sábado, 20 de septiembre de 2008

Ignacio Soldevila ha muerto

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Mi querido Fernando:
Sí, eres tú quien me aboca la y a la primicia. No sabía nada. ¿Recuerdas?: hablamos en Grenoble de Ignacio, del primer tomo de una nueva edición de su obra tan interesante sobre la novela desde 1936 hasta ahora mismo. Recuerdo que me dijiste que el segundo tomo lo había dejado en manos de un joven investigador. No sé. De Ignacio sé que era la bondad y la sabiduría, esa mirada dulce, entrañable y enérgica a la vez sobre el mundo y sobre la literatura. Le vi pocas veces: ¿seis, ocho, una docena? Pero lo sabía siempre cerca, estuviera en Alicante o Quebec. Qué importaba dónde. Los libros nos juntan estemos donde estemos y él me enseñó más de los míos -y se sus afueras- que yo mismo nunca hubiera imaginado llegar a conocer. Ahora dices que se ha muerto Ignacio y yo no sé qué hostias hacer con su muerte: qué torpes somos, Fernando, cuando hemos de hablar de lo indecible, porque la muerte es indecible, como decía Alejandra Pizarnik que habla de lo indecible de la buena poesía. Escribiré sobre esa muerte en algún sitio -aquí mismo, eso estoy haciendo- de la misma manera que acabo de cerrar la última página de mi nuevo libro: también la escritura de una muerte que conoces de cerca. Mi madre murió en febrero último, poco antes de Grenoble, y sale de ahí, de aquellos días, ese nuevo tratado de la muerte: Esas vidas. Aquellos días franceses, llenos de tristeza personal y de lealtad amiga, me llevaron a escribir sobre la muerte, a traicionar su indócil vocación de innombrable. Ahora me dices de Ignacio. Que ya no está. Que se ha ido dónde demonios sabemos el sitio al que va a parar la gente que se muere. No sé cuándo ha muerto: esta mañana, ayer, hace unas semanas. Las noticias no hablan de eso. En cuanto recibí tu carta, me puse a buscar por los periódicos. No soy diestro en esto de las búsquedas galácticas: no encontré nada sobre su muerte y muy poco sobre su vida. Referencias a su histórico libro necesario, a sus textos sobre Max Aub. A casi nada más. Las vidas y los libros que amamos están siempre en otra parte, nunca en las noticias principales de ningún sitio. La de Ignacio y sus libros están donde mejor pueden estar: en el recuerdo que de ellos tenemos, en la lectura a la que regresamos con frecuencia, en esa memoria personal que habrá de ser siempre -andemos donde andemos por los putos itinerarios de la vida- y según para quién una memoria agradecida. Escribiré en algún sitio de Ignacio, de su amor incalculable a la literatura que no es la del vacío. Ahora te escribo esto con el dolor por medio, apresuradamente, desdiciendo lo que de innombrable tiene la muerte de nadie. En aquellos días de primavera francesa hablamos del amigo, querido Fernando. Y de tantas cosas. Nos intercambiamos, como siempre, libros y nombres de autores según cada uno de los dos imprescindibles. En algunos de ellos -libros y autores- estamos de acuerdo. En otros, la distancia que se tiende entre nuestros gustos de lectores apasionados no empaña la amistad que nos junta sino que la convierte en la lealtad misma. Con Ignacio no había discusiones ni distancias. Estaba siempre ahí, en el punto justo donde coinciden sin cautela de ninguna clase, la bondad y la sabiduría. Vayan contigo en esta mañana de sábado, desde la vieja casa de Gestalgar y sus montañas, todos los abrazos
Alfons
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* El historiador y crítico literario Ignacio Soldevila Durante falleció el jueves en Montreal, a la edad de 79 años.
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* Alfons Cervera, autor de la carta, es poeta y narrador en castellano y catalán. Entre sus novelas quizá destacaría Maquis (Montesinos, Barcelona, 1997). Ha terminado un nuevo libro, titulado Esas vidas, al que alude la carta.
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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Descanse en paz.

Tomás Rodríguez dijo...

La obra de Soldevila sobre la narrativa desde 1936 la tengo situada junto a la de Eugenio de Nora. De calados distintos, de escrituras dispares; la obra de Soldevila es de inexcusable referencia. http://tropicodelamancha.blogspot.com

Toni Solano dijo...

Creo que somos muchos (aunque no lo conociésemos a fondo) quienes guardamos un buen recuerdo de él.