En la cubierta de la última novela de Luis Landero (Hoy, Júpiter, Tusquets, Barcelona, 2007), en la que se reproduce una foto de Sven Hagolani, aparece en primer término un hombre con la mano extendida, mientras que al fondo, una sombra gigantesca, con un gesto semejante, se proyecta en la pared. Ambos visten con traje, están tocados con sombrero ¿Panamá? y en actitud de saludarse, de chocarse las manos, aunque el primero la tienda completamente y el segundo, la encoja.
Con algo de imaginación, no sería muy difícil sacarle punta a esta imagen, relacionarla con lo que se cuenta en la novela, elucubrar sobre la realidad y su imponente proyección. Lo que resulta evidente es que el envaramiento y hieratismo de la sombra, junto con la joroba que la corona, contrasta claramente con la inclinación del hombrecillo hacia delante, quien se esfuerza para acercar su mano a la pared, mientras que el hombrón parece dejar que todo el esfuerzo recaiga en el individuo del sombrero blanco, quien quizás estaría asomándose a otra proyección de su yo. No creo, sin embargo, que la función de la ilustración de la cubierta deba consistir en anticipar, sugerir o simbolizar el contenido del libro. Sí me parece, en cambio, que en esta ocasión hay una voluntad de captar la atención del posible lector, a menudo indeciso, con una imagen que pueda sorprenderle, sacándolo de su realidad cotidiana y abriéndole la puerta de otra atmósfera posible, que en este caso, anunciaría soledad e incluso inquietud.
El título de la novela, cuyo origen real se explica en el texto (p. 393), me parece un gran acierto, ya que esta poderosa metáfora remite a la ilusión, al autoengaño, a los sueños que necesitamos para seguir sobreviviendo. En la cita del Quijote que encabeza el libro puede leerse: “¿Quién está allá abajo? ¿Quién se queja?”. Es probable que en el relato de Landero casi todos los personajes estén “allá abajo”, y quizá por ello se quejen todos: Dámaso, Tomás y Bernardo, pero también el padre, e incluso Marta y Leoncio. Pero si entre ellos hay alguno que pueda salir de la cueva, quizá sea Tomás, a pesar de todos los pesares, con esa nueva vida posible que se le presenta en el desenlace. Asimismo, en la cita de Ortega y Gasset se apunta al sentido último de la narración, e incluso podría decirse que de toda la obra de Luis Landero, puesto que -en efecto- “el hombre se esfuerza y lucha por realizar (...) el personaje imaginario que constituye su verdadero yo”.
* Puede verse la reseña que le he dedicado a esta novela en Revista de Occidente, 322, marzo del 2008, pp. 135-144, con el título de "¿Soplo y sueño? Sobre Hoy, Júpiter, de Luis Landero".
1 comentario:
Brillante elucubración, si señor.
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