domingo, 24 de julio de 2011

¿Cuentos, microrrelatos? Móviles


En Los objetos nos llaman (Seix Barral, 2008), de Juan José Millás, hay un cuento brevísimo, titulado "La verdadera muerte de mamá", que si le quitáramos un par de innecesarias digresiones y lo podáramos un poco de aquí y allá, sin perder por ello su esencia, podría pasar perfectamente por un excelente microrrelato. Este podría ser un sencillo ejercicio para distinguir un cuento de un microrrelato, tras constatar que, pese a su cercanía y la confluencia de una serie de elementos en común, no responden ni a los mismos mecanismos narrativos, ni mucho menos a una actitud semejante del autor ante el texto literario. Como escribía recientemente Javier Cercas ("La tercera vedad", El País, 25 de junio del 2011), los géneros literarios se distinguen por sus rasgos formales, pero tal vez también por el tipo de preguntas que plantean y por el tipo de respuestas que dan. Estos rasgos son algo que hasta los narratólogos españoles que con tan escasa pericia se han ocupado del microrrelato podrían apreciar, si por un momento dejaran de atiborrarse de teoría, a menudo mal digerida, leyeran más textos de ficción, y tuvieran un gusto y criterio mejor formado. Pero, claro, sería demasiado pedir, a quienes tanto les gusta hacer ostentanción de su embotamiento.


Por otra parte, “La verdadera muerte de mamá” es un ejemplo del papel trascendental que desempeña el móvil en la sociedad actual, hasta tal punto que para el protagonista su madre no muere realmente hasta que no se convence de que el teléfono ya no la mantiene vinculada con otra persona. Por tanto, hasta que no se le agota la batería, como si se tratara de un órgano vital. Además, el texto se vale de una pequeña intriga, pues el móvil puede esconder los últimos secretos de un difunto, ¿quizás una última relación sentimental, desconocida por el hijo? Si bien estas expectativas no se cumplen, por otro lado, como la madre ha muerto de repente, el lento agotamiento de la batería del móvil, supone, en cierta medida, una forma de poder acompañarla en su agonía. Al fin y a la postre, el móvil ha acabado convirtiéndose en el último vínculo del ser con la vida.
 

En la serie Mad men, el protagonista Don Driper, esconde todos los secretos de su enigmático pasado en una caja de zapatos. En esas fotos, documentos y chapas militares se halla contenida su historia personal, hasta que conoce a Betty, su actual mujer. La desgracia para el protagonista es que su esposa se topa con este agujero negro cuando él está vivo y ella puede pedirle cuentas. Hasta no hace mucho, nuestra vida, los recuerdos, cabían en el cajón de un mueble, cerrado con llave, o en una caja de dulce de membrillo que un día aparecía en el fondo de un armario ropero de tres cuerpos. Hoy, como cuenta Millás, quien quiera irse tranquilo al más allá, si es que mantiene algún secreto inconfesable, deberá dejar limpio de texto y fotos el móvil y el ordenador. En fin, no digáis luego que no os lo advertí.
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5 comentarios:

Jesus Esnaola dijo...

Tienes mucha razón, se puede convertir en un microrrelato muy fácilmente, y no por el recorte de palabras que pueda adecuarlo a lo admisible, sino porque al eliminar las digresiones se convierte en una historia contada con lo mínimo y que dice lo máximo gracias a la elipsis, ya que la eliminación de las digresiones amplía enormemente la fuerza de ésta.
Por cierto, para quien no la tenga a mano puede leerla aquí:

http://www.interviu.es/opinion/papel-mojado/la-verdadera-muerte-de-mama

Muy interesante.

Fernando Valls dijo...

Nuchas gracias, Jesús, por el enlace. Abrazos.

César Socorro dijo...

Gracias por tan buen articulo. Comparto este punto de vista del microrrelato. Saludos.

Isabel dijo...

Gracias por la entrada, intento aprender y gracias a Jesus por el enlace.

Saludos

Hiperbreves S.A. dijo...

Me preocupa la inagotable acumulación de recuerdos virtuales que hacemos cada día... Antes teníamos 20, 30 o 100 fotos de toda nuestra infancia... ahora los niños tiene 300.000 fotos, 500 vídeos en HD, 1.500 vídeos en diferentes móviles... Tenemos miles de recuerdos que no son más que unos y ceros... ¿Viviremos arrastrando y mimando vetustos discos duros?