sábado, 16 de abril de 2011

En la muerte del traductor Miguel Martínez-Lage


Siempre he sentido un gran respeto por los buenos traductores y Miguel Martínez-Lage (Pamplona, 1961) lo era. Los lectores tenemos una deuda con él. Acaba de morir en Vera (Almería), donde se había retirado a vivir y estaba traduciendo a Samuel Beckett. A Miguel lo conocí hace años en Tarazona, en los encuentros de traductores que con sus buenos oficios comandaba mi buen amigo Paco Uriz. Pronto me entendí bien con él y durante un tiempo mantuvimos correspondencia y tuve noticias suyas por medio de una de mis alumnas, Eugenia Vázquez, que colaboraba y perfeccionaba el oficio con él. Más allá de unos pocos datos objetivos, poco puedo decir de él, pero Antón Castro le ha dedicado una entrada en su extraordinario blog, a la que os remito, y hoy en La Vanguardia aparece una necrológica, bien trazada, del escritor y crítico literario Robert Saladrigas.

En el 2008 obtuvo el Premio Nacional de Traducción por su versión de la Vida de Samuel Johnson (Acantilado), de James Boswell, trabajo al que le dedicó seis años y toda una vida de lecturas. Estudió Filología Hispánica en la Universidad de Navarra y en la Autónoma de Madrid y tiene en su haber versiones de Martin Amis, Auden, Saul Bellow, Don DeLillo, Hemingway, Henry James, Orwell, Ezra Pound, Evelyn Waugh, Eudora Welti, Virginia Woolf, Joseph Conrad, Edgar Allan Poe, Coetzee, Faulkner, Beckett, Stevenson, William Gaddis o Steinbeck. En el 2009 publicó un libro de versos de título poco afortunado, La coz en el tintero. En fin, mucho me temo que se ha ido uno de los grandes traductores del inglés, lo que desde luego resulta trágico en una cultura tan famélica como la nuestra.

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6 comentarios:

David Pérez Vega dijo...

Hola:

Si en la entrada anterior hablé de una coincidencia sobre Berti, me ha ocurrido otra respecto a esta nueva.

Ayer viernes compré en La tarde Libros, una interesante librería de segunda mano de Madrid, "En medio de ninguna parte" de Coetzee, traducido por Miguel Martínez-Lage.
Es una pena que desaparezca un buen traductor. Yo diría que algunos (Miguel Sáenz, Carlos Manzano, Ramón Buenaventura...)hacen que mejore el original.

Saludos
David

NáN dijo...

Cuando vi la noticia en primera página de El País online, me extrañé. Pensaba que los traductores no existen, sino para ellos mismo. Conocimientos y paciencia son cualidades del pasado. Pero si repaso mi bliblioteca, encontraré muchos libros traducidos por él. Por cada uno de ellos, un agradecimiento a su obra.

Isabel Mercadé dijo...

No lo conocí, pero por lo que dicen y me han dicho, una auténtica pérdida.
Que tengas buenos días, Fernando.

Anónimo dijo...

Miguel ers mi amigo, un hombre sabio, con una cultura literaria vastísima, risueño, conversador hasta el agotamiento, y con una mirada dulce que desmentía la coraza de su arborescente erudición. Le gustaba beber, le gustaba fumar, le gustaba la amistad y la cultivaba. Era un superdotado. Y una buena persona.
Descansa en paz, amigo.
Juan Gracia Armendáriz

Anónimo dijo...

Querido Fernando,

Gracias por este entrañable recuerdo de Miguel, en nombre de sus amigos. Ha sido un golpe duro para todos.

Tuve la suerte de aprender junto a Miguel el oficio, como bien dices, pero más aún de ir más allá del discipulazgo y compartir su amistad. Me siento muy afortunada por ello.

Al parecer, va a organizarse un acto de homenaje por iniciativa de La Central. Te mantendré al corriente, si te parece. Sería una magnífica ocasión para vernos, han pasado años desde que nos encontramos por última vez (entrando aceleradamente en el Mercat de les Flors, creo recordar). Sigo con asiduidad tu blog, aunque hasta hoy no me había hecho visible.

Un beso grande y hasta pronto, espero.

Eugenia

Fernando Valls dijo...

Eugenia, querida, me alegra tener noticias tuyas, después de tanto tiempo. Por favor, tenme al tanto de ese homenaje en La Central, al que si puedo asistiré encantado. Besos.