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LA CIUDAD DE LAS PALABRAS
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Martin Luther King tuvo un hermoso sueño en el que la Humanidad se reconciliaba consigo misma. Yo también tuve un sueño. Un sueño mucho más modesto. Un sueño en el que charlaba con Daniel de cosas banales, nimias, simples, asuntos cotidianos, como por qué el agua del mar es azul, la causa por la que el hielo está frío, si un gofre puede estar bueno sin resultar pringoso o lo buenos que están los sugus, las únicas golosinas que le gustan. Hablábamos sin parar frente a un océano embravecido en cuyo horizonte veíamos un sky line. La silueta de “La ciudad de las palabras”, un lugar de anchas avenidas en el que te regalan frases hasta hartarte, un sitio de calles brillantes hasta el que llegaremos a crowl cuando aprenda a nadar. Mientras miramos la guía de la ciudad y estudiamos todas sus posibilidades, mantenemos una conversación interminable, llena de esas pequeñas cosas que es la vida. Harvard, La Sorbona, la Nasa, el Premio Alfaguara y los grandes conflictos son palabras insustanciales. Un sugus de limón es la vida en estado puro. No hay nada más allá del sabor intenso de un sugus de limón bien ácido que se deshace pegado a los dientes. Sólo queda cerrar los ojos mirando al mar y saborearlo sintiendo cómo suenan las olas contra las rocas, salpicándonos la cara. Hablábamos sin parar pero sin ahogarnos, cogiendo aire para no dejar nada en el tintero. “Qué blanca es esta arena. Y qué suave”. “Está formada por conchas y polvo de roca. Se necesitan muchos años para eso”. Una gran conversación. Un toma y daca lleno de verbos y adjetivos, de colores, texturas, lenguaje y gestos. Una noche placentera y agotadora. La antítesis misma de la pesadilla. Me desperté sudoroso, fui a su habitación y entré de puntillas, pero ya estaba despierto. Parecía muy cansado, inquieto, y estaba empapado, con el pelo chorreando, como si no hubiera dormido bien, pero en su cara había una de esas enormes sonrisas que parecen escanearte con los ojos de arriba abajo, mirándote por dentro. Estaba feliz. Me agarró la mano, y con su lengua de trapo me pidió un sugus. “U sugu e limón”. Sé que esa noche tuvimos el mismo sueño. Y contemplamos a lo lejos, durante toda la noche, esa ciudad recóndita que algún día visitaremos: "La ciudad de las palabras".
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* Manu Espada es escritor y periodista. Actualmente trabaja en el libro Ladrón de palabras, dedicado a su hijo Daniel, un niño que lucha cada día contra el autismo.
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** ESPERO QUE ME MANDÉIS CRÓNICAS DE VIAJES O COMENTARIOS SOBRE UNA CIUDAD QUE OS GUSTARÍA VISITAR.
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** ESPERO QUE ME MANDÉIS CRÓNICAS DE VIAJES O COMENTARIOS SOBRE UNA CIUDAD QUE OS GUSTARÍA VISITAR.
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25 comentarios:
Me encantó tu relato Manu, me conmovió por lo que tiene de real; deseo de corazón que tu hijo y tú lleguéis pronto a esta ciudad. Nadie mejor que su padre para guiar a su hijo...
Un saludo indio
Mitakuye oyasin
No sé qué decir.
Tú ya sabes.
Devuelves la esperanza, porque haya gente que lo entienda. Gracias.
Ese sugus de limón dará el sabor necesario hasta llegar a "La ciudad de las palabras" de eso estoy segura...
Daniel, es precioso, sus ojos hablan tiernos
Un relato que emociona, amigo Manu
Besicos, pero repártelos con Daniel
La ciudad de las palabras, sitio curioso, Manu, por donde todos, si hay suerte, transitamos en alguna ocasión. Lo importante es saber volver. Algunos viven allí, y desde allí dosifican el vocabulario, como Daniel, cuyo léxico surge hacia dentro, para que los grandes iniciados como tú lo interpreten. Desde mi aprecio, querido tocayo, sugus para todos
Qué bonito, Manu. Me ha encantado! Ójala visites con tu hijo esa ciudad traspasando sus murallas. Un beso enorme
Comentar es estropear tus palabras. Así que simplemente, un abrazo emocionado para cada uno.
Una hermosura de niño, y un lenguaje que os une más que las palabras. Donde haya un sugus, un sueño y un despertar juntos hay una ciudad, la que vivís. Llena de caminos por recorrer.
Me ha gustado tu relato, tan intenso. Un abrazo Manu
Beatriz
No conozo a Daniel pero sí a Erik, el hijo de Anabel (una amiga común). A través de Erik veo a Daniel y a través de Daniel veo a Manu dibujando esa ciudad con trazo firme, lleno de esperanza. Y entiendo, o creo entender, el valor de cada una de sus calles fraseadas. La sonrisa al despertar de Daniel tiene que ser como la que he visto en Erik, armando sus prioridades capaces de deslumbrar al profano.
