domingo, 11 de agosto de 2013

"Nagasaki", de Alfonso Sastre

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Nagasaki
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Me llamo Yanajido. Trabajo en Nagasaki y había venido a ver a mis padres en Hiroshima. Ahora ellos han muerto. Yo sufro mucho por esta pérdida y también por mis horribles quemaduras. Ya sólo deseo volver a Nagasaki con mi mujer y mis hijos. Dada la confusión de estos momentos, no creo que pueda llegar a Nagasaki enseguida, como sería mi deseo; pero sea como sea, yo camino hacia allá. No quisiera morir en el camino. ¡Ojalá llegue a tiempo de abrazarlos!
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* El 9 de agosto de 1945 los Estados Unidos lanzó una bomba nuclear sobre la ciudad japonesa de Nagasaki. Tres días antes, el 6, otra bomba atómica cayó sobre Hiroshima, acabando con la vida de 80.000 personas, aunque al final de año las víctimas de la radiación llegaban a 140.000.
Alfonso Sastre incluyó este microrrelato, un ejemplo perfecto de las posibilidades y de la profundidad que puede alcanzar el género, en su libro Las noches lúgubres (1964). Comentaba yo en Soplando vidrio y otros estudios sobre el microrrelato español que en menos de diez líneas Yanajido cuenta que ha viajado hasta Hiroshima para ver a sus padres, dejando a su mujer y a sus hijos en Nagasaki. El viaje se produce cuando cae la primera bomba atómica sobre Hiroshima en la que, según se apunta en el texto, mueren los padres de Yanajido y él sufre horribles quemaduras. Ahora, el protagonista se encamina hacia Nagasaki, en busca de su familia, donde tres días después caerá la segunda bomba que acabará con la vida de 74.000 personas.
El 11 de abril de 1946 Alfonso Sastre había estrenado en Madrid, en el Teatro Infanta Beatriz, con la compañía Arte Nuevo, la pieza de teatro Uranio 235 que trata de los mismos hechos. Durante muchos años Sastre militó en el PCE y posteriormente se trasladó a vivir a Fuenterrabía y acabó formando parte de Herri Batusuna.    
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10 comentarios:

Iván Teruel dijo...

"Hibakushas". Así se denomina a los supervivientes de las explosiones nucleares. Entre estos, además, hubo casos especialmente terribles: gente que fue víctima de las dos explosiones. La única persona que fue oficialmente reconocida como superviviente de las dos detonaciones fue Tsutomu Yamaguchi, un ingeniero de Nagasaki que se encontraba trabajando en Hiroshima para la Mitsubishi el 6 de agosto de 1945, cuando se produjo la primera explosión, y que tres días después se encontraba en Nagasaki, en donde explotó la segunda bomba. Aunque solo se reconoció oficialmente al señor Yamaguchi como superviviente de ambos ataques, parece que pudo haber hasta 160 casos similares. No sé si Alfonso Sastre tenía constancia de este tipo de informaciones, pero leyendo el microrrelato, casi parece basado en el caso de este ingeniero de la Mitsubishi. Habría que preguntarle al autor para salir de dudas. Un saludo, Fernando.

Fernando Valls dijo...

Es interesante lo que cuentas, Iván, y probable que la prensa de la época contara casos como los del señor Yamaguchi. Saludos.

Carmen Peire dijo...

Muy interesante, la entrada y el micro. Gracias por darlo a conocer.

Pedro Herrero dijo...

No sé si meto la pata, pero a mí este texto de Sastre me recuerda un poco "El gesto de la muerte", de Jean Cocteau, en el que un jardinero, al ver a la muerte en el pueblo donde se halla, huye hacia un pueblo lejano, que es precisamente donde la muerte tenía previsto acabar con él.

Me lo recuerda, no como similar en argumento sino más bien como si fuera el negativo de una misma imagen fotográfica. En el relato de Sastre, el protagonista parece sobrevivir a dos envites que destruyen todo cuanto ama, mientras que en el texto de Cocteau esa huída se revela infructuosa.

También es verdad que al personaje de Sastre lo mueve el amor, y al de Cocteau el simple instinto de supervivencia.

Fernando Valls dijo...

Pedro, ¿puedes copiarnos el texto de Cocteau? Gracias y saludos.

Pedro Herrero dijo...

EL GESTO DE LA MUERTE

Un joven jardinero persa dice a su príncipe:
-¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahan.
El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:
-Esta mañana, ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?
-No fue un gesto de amenaza -le responde- sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahan esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahan.

Jean Cocteau (Le grand écart)
Recogido por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares en "Cuentos breves y extraordinarios" (Losada)

Iván Teruel dijo...

El texto al que se refiere Pedro, creo, es una leyenda popular árabe que ha sido reformulada en occidente por varios autores. Yo conozco la versión que incluyó Somerset Maugham en su obra de teatro Sheppey y que tituló "Cita en Samarra". Copio el texto en castellano:

Había en Bagdad un mercader que envió a su criado al mercado a comprar provisiones, y al rato el criado regresó pálido y tembloroso y dijo: Señor, cuando estaba en la plaza del mercado una mujer me hizo muecas entre la multitud y cuando me volví pude ver que era la Muerte. Me miró y me hizo un gesto de amenaza; por eso quiero que me prestes tu caballo para irme de la ciudad y escapar a mi sino. Me iré para Samarra y allí la Muerte no me encontrará. El mercader le prestó su caballo y el sirviente montó en él y le clavó las espuelas en los flancos huyendo a todo galope. Después el mercader se fue para la plaza y vio entre la muchedumbre a la Muerte, a quien le preguntó: ¿Por qué amenazaste a mi criado cuando lo viste esta mañana? No fue un gesto de amenaza, le contestó, sino un impulso de sorpresa. Me asombró verlo aquí en Bagdad, porque tengo una cita con él esta noche en Samarra .

Saludos.

Fernando Valls dijo...

Es también una de las `Trece fábulas y media´ de Juan Benet, que siento no tener a mano, pero esta noche me miraré más despacio los diversos textos. Gracias, Pedro e Iván, y saludos.

Fernando Valls dijo...

Pedro, creo que en la leyenda árabe, que reescriben Cocteau y Juan Benet, entre otros, lo que se nos dice es que no es posible evitar la muerte, cuando se presenta. Aunque otras historias nos han contado cómo aplazarla, e incluso el gran poeta catalán Joan Vinyoli nos mostró que la vida solo era un juegos para aplazar la muerte (`jocs per ajornar la mort´), título que luego utilizó en el mismo sentido el poeta Juan Luis Panero.
En cambio, en el micro de Sastre, no sabemos si Yanajido logrará sobrevivir a las horribles quemaduras del bombardeo de Hiroshima, ni si logrará llegar a Nagasaki, donde lo esperan su mujer y sus hijos, pero también -y esta es la trágica paradoja- otra bomba atómica. Por tanto, en el desenlace se multiplican las preguntas: ¿sobrevivirá a las heridas? ¿podrá llegar a Nagasaki, antes de que explosione la segunda bomba? ¿podrá abrazar a su familia?
Un abrazo.

Fernando Valls dijo...

Otra cosa que se me ha olvidado. Uno de los inconvenientes que tiene la antología de Borges y Bioy Casares, de donde procede el relato de Cocteau, es que antologa textos que no son completos, sino fragmentos, con lo que nos falta el conjunto para hacer una interpretación cabal de la historia. Lo ideal sería conocer la pieza completa, e incluso el contexto en el que Cocteau lo publica, sea libro o revista.
Saludos.