En la primera
comida en Palermo yo habría tirado del Padrino para que le diera una lección a
los dueños de la casa de comidas (restaurante sería mucho decir) que nos sopló
una pasta por pasta (valga la redundancia) y pollo seco como mojama.
Mención aparte lo
del atraco a mano armada de la bebida. Habría sido fantástico que con un golpe
de pestañas hubiera aparecido un justiciero y con un brillo azul de ojos y una
sonrisa de hipar, dejara derramado otro líquido más rojo que el vino por los
distintos restaurantes, bares, hoteles y kioscos en los que acuciados por una
sed de espanto, caíamos rendidos ante la botella de agua o la cerveza. (Agua,
unos cuatro euros. Cerveza, de tres a ocho euros, según bandido siciliano).
.......
La primera cena
caímos por casualidad en la mesa de la trabajadora del Congreso de nuestros
“amadísimos” diputados, su marido, prejubilado por agotamiento de curro en un
taller mecánico, una farmacéutica de ochenta y cuatro años que se resiste a
jubilarse y su hijo que le lleva lo relacionado con la informática, además de
cantar en un grupo musical. Arrimarse a la del Congreso era una buena elección
porque nunca sabes de qué líos te puede sacar, pero cuando la farmacéutica nos
dijo que llevaba un bolso lleno de medicamentos, tuvimos claro que de ella no
había que separarse en ningún momento. Enseguida comenzamos a contarnos
nuestros achaques las tres mujeres. Que si la tensión, que si el colesterol…
Tengo de todo, dijo ella mientras paseábamos por la calle Libertad y arrimamos
la cara a los escaparates de las grandes firmas como Gucci o Armani.......
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......
¡Plín, plón! ¡Bueeeeenos diiiiiiías!, fue
el saludo de la guía por la mañana. Y ahí se desató en explicaciones que
escuchábamos a ratos mientras otros dábamos una cabezadita. Al inicio muchos se
colocaron en los asientos delanteros, pero pronto comenzaron a ocupar el fondo
para que no los descubriera cuando pasaban de fenicios, griegos, normandos,
bizantinos, Borbones y otras hierbas.
Era un buen grupo, sufrido y puntual.
Había dos argentinas buenas y una pareja, no tanto; la Señorita solitaria; la
asturiana imbatible; dos doctoras valencianas que nos tranquilizaron
conminándonos a la resignación cuando, unas más, otras menos, todas acabamos
con extremidades como patas de elefante; la farmacéutica (con zapatos de tacón,
bajo pero tacón a fin de cuentas) y su hijo; unas galleguiñas muy apañadas; y
el sevillano, simpático él, que acabó llamándome Lola de España, su mujer y sus
amigos; y la del Congreso y su marido. Un señor del que supe que hablaba cuando
se despidió y su mujer de origen francés. Había más, pero no recuerdo nada por
lo que destacaran. Señorita solitaria hizo muy buenas migas con las argentinas
buenas y cuidó de una de ellas todo el rato. La otra, muy simpática, estuvo
disputándose al Papa con la guía delante de la catedral de Palermo, bajo una
única palmera, apelotonados bajo su sombra. Les dijimos que podían quedarse con
él y de paso, con unos Borbones y un Urdangarín de regalo. Luego pasamos al
interior donde me quedé con las ganas de hacerme con un trocito de la plata de
la urna de Santa Rosalía......
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En Monreale, dentro de la catedral
normanda, la guía peleona dijo que allí los franceses no tuvieron nada que
hacer y preguntó si había alguna persona que tuviera algo que ver con el país
de los gabachos. Yo, se identificó, la mujer del que creí mudo, y añadió que no
era para nada chouvinista, así que no hubo disputa. El argentino no tan bueno
había comenzado a dárselas de entendido y no dejaba escapar momento para
demostrarlo. Ni caso. Nadie.
......
Antes de visitar el Palacio Real, la guía
nos informó de que sólo podríamos visitar la Capilla Palatina porque aseguraban
que los congresistas seguían trabajando aunque estaban de vacaciones. A lo
largo del viaje hizo muchos comentarios cargados con metralla de ironía,
aunque, eso sí, aclaró desde el principio que no hablaría de políticos pero sí
de lo que hacían. El teatro Garibaldi, al que tildó de mercenario, estaba lleno
de pancartas. La crisis, dijo, como en España, no da para subvencionar la
cultura, pero sí para otras cosas. Del teatro Máximo nos dijo que ese verano
tampoco acogería conciertos como otros años. Aquí, a las puertas, rodaron la
última escena de El padrino, informó
de pasada, con un punto de desprecio porque la saga americana mostraba la mafia
casi como algo bueno. Nadie del grupo, a menos que no quisiera confesarlo,
visitó las catacumbas de los Capuchinos con sus muertos en las paredes, un
parque temático del terror en toda regla.......
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Cuando dejábamos
Palermo pasamos por la casa del juez Falcone, con el árbol cargado de mensajes
populares, y, ya en carretera, el lugar donde lo hicieron saltar por los aires
dejando un gran socavón en la autopista. Seguimos de camino a Segesta donde nos
esperaba un templo en una loma bajo un sol de justicia y unas chicharras
enloquecidas.
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** ESPERO QUE ME MANDÉIS CRÓNICAS DE VIAJES O COMENTARIOS SOBRE UNA CIUDAD QUE OS GUSTARÍA VISITAR.
9 comentarios:
Gracias, Fernando, por darle un sitio a mi Palermo en tu Nave.
Abrazos flojitos por la calor.
Encantado de leer esta crónica rebosante de humor sanabrio, me quedo.
Un abrazo, Lola. Y Fernando.
El Palermo de Lola como telón de fondo para un magnífico trabajo sobre dinámica de grupo... y con risas... genial!
Estupenda crónica que, como no podía ser de otra manera, incluye fauna y flora. Palermo a golpe de bisturi. Un placer leer a Lola, gracias Fernando. Abrazos.
Muy divertido, Lola, me he echado unas risas.
Miguel Ángel, Dominique, Agus, Manu, mil gracias por comentar. Me alegro de os haya divertido.
Besos a puñados.
Llego tarde, pero llego. Me alegro de no habérmela perdido, Lola; porque además de ser una crónica divertida, destila esa ironía con la que desgajas la realidad.
Un abrazo para ti y otro para el anfitrión.
Palermo era la tierra de mis abuelos paternos, Lola, Fernando, gracias por permitirme viajar y conocerla.
Dos afectuosos abrazos
Más vale tarde que nunca, Pedro.
Había muchos argentinos viajando por Sicilia, Patricia. Me alegro de que la crónica te haya acercado a esa tierra.
Abrazos a pares.
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