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En esencia, me parece que no existe, hoy por hoy, ninguna diferencia entre cuento y relato, a la hora de designar el cuento literario, al menos en el castellano que se habla en España. Quizá no resulte inútil del todo saber que el término cuento ya se usaba en el siglo XIX para designar la narrativa breve, conviviendo con otros como relación, que Fernán Caballero opone a cuento popular, y leyenda (Bécquer); mientras que el concepto de relato, tal y como lo entendemos hoy, aparece en los últimos años sesenta. Tal vez porque entonces se pensó que cuento era un término con demasiados significados (los cuentos destinados a los niños o los relatos de patrañas, sentido en que lo utiliza Clarín cuando titula su libro, El señor y lo demás son cuentos). Por esta razón, por sus componentes peyorativos, tanto de cuento como de cuentista, el narrador Fernando Quiñones pedía en 1988 que se sustituyera por relato.
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No olvidemos, por otra parte, que cuando Alianza, en su colección de bolsillo, publica los cuentos completos de Cortázar en tres volúmenes, los denomina Relatos (1976), el mismo título que lleva la edición de Sudamericana (1972), y prácticamente todas las antologías que se hacen en España de su obra concluyen con el típico y otros relatos. Acaso porque entonces, en un cierto momento, el término relato apelaba a la tradición de lo fantástico, mientras que cuento parecía referirse a la narrativa realista. En cualquier caso, todo esto es muy discutible; buena prueba es que necesitamos adjetivar el sustantivo y seguimos hablando de cuento o relato fantástico. Y, sin embargo, Cortázar, en sus dos célebres trabajos teóricos sobre el género, cronológicamente anteriores, habla siempre de cuentos, si la memoria no me falla. Y cuando Carmen de Mora publica su tesis, la titula curiosamente, Teoría y práctica del cuento en los relatos de Cortázar (1982).
No olvidemos, por otra parte, que cuando Alianza, en su colección de bolsillo, publica los cuentos completos de Cortázar en tres volúmenes, los denomina Relatos (1976), el mismo título que lleva la edición de Sudamericana (1972), y prácticamente todas las antologías que se hacen en España de su obra concluyen con el típico y otros relatos. Acaso porque entonces, en un cierto momento, el término relato apelaba a la tradición de lo fantástico, mientras que cuento parecía referirse a la narrativa realista. En cualquier caso, todo esto es muy discutible; buena prueba es que necesitamos adjetivar el sustantivo y seguimos hablando de cuento o relato fantástico. Y, sin embargo, Cortázar, en sus dos célebres trabajos teóricos sobre el género, cronológicamente anteriores, habla siempre de cuentos, si la memoria no me falla. Y cuando Carmen de Mora publica su tesis, la titula curiosamente, Teoría y práctica del cuento en los relatos de Cortázar (1982).
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Si repasamos, además, las antologías españolas dedicadas al mismo, sólo encontramos la voz relato en la prologada por Alfonso Grosso en 1970, Relatos españoles de hoy, publicada por Santillana. Y, ya luego, en la de Ymelda Navajo, Doce relatos de mujeres (1982), para Alianza. Por tanto, todas las antologías dedicadas a la narrativa breve española que se publican en la postguerra se valen de la denominación de cuento, como la de Francisco García Pavón (Gredos, 1959), Gonzalo Sobejano y Gary Keller (Harcourt Bruce Javanovich, Nueva York, 1975) o la mucho más reciente de Medardo Fraile (Cátedra, 1986), por sólo citar algunas imprescindibles. Y cuando en 1983, yo mismo, y perdonad que me cite, publico lo que entonces era una antología del cuento español actual, la titulo significativamente, para quien quiera entenderlo, Son cuentos (Espasa Calpe, Austral). En estos mismos años, narradores tan importantes como José María Merino y Luis Mateo Díez reivindicaron entre nosotros el término cuento, que parece ser que es el que ha acabado imponiéndose, al fin y a la postre. Aunque, en algunos casos dicha voz resultara estrecha, como le ocurre a Cristina Fernández Cubas, quien tacha las cinco piezas de Con Agatha en Estambul (1994) de historias.
