas"
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El joven se acerca al desconocido y lo encara. Primero lo intimida mostrándole las cuatro calaveras tatuadas en los nudillos de su mano derecha y las tachuelas de la nariz. Después lo amenaza. Tú, saco de mierda, vuelve a reírte y te parto los morros. Como el aludido sigue sonriendo sin dejar de chupetear su helado de chocolate, procede a intervenir saltándole los botones dorados de su camisa blanca, además de un par de dientes. Ejecutada la sentencia, regresa a su casa y se tumba en la cama. Al cabo se acuerda de la acusación de su exnovia. Sólo sabes reírte como los cobardes, cambia, pollito. Y por amor había cambiado. Por amor se tatuó las calaveras, quemó sus libros de Herman Hesse y el póster de Gandhi y ensayó la frase ante el espejo durante semanas, tú, saco de mierda… No puede evitar llamarla. Tenías que haberlo visto, tía, sangraba como un cerdo. Tu pollito ha crecido, te quiero.
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En ese instante otro joven también se acurruca en su cama. Mira al techo sin entender, como casi siempre. Por eso a sus veintiséis años, salvo su madre, todos lo siguen llamando El Subnormal. Ahora, por ejemplo, tampoco entiende por qué no está en el almacén en su primer día de trabajo. Lo ves, hijo, como puedes, le animó su madre al firmar el milagroso contrato. Claro que podía y lo iba a demostrar. Unos días antes había quemado sus libros de Julio Verne, sus soldaditos de plomo, su póster de Superman y luego ensayó la frase ante el espejo, embutido en esa camisa blanca de botones dorados que tanto quiere: soy normal, soy normal… Hoy, muy nervioso, ha salido hacia su cita laboral con una hora de antelación y ella le ha permitido endulzar la espera con un helado, pero no te manches. De ahí que al verla entrar en su cuarto, intente ocultar entre las sábanas los lamparones de chocolate y sangre. Por Dios, hijo, ¿qué has hecho? Nada, mamá, sólo sonreír a la gente, como tú me dices.........
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* Francisco Corrales es licenciado en Filología Hispánica y profesor de enseñanza secundaria. Ha preparado para la editorial Castalia varias ediciones didácticas de dramaturgos españoles del siglo XX. Su obra Hagan juego ha recibido el Premio Internacional de Novela Corta "Salvador García Aguilar". En la actualidad colabora en la revista literaria Hilos de araña.
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* El dibujo es de Enzo Cucchi....
6 comentarios:
hermoso texto "La espera"
Muy buenos, Paco. ¿Cuánto tiempo hemos de estar esperando los mortales para ver una publicación que reúna todos tus cuentos? Por favor, amigo, no postergues lo importante por más tiempo.
Un abrazo, compañero.
Estupendos micros los dos. En diferentes tonos nos hablas de que las cosas no suelen suceder porque sí, ni al azar. Más tierno y sentido el primero, más duro y cruel el segundo.
Un placer conocerte, Paco. Gracias, Fernando.
He disfrutado la lectura de ambos micros. Muy buenos.
A mí también me han interesado ambos. Del segundo, por ejemplo, me ha gustado que adopte la forma de un díptico a partir de esos dos párrafos, que son más que las dos caras terribles de una misma moneda. Sin ilazón, ni conectores innecesarios, pues ambas imágenes se bastan por sí solas.
El primero me ha parecido tristísimo.
Un abrazo
Unos micros escritos con gran sensibilidad pero sin ñoñería. Mostrando, sugiriendo, me han parecido muy bellos los dos. Y demuestra el segundo que se pueden tocas ciertos temas en el microrrelato.
Abrazo para Fernando
y saludo para Francisco.
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