El texto me recuerda un poema de Philip Levine, titulado "La simple verdad", escrito en un contexto diferente pero dando un extraordinario valor a lo inmediato, a lo esencialmente concreto, resaltando el poder de los pasos en la dirección adecuada.
La ciudad de las palabras no parece sujeta a coordenadas de espacio, sino a la voluntad de abrirse paso a partir del handicap que nos impone el destino. Porque hay viajes que emprendemos por pura distracción, y otros que necesitamos convertir en nuestra razón de vivir.
Un texto sensible, lleno de coraje y de fe en el futuro. Gracias a Manu por compartirlo y a Fernando por subirlo a la Nave.
Qué sueño tan hermoso, Manu. Qué bien contando. Sin lagrimeos ni suspiros tontos, cómo emociona esa conversación. Seguramente soñasteis los mismo; por tanto, lo hablado no fue un sueño. Eso ya los sabéis los dos.
Un abrazo enorme que os abarque a los dos.
Manu, con lo difìcil que es expresar sentimientos con palabras y llegar al corazòn, lo superas con creces .Daniel puede presumir de padre y estar orgulloso de ti.
No sé si la palabra ¡Gracias! es suficiente, no lo sé. Es la única que se me ocurre para ofrecer a Manu y a Daniel por compartir este texto.
Y a Fernando por publicarlo.
Besitos
Esta crónica anhelada tiene la virtud, Manu, de abofetearnos y ponernos en nuestro sitio. Nos enseña a dimensionar nuestras realidades y nuestras soberbias. El conocerte, además, lo hace todo mucho más cercano, más real.
Me sumo al pedido de Manuel. ¡Sugus para todos!
Un abrazo para ti, otro para Fernando y tres besos a Daniel.
Brillante, Manu.
"La ciudad de las palabras" podría ser un lugar perfecto, sin duda.
Un fuerte abrazo para ti y Daniel.
Precioso. Un beso enorme a los dos.
Todo lo que va ocurriendo a tu alrededor va configurando la forma en la que percibes la realidad, en este caso se amplifican las pequeñas cosas y las grandes se salen de cuadro. Por eso también cambia la forma de contar el mundo. Gracias a todos por los comentarios y a Fernando por permitirme enseñar esta guía de viaje. Un abrazo.
Hola, Manu.
El sugus de limón es el puente entre ambos y quizá el modo en que el sueño, ¿quién sabe?, pueda hacerse cada vez más una realidad.
Un texto hermoso que dibuja una de las múltiples caras del TEA.
PD: Mi apoyo en tu lucha y en la de Daniel.
Un abrazo muy grande.
Querido Manu.
En el koala había un micro dedicado al hijo autista de una amiga. Sirva esta ocasión para dedicárselo a Daniel.
Un abrazo muy fuerte,
Ginés
AUTISMO O EL ARTE DE VER LAS COSAS
Donde el hombre contemplaba un viejo puente de madera abandonado, el niño veía uno hecho de plumas cruzado por una manada de elefantes violetas, un grupo de árboles que andaban sobre sus raíces, algunos koalas bailarines, una corte de duendecillos malabaristas y al mismo hombre en sentido contrario, con gafas oscuras, que intentaba esquivarlos a todos ayudándose de su bastón.
La fuerza de tus palabras es tan intensa que no me extraña que Daniel la sintiera en tu relato, ni que la sienta en la realidad. Tiene al mejor compañero de viaje posible.
Un abrazo.
Gracias por el regalo, Ginés, precioso texto. Ellos ven así las cosas, por eso los adultos dicen que los raros somos nosotros, los neurotípicos, porque no somos capaces de verlas a su manera. Un abrazo.
Un sugus de limón. Preciosas palabras, Manu. Hilo de seda, tu escritura, para bordar cada una de las letras de tan tierno relato.
Abrazos para anfitrión y visitante.
La ciudad de las palabras: Bonito destino. Llegaréis de la mano y tú serás el mejor Cicerone para tu hijo.
Un abrazo
Me quede un buen rato mirando a Daniel... y hablamos. Un abrazo
El otro día. no hace mucho, estuve con un niño como Daniel. Se bañaba en el río, un río que para él era como el mar. Al verlo, me acordé de vosotros.
Será un hermoso libro, como este texto. Como Daniel.
Un abrazo
Contigo de la mano y saboreando un sugus de limón, llegaréis juntos a la ciudad de las palabras. Precioso relato, Manu, que sale desde tu corazón y nos llega tan adentro. Compartir esos momentos con tu hijo es lo más hermoso, tan dulce como los sugus. Besos
Gracias Manu por compartir tu sueño. Os deseo un feliz viaje.
Abrazos
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