sábado, 10 de agosto de 2013

LUISA HURTADO nunca estuvo en Tokio


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En Harajuku
Tokio. La palabra tiene gancho, es aparentemente inofensiva; pero bucear en lo que hay detrás de ella puede exigir varias vidas y yo sólo dispongo de una, de unos minutos, de estas líneas.
Shinjuku es la ciudad vertical que no duerme nunca, dominada por los salaryman, escalada por neones al llegar la noche, inmensa y futurista, con una estación de metro por la que transitan más de tres millones de personas al día. Harajuku es para los más frikis del planeta y el parque Yoyogi para un rockabilly, dos lugares que los domingos se llenan de pavos reales vestidos con sus mejores galas, que atraen y asombran, cuero y tupé, maquillaje y lolitas. Asakusa y el templo Sensoji, un viaje al pasado a la vuelta de la esquina; otra historia, otros dioses, si se quiere descansar quizás sea mejor hacer algunas fotos y no demasiadas preguntas. A trescientos metros de esa burbuja en el tiempo, la incomprensible calle Kappabashi Dogugai cubierta por réplicas de platos para exponer en vete a saber qué vitrinas. Y Akiba o Akihabara, manga, electrónica y tecnología, palabras que encierran muchos mundos y muchos idiomas; que alimentan las vidas de los obsesivos otakus y cosplays que invaden las aceras, por las que también caminan chicas disfrazadas de doncellas, delicadas sirvientas que lo mismo leen un cuento que dan bofetadas o juegan a la consola, dependiendo de lo que el cliente pague y pida. Ni siquiera en el mercado de pescado de Tsukiji, el más grande del mundo, es posible sentirse como en casa, es decir, como en una lonja.
Todo es más, aunque sólo se mire y no se abra la boca.
Islas artificiales, la Estatua de la Libertad, un metro infinito lleno de signos extraños, un vacío en el centro de la ciudad abarrotada y un Palacio Imperial dentro de él. Sumo y torres, metal y agua, mundos virtuales y tradición, templos y guerreros samuráis, misticismo y prisas, lo que es la jauría humana cuando es jauría.
Yo no quiero ir a Tokio, porque creo que me aplastaría. Yo quiero ir a Tokio y que me la cuenten y que me la traduzcan.
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En Yoyogi
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* Luisa Hurtado González mantiene el blog Microrrelatos al por mayor y ha publicado sus piezas en libros colectivos como De Antología, la logia del microrrelato.

** ESPERO QUE ME MANDÉIS CRÓNICAS DE VIAJES O COMENTARIOS SOBRE UNA CIUDAD QUE OS GUSTARÍA VISITAR.

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7 comentarios:

Beatriz AA dijo...

Yo tampoco quiero ir a Tokio, pero quiero estar allí un rato, un tiempo, un sueño.

Sueño profundo es uno de los cuentos de Banana Yoshimoto.

Te la recomiendo Mª Luisa. Vamos juntas.

Lola Sanabria dijo...

A mi, de momento. no me atrae viajar hasta alli, pero tu crónica anima a conocerlo.

Abrazos dobles.

CDG dijo...

Muy bueno, sí señora.

Javier Ximens dijo...


Me ha gustado mucho tu crónica. Sí que me gustaría visitar la ciudad, precisamente por lo que cuentas tan bien, esos contrastes y paisajes tan distintos a la Avenida de la Albufera que paseo a diario. Enhorabuena por estar en La nave.

http://cirujanosdeletras.blogspot.com dijo...

Tokio, simbólico, magnético y descerebrado, tan diferente a como lo vemos por televisión. Un disfrute en este lugar, que nos trasporta a esas tierras lejanas. Por ahora me quedo aquí, y ya veremos si voy. Mi hijo estaría encantado de visitarlo.

Abrazos

Luisa Hurtado González dijo...

Escribir una crónica de un viaje que posiblemente no se haga nunca es... raro, como raro creo que es y así lo imagino: Tokio.
Es una ciudad que se me escapa, que es una locura y que creo que no podría comprender nunca; por eso, sobre todo por eso, agradezco a Fernando que me haya dado la oportunidad de bucear un poco (sólo un poco) en ella. Un viaje que no esperaba hacer este verano y que he hecho gracias a su propuesta.
Gracias y si alguno ha ido o va.... que se acuerde de mí y nos lo cuente.
Buen verano.

Rosa dijo...

Yo si quiero ir a Tokio...Y gracias a ti me he paseado por sus calles Luisa. Un gustazo leerte aquí.

Besos desde el aire