lunes, 15 de diciembre de 2008

Autorretrato de JOSÉ OVEJERO

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"Autorretrato hecho añicos"
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Hace pocas semanas, en el sur de Francia, un hombre mató a tiros a su mujer y a sus dos hijos. Los vecinos declararon, como es habitual en estos casos, que eran una familia normal. El homicida, tras acabar con su familia, se colocó delante de un espejo y se suicidó de un disparo. Lo que más me interesa de esta noticia, y no se me va de la cabeza desde que la leí es: ¿qué era exactamente lo que quería ver ese hombre mientras apretaba por última vez el gatillo? Eso dice mucho sobre mí.

Ahora que me doy cuenta: también resulta significativo que para empezar a hablar de mí mismo elija contar la historia de otros.

Siempre que soy de verdad feliz tengo veinticinco años. Y cuando me siento deprimido regreso a los dieciocho. A los veinticinco cambié la trama de la novela en la que me estaba escribiendo y que comenzaba a resultar tan previsible como desalentadora. A pesar de ello, en aquella época escribía muy mal.

Aquel joven de dieciocho años no podía ni siquiera intuir que yo iba a salvarle la vida.

Sonrío con demasiada frecuencia. Yo no me fiaría de alguien como yo.

Para hablar brevemente del físico:
Los cabellos canosos desde muy pronto, los dientes demasiado pequeños, la nariz demasiado grande, la barbilla chata. No estoy muy seguro del color de mis ojos. Una cierta vanidad me empuja a arrancarme los pelos que han empezado a crecerme en las orejas. Para mí, los pelos en las orejas son los heraldos desaseados de la decadencia. Por cierto ¿hay alguien a quien no desaliente su propia imagen, alguien que sonría satisfecho al verse en una fotografía?

Hace veinticinco años sustituí el carné de identidad por el pasaporte. Esta decisión, que podría parecer de orden práctico, adquirió enseguida un valor simbólico.

Bajo el omóplato izquierdo tengo una cicatriz alargada, residuo de un accidente de bicicleta. Un día entré en un salón de tatuajes y pedí que me tatuaran una libélula sobre la cicatriz. La literatura puede ser eso: transformar la experiencia en una forma comprensible aunque sea disfrazándola.

Tengo mujer, y dos hijas de las que no soy el padre. Para autorretratarme de verdad tendría que describirlas a ellas.

Desde hace años escribo de pie y, casi siempre, con una capucha puesta. Esta rareza inofensiva probablemente no significa nada.

Casi nunca leo las entrevistas que me hacen, no he mirado ninguno de los programas de televisión en los que he salido. Sé que no sería capaz de reconocerme en ese individuo que afirma con aplomo cosas de las que yo no estoy nada seguro. Me niego a escuchar a ese farsante.

Me dicen que transmito una sensación de serenidad. Pero cuando lo escucho recuerdo dos de mis pocos versos: “Dudo que cuando descanse/ sea en paz.”

Hay un rasgo mío que me agrada: la curiosidad, que, unida a una cierta tendencia a desconfiar de mis propios juicios, me ha vuelto un hombre nada dogmático.

La curiosidad nos mantiene jóvenes –relativamente jóvenes-, porque retrasa nuestra metamorfosis en crustáceos protegidos de la realidad por una costra de prejuicios. Pero ser tan curioso me convierte en un interlocutor aburrido: más que hablar escucho, más que señalar miro.

Una de las afirmaciones que he hecho más arriba no es cierta. De todas formas, los límites entre realidad y ficción son siempre confusos, y en particular cuando escribimos sobre nosotros mismos.
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* José Ovejero es escritor. Ha publicado novelas, libros de viajes, libros de cuentos, teatro y poesía. Algunos de sus títulos más destacados son Biografía del explorador (Plaza & Janés, Barcelona, 2001. Poesía), China para hipocondríacos (Ediciones B, Barcelona, 1998. Reeditado en Punto de lectura. Viajes), Mujeres que viajan solas (Ediciones B, Barcelona, 2004. Relatos), Un mal año para Miki (Ediciones B, Barcelona, 2003. Novela) y Nunca pasa nada (Alfaguara, Madrid, 2007. Novela). El autorretrato es inédito.
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* El autorretrato de Andrew Wyeth se titula "Trodden".
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8 comentarios:

Isabel dijo...

Me gusta esta forma original de escribir. Visitar tu blog hace que aumente mi lista de libros pendientes de leer.
Gracias

Anónimo dijo...

Lleno de claros y sombras, este autorretratro, centrado no exclusivamente en lo personal, admitiendo dudas, relativizando cualidades y, en mi opinión, tremendamente literario. La frase “Yo no me fiaría de alguien como yo” parece remitir a Groucho Marx, y creo que John Cheever (no será el único) también escribía de pie, pero sin capucha. En cualquier caso, aunque no renuncie a la autocrítica, el autor no pierde la sonrisa. El cuadro de Wyet es un auténtico regalo para la vista.

Unknown dijo...

Uno de los mejores autorretratos que he leído últimamente,uno de esos que nunca se olvidan.
saludos
Julia Otxoa

Anónimo dijo...

Bravo!
Estoy con Julia, para mí es el mejor de la serie. Me quedo con ese "Siempre que soy de verdad feliz tengo veinticinco años".

P

Juan Carlos Márquez dijo...

Yo leí "China para hipocondriacos" con ocasión de un viaje a China y quedé muy satisfecho. Recomiendo el libro incluso si no se tiene intención de viajar a China, porque es lo más parecido a estar allí.

Anónimo dijo...

Me divertí muchísimo con el autorretrato de José. Me espiertan mucha curiosidad las pequeñas confesiones de los escritores.

albalpha dijo...

Somos así, nada claros. Tengo que buscarlo.

Besos

Alba

p.d. uno más a la larga lista, acabó de recordar a dos.

Manuel Reina dijo...

Un saludo, José .

He dado con tu blog, porque no he podido resistirme a tracender el mero contenido del libro que ,en estos momentos, me tiene enganchado por los huevos: "La ética de la W". Y que me susurra al oído, arrinconado contra la pared, lo que yo estoy trabajando en otra disciplina (pintura) y soy capaz de ver de un modo menos prístino y más intuitivo. Vamos, que me has estado poniendo en palabras reveladoras lo que estaba en la nebulosa de mis pensamientos.
A lo que iba, que no he podido evitar querer conocerte y tener algún tipo de contacto contigo; y si estás interesado, contarte en qué consiste mi trabajo y lo que llevo ya realizado.

Un verdadero placer tu descubrimiento.

Un abrazo,