miércoles, 27 de abril de 2011

Literatura culta y literatura popular

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Estoy leyendo El Diablo Mundo, de Espronceda, para explicarlo en una de mis clases. Domingo Ynduráin llamó la atención sobre la presencia de los pliegos de cordel en esta literatura culta, algo, por otra parte, frecuente en todo el Romanticismo. Esa convivencia de lo culto y lo popular volvemos a encontrarla en Valle-Inclán, Lorca, Jardiel y Mihura, en Cela, pero también en Juan Perucho, Manuel Puig, Vázquez Montalbán, Terenci y Ana María Moix (recuérdese, por ejemplo, Baladas del dulce Jim, 1969, que acaba de reeditar Bartleby), Eduardo Mendoza o José María Merino. Y paremos aquí para no hacer la lista interminable. En suma, que esta convivencia o mixtura tampoco es una aportación de la posmodernidad, ni siquiera de la llamada cultura pop. Y es que el desconocimiento de la historia literaria, de la tradición, suele desembocar a menudo en el descubrimiento de la sopa de ajos...
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8 comentarios:

ÁNGEL dijo...

Tu referencia a Domingo Ynduráin me ha traído a la memoria las clases en la UAM del maestro académico, cuando habría una vieja carpeta que contenía apuntes y viejos textos comentados, y tomando entre sus manos "Razón de amor: con los denuestos del agua y el vino" (por ejemplo), decía: "échenle un ojo a los versos 12 al 16". ¡Sopa de ajo! ¡Qué rica!

ÁNGEL dijo...

Quise decir "abría", claro.

´´ dijo...

¿El desconocimiento de la historia de la literatura a que se debe? Se supone que a los escritores les gusta la lectura que no se ponen a escribir por escribir, un científico investigando sobre algo ya descubierto es impensable , un músico que se ponga a tocar bebop sin conocer a Parker y diga que eso es nuevo, tampoco parece probable.
La explicación que veo es que van dirigidos a un público nuevo, un público no lector y que entonces sí que todo es nuevo, algo de eso leí en este post:

http://desdelaciudadsincines.blogspot.com/2010/02/nocilla-experience-por-agustin.html


“El mercado lo suelo hacer periódicamente (yo soy profe de eso, también pasé por la facultad de físicas): un estudio de mercado para ver qué segmento de público no tiene el producto que necesita. El resultado del estudio es el siguiente: existen veinteañeros o treintañeros que habitualmente no leen, les gustan las películas, los videojuegos, la ropa, y encontrar novedades dentro de la música pop. Las conclusiones del estudio son: tenemos que captar a este público, y, como hacen ahora los publicistas de la televisión con sus anuncios donde fomentan la nostalgia por la infancia perdida de los treintañeros (los playmovil, el grupo Parchis), F. Mallo con habilidad (esto hay que decirlo) crea un producto para ellos: el concepto nocilla, reconocido por consumidores de música pop, con esa nostalgia infantil de la que hablábamos. El producto no debe de ser demasiado sesudo, o sofisticado, o marginal: se debe deglutir rápido, debe conseguir alguna sonrisa, así se citan a grupos musicales patrios como Astrud, propios de modernos pop, y se elude la introspección filosófica, ¿qué puede hacer sonreír a los treintañeros pop? Uhhmm, pues hombre un buen chiste de pedos no debe sobrar, y ahí va en la página 92.”
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Vamos que no creo que tengan previsto que la crítica entre en su producto o que sus lectores hagan caso a esos críticos.

Antonio Tello dijo...

Hace un tiempo, en la presentación de un libro de una joven autora presentada por otra joven y mediática autora (que no dejó casi hablar a la presentada) se afirmó que la fragmentación narrativa y las interpolaciones temporales eran una creación original de la «generación nocilla» como fruto de la apliación ¡las nuevas tecnologías! (e.mail, blogs, etc.) a la creación literaria. Como tú dices, Fernando, la falta de cultura literaria lleva al descubrimiento de la sopa de ajo.

Miguel A. Zapata dijo...

Pues sí, es gracioso pensar en Juan Ramón Jiménez, Martín Adán o Pablo Palacio como escritores posmodernos ("Platero y yo", "La casa de cartón" o "Vida del ahogado" son precisamente novelas fragmentarias, con hipertextualidad y digresiones poéticas acusadas en los dos últimos). Unos gafapasta de pajarita y sombrero de felpa, que escuchaban a Gardel o La Piconera en vez de a Astrud o Los Punsettes. Y sí, es un problema de cultura literaria, pero también una habilísima puesta en escena de ciertos grupúsculos: si insisto con firmeza en la novedad radical de mis planteamientos estéticos, algo de verdad habrá en ello; lo demás, son matices, y a río revuelto... Ahí está, de hecho, Pierre Menard para enseñarnos que todo hecho creativo es susceptible de ser considerado como único y fundacional por el hecho de suceder en un tiempo concreto e intransferible. Jugando bien estas cartas, se puede hacer pasar chopped por jabugo. También, por supuesto, hacer obras poderosas y bellas, pero eso no tiene ya nada que ver con el envoltorio ni con el lazo que lo remata.

Fernando Valls dijo...

De chopped a jabugo sí que es toda una mutación..., pero ¿será after pop?.

Miguel A. Zapata dijo...

¿After chop, quizá?

Fernando Valls dijo...

Lo malo del after chop es que resulta ch#porífer$...