Natalia Rodríguez, de oro

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A veces el éxito y el fracaso sólo aparecen separados por un delgada línea. Una mujer dedica toda su vida al atletismo, lo que supone miles y miles de horas de entrenamientos, disciplina férrea y privaciones. Cuando llega a los 30 años, casi ya en el final de su carrera, y aunque haya logrado actuaciones de mérito, se encuentra con que no ha obtenido todavía ningún gran triunfo internacional que la consagre definitivamente en su especialidad. Pero, por fin, se presenta en un gran forma a unos Campeonatos del Mundo, y parece tener posibilidades reales de obtener una medalla. Llega la final, y en los últimos metros de la carrera, cuando se decide todo, el éxito y el fracaso, en un gesto instintivo con el brazo, desplaza a una de las rivales, con tan mala fortuna que ésta cae al suelo. Nuestra atleta gana la carrera, pero cuando empieza a celebrar el triunfo se oyen silbidos en el estadio, por lo que desiste y espera la decisión de los jueces, que la descalifican.

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Así, lo que podría haber sido el momento culminante de una carrera profesional seria, se convierte en el más amargo de su existencia. Por la cabeza de Natalia Rodríguez debió pasar en una hora, el tiempo que medió entre el incidente durante la carrera y la decisión oficial de los jueces, su dedicación, todos los sacrificios realizados y, en especial, cómo su momento de gloria era fulminado por el azar.

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Eurosport repitió la carrera en numerosas ocasiones y, en efecto, la corredora española, desplaza con su brazo a la etiope Burka, pero no se aprecia mala intención en el gesto, sino un mero movimiento defensivo, en una situación de aprieto ("no he hecho nada antirreglamentario", declaraba ante las cámaras), como se ve tantas veces en estas carreras de media distancia. No se me escapa que las consecuencias fueron dejar fuera de carrera a Gelete Burka, otra de las favoritas, y toda la reflexión anterior también podría valer para ella, y aun así, pocas veces, en el mundo del deporte, he visto un castigo tan desproporcionado.

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Para mí, la imagen de estos campeonatos, más alla de los espectaculares triunfos de Usain Bolt, es la de una mujer que, tras finalizar la carrera, corre a socorrer y consolar a su adversario, se arrodilla y le besa la mano.

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