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Viaje al fondo de una caja
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En el verano del 2006 viajé a los Estados Unidos para visitar a
los parientes de mi padre que viven allí. Pretendía rescatar desarraigos,
aventuras, anécdotas exóticas y recelos familiares de la memoria de los últimos
ancianos de la otra orilla de mi familia. Historias que me permitieran saber
quién soy yo, qué genes me habitan, qué sangre me recorre.
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En una de tantas casas de una de tantas urbanizaciones de
Louisville (Kentucky) pasé largas horas escuchando las historias que me contaba
José Vila, Pepe para la familia, primo
hermano de mi padre (a quien también llamamos Pepe en privado), con quien
además comparte un cierto parecido. Lo escuché, lo grabé, lo acompañé al
cementerio, y me interesé a fondo por la mitología familiar: los personajes
malditos, las anécdotas fundacionales, los viajes, los exilios, los itinerarios
vitales de mis antepasados. La vida recuperada en la conversación y en el brillo de sus ojos........
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Observé fascinada cómo Pepe tejía el relato dando
pespuntes a mis preguntas, hilando una anécdota con otra, uniendo diferentes
fragmentos como si fueran pedazos de una colcha confeccionada con retales de
distintas telas. Su discurso fluía y yo conseguía imaginar los objetos de la
familia que me enseñaba en otras casas, en otras épocas, interpretar las cartas
desde la emoción del que las escribió, y hacer que los personajes de las fotos
adquirieran vida propia y continuaran la escena representada más allá del punto
de congelación en que habían quedado fijadas.
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La
caja en la que guardaba las fotografías de la familia era profunda y no había
ningún tipo de orden cronológico en la colocación de las mismas, tan solo una pequeña nota en el dorso
indicando la fecha y el nombre del fotografiado. Aunque parezca paradójico, ese
caos me permitió formar un universo coherente en mi cabeza, pude desbaratar el
tiempo, y observar de un vistazo setenta años de la historia familiar, las
piezas del puzle encajaron sin ningún esfuerzo como resultado de ese collage
de imágenes y explicaciones. Viejos que después eran niños, padres de menor
edad que sus hijos… Pude ver cómo la promesa de belleza en el rostro de una niña
había sido erosionada por la vida, y cómo, en cambio, una adolescente sin
ningún encanto se convertía en una anciana hermosa y serena. Casas antiguas,
manteles de hilo, poses indolentes durante las incautas vacaciones previas al
exilio, esas orejas de soplillo tan
familiares, y la primera muñeca de la abuela. Cierta tendencia a los ataques de
autocompasión palpitaba en algunas miradas antiguas en las que me reconocía.
También flotaban en el viscoso caldo primordial las manchas verdosas del espejo
heredado y el sueño recurrente de la tía solterona acerca de una rama sin fruto
que se hunde en el lago. Los errores que se repitieron generación tras
generación recorrían la caja como viejos soldados llenos de condecoraciones, y
los apellidos intercambiaban información entre sí como lo hacen las
hormigas con sus delicadas antenas.........
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Pepe fue muy discreto en la
exhibición de su propia historia. Actuaba como quitándose de en medio para
poder así narrar mejor las vidas de los demás. Era un narrador honesto y
respetuoso con los personajes que describía. Fiel a la liturgia de convertir a
sus familiares en personajes sagrados,
apenas me explicaba nada de su infancia y juventud en la Habana , de su huida
clandestina, de su itinerante destino como ingeniero encargado de poner en marcha diferentes centrales
productoras de energía por toda la
geografía mundial. Pero yo le insistí en que contara sobre él. Me habló de
alguno de los países en donde trabajó y me dijo que, de todos los lugares a los
que había sido destinado, el que le
produjo una impresión más honda fue la India ,
durante una estancia de 1962 a 1964.
