Una pluma en el aliento de Dios
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El
origen del mundo, parte V
Hildegard
Von Bingen
Aquella
mañana Adán, el primer hombre, sin experiencia todavía miró hacia los montes y
no supo por dónde habría de venir la luz. Lentamente la negrura del cielo fue
haciéndose azul, celeste después y el amanecer comenzaba. Sonaban los arroyos,
cantaban gallos en la lejanía y un rumor de pájaros parecía defender la vida.
Adán, inocente y ansioso de todo, miraba maravillado las delicias de aquella
huerta inagotable y el agua era su felicidad.
Fue
brotando el día, como la yema del botón sabio de una rama, y el aire pareció
enfriarse tiernamente. Eva, la mujer primera, despertó de su sueño y sonrió a
Adán. El mundo era prístino. El hombre quedóse mirando los montes, Eva anduvo
aquí y allá. Al cabo de un rato ella apareció alegre.
-¿Quieres
un bocado?
-¿Qué
es?
-Aquel
árbol de allá.
-Nos
dijeron que de ése no...
-Había
un animal comiendo y no le pasaba nada; yo he probado, mira...
............
Y
Adán vio en ella algo distinto; miró sus pechos puntiagudos, su vientre plano y
flexible, sus muslos, y todo le pareció tan hermoso y ofrecido por Dios como la
amanecida que acababa de contemplar. Eva, ingenua como él, dejó allí la fruta y
volvió a caminar; el mundo invitaba.
Adán
no supo qué habría de ser la maldad y comió la pulpa sucosa que le habían
negado. Miró el cielo, sintió un tremor, un escalofrío que antes jamás había
padecido y quiso pensar que era la frialdad del amanecer. Pero algo se había
torcido; el inicio del día le produjo angustia, la armonía y la perfección que
habían sido su sentir ya no estaban; el aire le incomodaba. La melancolía se le
coaguló en la sangre como, cuando se apaga una lámpara, queda el pabilo
quemándose, humeando y dando mal olor. Lo que antes era cristal, ahora hiel; al
quebrantar Adán la Ley
se le apagó el brillo de la inocencia y era como si sus ojos, que antes
contemplaban el cielo, se hubieran cegado y sus bilis negras se hubieran
trocado, soberbias, en nostalgia.
Vio
a Eva alejarse —el rostro descompuesto— más allá del
bardal que nunca antes habían apreciado. Fue tras ella. Dios vio la pena de
Adán y temió que, teniendo ahora la inteligencia para sentir la vida,
encontraran el otro árbol para hacerse dioses... Les dejó marchar.
El
hombre alcanzó a la mujer, que lloraba. Entonces él, que en aquellos días
primeros se había sentido como la imagen del padre mayor, percibió el mundo
como una hoja flotando en la respiración divina, y a sí mismo como una pluma,
apenas, en el aire o el alma del mundo.
......
* Francisco Silvera (Huelva, 1969) es ensayista y narrador. Ha
publicado Las apoteosis (2000), Libro de las taxidermias (2002), Libro
de los humores (2005) y Libro del ensoñamiento, además del ensayo Copérnico
y Juan Ramón Jiménez: crisis de un paradigma (2008). Este texto es inédito.
......* El cuadro, "Adán y Eva", es de Lucas Cranach, el Viejo.
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2 comentarios:
Paco, vas superándote.
Exquisito.
Grego
No conocía a este autor. Me ha gustado mucho.
Saludos, Fernando.
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