A ese extraordinario escritor que es Juan Eduardo Zúñiga, una de mis más fervientes devociones, acaban de concederle el Premio Terenci Moix por su libro Desde los bosques nevados, publicado por Galaxia Gutenberg. En este libro se recogen dos trabajos anteriores suyos: El anillo de Pushkin y Las inciertas pasiones de Iván Turgueniev. La verdad es que no se me ocurren dos personalidades más opuestas que las del autor madrileño y la del catalán, y sin embargo, conociéndolos a ambos creo que quien escribió El día que murió Marilyn, dondequiera que esté, se sentirá satisfecho de que su nombre haya quedado unido para siempre al autor de Capital de la gloria. La trayectoria de Juan Eduardo Zúñiga es tan singular e importante, sobre todo en el territorio de la narrativa breve, que ya debería tener en su haber el Premio de las Letras Españolas, o el Menéndez Pelayo que concede la UIMP; no en vano, Zúñiga es de esos pocos autores que prestigian los premios que obtiene......
domingo, 17 de abril de 2011
Zúñiga, premio Terenci Moix
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Publicado por
Fernando Valls
Etiquetas:
Premios literarios
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5 comentarios:
Magnífica noticia. Desde que descubrí "Largo noviembre de Madrid", he leído todo lo que he podido de Zúñiga, un narrador extraordinario al que no se le ha hecho justicia nunca. Todo reconocimiento es bienvenido.
Saludos
Jesús, no te pierdas su último libro de cuentos, `Brillan monedas oxidadas´. Saludos.
En víspera de Sant Jordi, toda recomendación es bienvenida. Tomo nota.
Da que pensar esta continuidad que el azar ha deparado en La Nave de los Locos entre la muerte en su plena madurez de Miguel y el esplendor en su rotunda vejez de Juan Eduardo. La vida es, sin duda, enigmática, quizá porque resulta irreductible a nada que no sea ella misma, algo sobre lo que Martínez-Lage trabajó en algunas de sus traducciones predilectas (Beckett, Coetzee, Faulkner) y acerca de lo que Zúñiga ha reflexionado como pocos en su pasión rusa. Ambos, en todo caso, han sido grandes a su manera; es decir, discretamente.
Un abrazo,
Ricardo MS
Pues, sí, querido Ricardo, la discreción se ha convertido en un valor tan insólito que las pocas veces que aparece tendremos que ponderarla. Abrazos.
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