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Después salió un momento de
la habitación para buscar fotos y
documentos de sus años en Bombay, y así
ilustrarme con imágenes su entusiasmo por ese lugar. Mientras esperaba,
continué removiendo las fotos de la caja con la mano, como si fuera una niña que
prestara su mano inocente a un showman para sacar el boleto ganador.........
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Lo
que saqué del fondo de la caja hizo temblar la seguridad de mis cimientos, un
ligero movimiento sísmico socavó mi identidad. Pensé que era el castigo por pretender jugar tan alegremente
con el espacio y con el tiempo.
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En la foto había una niña con gorro, guantes, bufanda, abrigo y leotardos,
todo de un color claro y a juego. De unos dos años aproximadamente. Era yo,
sonriendo al que me tomó la foto, probablemente mi padre, y totalmente ajena al
destino que iba a tener esa foto viajera. Una imagen que fue enviada por mi
padre desde España para que sus primos y sus tíos conocieran a su primera hija,
seguramente acompañando a alguna postal navideña. Una foto que llevaba más de cuarenta
años esperándome en esa caja para decirme que el viaje al fondo de la memoria
familiar ya lo había hecho yo hacía
mucho tiempo, metida en un sobre y muy bien abrigada. Mientras el ingeniero
Vila volvía de su estancia en Bombay, yo viajaba hacia esa caja para mezclarme definitivamente con el mantillo
vegetal de mis raíces.
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Para mi mayor desconcierto,
en el dorso de la foto rezaba: "La hija de Pepe, 1964".
Cuando volvió Pepe con más cosas, le sonreí de una manera
indescifrable para alguien que nunca tuvo hijas.
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14 comentarios:
Precioso. Un relato en sí. Gracias, Paz por abrirnos así una parte de tu historia familiar
Me ha gustado eso de "Pude ver cómo la promesa de belleza en el rostro de una niña había sido erosionada por la vida, y cómo, en cambio, una adolescente sin ningún encanto se convertía en una anciana hermosa y serena". Y que te descubrieras desde fuera y desde después, por supuesto. La mayor expedición.
Un fuerte abrazo, viajera.
Precisa y preciosa historia que da la sensación, por lo bien narrada, de estar leyendo una novela.
Gracias por compartirla.
Saludos
Muy emotivo este viaje de los sentimientos. Conocer la historia de tu propia familia es el mejor libro de Historia. Gracias, Paz, por contárnoslo así de bien.
Me ha gustado mucho este viaje intimista y emotivo.
Mi enhorabuena a anfitrión y visitante.
Qué viaje, qué mundo de sorpresas, y esa foto de la hija de Pepe.
Un beso amiga
Hermoso viaje al fondo sin fondo de la memoria.
¡Muchas gracias por vuestros comentarios y gracias a Fernando por subirme a bordo!
¡Gracias por regalarnos ese pellizco de tu vida, Mar! Yo también tengo parte de mi clan materno en aquella tierra. De hecho, tengo a mis dos abuelos enterrados en la Florida. Mientras te leía se me fue instalando una sonrisa nostálgica que aún no se me ha borrado.
Me alegra, Fernando, te nos hayas traído a la hija de Pepe -el de aquí- para disfrutar del domingo.
Un abrazo,
Qué viajes tan hermosos de leer, el que te llevó a América y que te llevó a tu pasado. Felicidades.
Un abrazo
Te agradezco mucho tu comentario Pedro, pero si me llamas Mar voy a tener todavía más problemas de identidad ;-) Un abrazo cariñoso y bromista
Pues si.Me salió barato el billete: dos viajes en uno.Otro abrazo para ti, Miguelángel
Esto es tan tremendo que me veo obligado a comentar en la entrada de la página principal
Alí, me conmueve qye te haya conmovido.En cuanto a lo que dices en la entrada de Richard Ford sobre que merecería estar en un libro te diré que es parte de un proyecto que tengo a medias desde hace ya unos años.Si conoces a algún editor que me espolee a terminarlo te invito a algo.Gracias por tus halagos, vienen muy bien.
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