Si repasamos, además, las antologías españolas dedicadas al mismo, sólo encontramos la voz relato en la prologada por Alfonso Grosso en 1970, Relatos españoles de hoy, publicada por Santillana. Y, ya luego, en la de Ymelda Navajo, Doce relatos de mujeres (1982), para Alianza. Por tanto, todas las antologías dedicadas a la narrativa breve española que se publican en la postguerra se valen de la denominación de cuento, como la de Francisco García Pavón (Gredos, 1959), Gonzalo Sobejano y Gary Keller (Harcourt Bruce Javanovich, Nueva York, 1975) o la mucho más reciente de Medardo Fraile (Cátedra, 1986), por sólo citar algunas imprescindibles. Y cuando en 1983, yo mismo, y perdonad que me cite, publico lo que entonces era una antología del cuento español actual, la titulo significativamente, para quien quiera entenderlo, Son cuentos (Espasa Calpe, Austral). En estos mismos años, narradores tan importantes como José María Merino y Luis Mateo Díez reivindicaron entre nosotros el término cuento, que parece ser que es el que ha acabado imponiéndose, al fin y a la postre. Aunque, en algunos casos dicha voz resultara estrecha, como le ocurre a Cristina Fernández Cubas, quien tacha las cinco piezas de Con Agatha en Estambul (1994) de historias.
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Si miramos un poco más hacia atrás, cuando en 1956 se convoca por primera vez el Premio Leopoldo Alas, que publicaría la editorial Rocas, de Barcelona, aparece destinado a “libros de cuentos literarios”. Aquí, por cierto, se publicaría el primer libro de Mario Vargas Llosa. Pero en algunos casos el término cuento produjo insatisfacción, por lo que en 1961 Ignacio Aldecoa al fundar una colección dedicada al género en la editorial Taurus la llama Narraciones.
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Si miramos un poco más hacia atrás, cuando en 1956 se convoca por primera vez el Premio Leopoldo Alas, que publicaría la editorial Rocas, de Barcelona, aparece destinado a “libros de cuentos literarios”. Aquí, por cierto, se publicaría el primer libro de Mario Vargas Llosa. Pero en algunos casos el término cuento produjo insatisfacción, por lo que en 1961 Ignacio Aldecoa al fundar una colección dedicada al género en la editorial Taurus la llama Narraciones.
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Como se ve, no sólo se ponen en juego los vocablos cuento y relato, sino también narrativa breve (que hoy incluiría al microrrelato y quizás la novela corta), narraciones, historias, e incluso relato breve. El caso es que lo que venimos llamando cuento literario moderno surgió en el romanticismo, con Poe y Hoffmann, y ese marbete fue utilizado en su momento para distinguirlo del cuento folklórico tradicional, y no es hasta finales del XIX cuando en España se acepta definitivamente el término cuento para designar una historia narrativa breve escrita en prosa que cuenta una historia real o ficticia. Pero ésa ya es otra historia, más que sabida.
* Las fotos son de E.A. Poe, Julio Cortázar e Ignacio Aldecoa.
8 comentarios:
Hola Fernando: Yo tampoco creo que haya diferencia entre cuento y relato.Sin embargo,en la definición de cuento (al final del texto)podría incluirse la leyenda.
Yo veo un problema con la definición de los géneros: cuento largo, cuento corto, novela, nouvelle, etc. Esto lo ha investigado Gabriela Mora que precisamente parte diciendo que el cuento no puede ser considerado un género menor (Kayser).
¿Es El perseguidor de Cortázar un cuento largo? ¿Es nouvelle?
¿Es La metamorfosis de Kafka una novela?
Sería muy engorroso explicarlo aquí, pero para mí ambos textos son cuentos, largos, eso sí.
En fin, yo creo lo que dice Borges y que después rescata Piglia: un cuento debe tener dos historias, una superficial y una profunda.
Un abrazo, Lilian.
Qué bueno desayunarme con este recorrido histórico tan documentado, Fernando. Resulta curioso, en cualquier caso, que el cuento mantenga tantas denominaciones, al contrario que la novela y la poesía, que llevan apellidos pero no otros nombres.
