lunes, 24 de marzo de 2008

ORLANDO ROMANO

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"No envejece el amor"

La abuela se había casado y enviudado en siete oportunidades. Enterró a su último esposo a los noventa años y vivió hasta los ciento quince.
“El buen sueño es hermano de la supervivencia”, comentaba la familia: ella se encerraba en su dormitorio a las diez de la noche, y aparecía, siempre radiante, bien entrado el mediodía.
Por su diario íntimo se supo que a lo largo de aquellos últimos veinticinco años, por las noches, se consagraba al ardiente recuerdo de los finados, a veces de dos o más al mismo tiempo.
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"Locura de amor"
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Una mujer chiflada, desde niña, decía tener un secreto que no podía compartir con nadie; de hacerlo, según ella, moriría.
Avisado de esto, e intrigado, Harald Sigurdarson, rey de Noruega, le ordenó revelar el secreto:
La mujer, que era muy hermosa, habló. El monarca rió a carcajadas: (ella lo amaba); tanto misterio le pareció una estupidez.
─Vuelve a tu hogar, mujer. Te liberé de una pesada, larga e inútil carga.
Durante la noche, y sin que nadie la viese, la mujer entró a los aposentos de Harald Sigurdarson.
─¿Vienes a honrarme, mujer? ─le hizo un espacio en su lecho.
─A honrarle, mi señor, y a despedirme. Estoy muerta.

"Prohibición final"

Los Borruetz, pueblo bárbaro que llegó a dominar un extenso territorio del Asia Menor, veían en la belleza su peor enemigo, lo más propicio para atenuar la ferocidad de un guerrero: la prohibieron.
Jamás conocieron la derrota en sus combates por conquistar nuevas tierras, excepto en Capadocia, tumba de toda su hueste.
Las amazonas nunca supieron por qué los Borruetz habían combatido con los ojos vendados.
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"Fantasmas II"

John Aubrey refería que una noche vio a su gato correr y atravesar una y otra vez las paredes de su residencia; nunca más volvió a reproducirse aquel fenómeno.
Dos hipótesis alimentaba Aubrey: el animal fue un verdadero fantasma sólo transitoriamente, o acaso temía que la suerte lo abandonara.
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"Correo"

Una joven mexicana me envía un correo:
“Me ha gustado mucho su novela. Me encanta la forma de ser de sus personajes. ¿Es usted un hombre bueno?”.
Es el único e-mail que tengo sin responder.

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* Orlando Romano (1972) nació en Tucumán (Argentina) y es periodista y escritor. Algunas de sus obras más destacadas son: Cuentos de un minuto (microrrelatos, 1999), Perro-diablo (novela, México, 2007) y Escritores preferidos de nuestros escritores (entrevistas, 2007). Sus microrrelatos están incluidos en diversas recopilaciones, como la de Laura Pollastri, El límite de la palabra. Antología del microrrelato argentino (Menoscuarto, Palencia, 2007). En la actualidad, su vida transcurre entre Toledo (España) y Buenos Aires, y está considerado como uno de los mejores escritores jóvenes de microrrelatos en el mundo de habla hispana.
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* Lino Enea Spilinbergo, "Arrabal de Buenos Aires", 1933.

4 comentarios:

Humanoide dijo...

y al final... es un hombre bueno o no?

saludos del humanoide.

Juan Carlos Márquez dijo...

Hay preguntas tan íntimas que solo pueden quedarse sin respuesta: ¿Es Orlando un hombre bueno? ¿Es Orlando un hombre? ¿Es Orlando? ¿Es?

Fernando Valls dijo...

Bueno, Humanoide, cuando la lectora le hace al autor una pregunta personal (si es un hombre bueno), tras alabar a los personajes de su novela, duda, no sabe qué responderle, y en esa duda estriba el sentido del microrrelato.
Por otra parte, Juan Carlos, ya sabes que en una ficción el narrador no es nunca exactamente el autor, en este caso Orlando Romano.
Pero quizás Orlando quiera decir algo, al respecto.

Anónimo dijo...

Estimado Humanoide, estimado Juan Carlos: he tratado de que en el texto quepa una de mis grandes dudas existenciales, que creo es la duda de muchos. ¿Quién puede lanzar la primera piedra? Yo no, naturalmente. Ni la primera, ni la intermedia, ni la última. También quise jugar con esa idea de que toda obra literaria es un poco autobiográfica. Si un personaje es bueno o malvado, ¿también esa es la naturaleza del creador? Yo creo que no, pero también creo que ese rasgo de bondad o malicia late en el escritor, aunque luego se esfume. Lo que quise abordar en el textito es el autocuestionamiento, a partir de la que parece una pregunta muy sencilla, pero al mismo tiempo demasiado íntima, y para la que tal vez no haya otra respuesta mas que el silencio. Reciban un cordial saludo desde Buenos Aires. Orlando Romano