A mí me gusta la palabra cuento, en el sentido de patraña, aplicada al género y, por supuesto, cuentista, con esa deriva a trolero. También relato, que quiere como darse importancia, porque sabe que la tiene. Y las empleo según me viene el momento, sin prejuicios, con mucho gusto.
Hay una cosa en relación al tema de cuentos y novelas que siempre surge y es cierta suspicacia del cuentista, que como trabaja desde un terreno más ambiguo y embarrado, es natural. El cuentista anda siempre con la mosca detrás de la oreja, casi cabreado, porque se le piden cuentas de cuándo una novela, a lo que él responde que no piensa que el cuento sea un peldaño en la carrera de un novelista y le reivindica al género una validez tan esencial como la de la novela. Totalmente de acuerdo. Pero sin necesidad de atrincherarse. De lo que se trata es de contar historrias. Es muy divertido ver a novelistas y cuentistas enfrentados en debates improductivos, o como mucho para sacarle punta al ingenio, como hizo la editorial Lengua de Trapo, creo recordar con Rafael Reig e Iban Zaldua, que expusieron en sendos artículos sus defensas del género frente al otro.
No sé si a un novelista le parecerá que escribir un cuento es muy difícil o no, a mí escribir una novela me parece complicadísimo. Será porque hasta la fecha sólo he escrito cuentos.
A lo que no hay que renunciar es a escribir historias.
Querido Fernando:
Gracias por el esfuerzo, la claridad y los ejemplos. Veo que, en cualquier caso, sigue siendo difícil establecer una clave que discrimine lo que se llama "cuento" de lo que se llama "relato", como si el uso de ambos términos, a fin de cuentas, acabara siendo equivalente más allá de ciertas tendencias, a veces insertas en las propias tradiciones culturales y que adquieren carácter idiosincrásico.
El tema, desde luego, es complejo, porque la palabra "cuento", a mí siempre me ha sugerido cierto componente de oralidad, pero, al mismo tiempo, el marbete "relato" se aplica, sistemáticamente, a la hora de remontarse hasta las primeras tradiciones de una comunidad. ¿Por qué, por ejemplo, no se dice nunca "el cuento bíblico" o "el cuento homérico", sino "el relato bíblico" y "el relato homérico"? ¿Existirá una suerte de valoración meliorativa al emplear un término frente a otro? Lo que sí me ha quedado claro, a la luz de tu texto, es que en nuestra tradición en español, el término que se parece imponer, sin lugar a dudas, es el de "cuento".
Un abrazo desde Gijón y, otra vez, gracias,
Ricardo Menéndez Salmón
Fernando, una entrada genial que me imagino te ha supuesto un considerable esfuerzo.
Ninguno de tus comentaristas encontrábamos diferencias entre uno y otro término y parece que tu estudio (casi merecería esta consideración tu entrada) coincide con la generalidad.
en cuanto al asunto que nos ocupa tengo la impresión, de que el término "cuento", más retro, con una mayor carga reivindicativa de lo añejo, de lo clásico, está hoy mucho más de moda que el término relato; digamos que el primero resulta más en la línea de una postura comprometida con la tradición, que el segundo, que parece aséptico y algo desnaturalizado; lo que supone que la utilización de "cuento" en lugar de "relato", parece que imprima solera. En mi caso, los uso indistintamente, según como tenga el día. No sé si alguien estará de acuerdo con mi postura.
Gracias.
En estos asuntos es imposible llegar a conclusiones definitivas, pero no se trata de eso, me parece, sino de reflexionar para entender en qué territorio nos movemos.
Gracias, Lilian, Juan Carlos, Antonio, Ricardo y Raúl, por vuestros comentarios.
Las dos entradas me han venido a aclarar el panorama, andaba un poco desorientada con las diferencias entre los dos terminos y pensaba que existía algo técnico que sería definitorio.
Un abrazo
Cuento;es natural vocablo,pues te lo cuento,o sea que origina de dar cuenta de algo.Ahora relato,si le quito la raíz ,re,que indica volver a,entonces,queda solamente lato.
Bajo ésta lógica,me pregunto:¿Entonces al hacer relato,significa vuelvo a hacer latir?
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