martes, 26 de abril de 2011

En la muerte de Gonzalo Rojas


Con motivo del fallecimiento del poeta chileno Gonzalo Rojas (Lebu, 1917-2011), puede leerse una amplia muestra de su obra en la recopilación que Nicanor Vélez preparó para Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, con el título de Concierto. Antología poética (1935-2003), aparecida en el 2004. En 1991 se autodefinió así: "Poeta a la intemperie y desinstalado en el mejor sentido, siempre fui un movedizo y hasta un errante, y sólo amé la libertad con todos sus riesgos. Más que geómetra equidistante fui un anarca conforme al término esclarecedor del viejo Ernst Jünger, disidente y nunca obsecuente, mi pasión fue la búsqueda; la búsqueda del absoluto. Por eso no fui hombre de la adhesión total y estuve lejos del sectario. No me instalé con negocio alguno en cuanto a ortodoxia. Así y todo luché contra la injusticia y creo haber sido un testigo de mi pueblo y de mi tiempo".

......
"La loba"
....
Unos meses la sangre se vistió con tu hermosa
figura de muchacha, con tu pelo
torrencial, y el sonido
de tu risa unos meses me hizo llorar las ásperas espinas
de la tristeza. El mundo
se me empezó a morir como un niño en la noche,
y yo mismo era un niño con mis años a cuestas por las calles, un ángel]
ciego, terrestre, oscuro,
con mi pecado adentro, con tu belleza cruel, y la justicia
sacándome los ojos por haberte mirado.
.....
Y tú volabas libre, con tu peso ligero sobre el mar, oh mi diosa,]
segura, perfumada,
porque no eras culpable de haber nacido hermosa, y la alegría]
salía por tu boca como vertiente pura
de marfil, y bailabas
con tus pasos felices de loba, y en el vértigo
del día, otra muchacha
que salía de ti, como otra maravilla
de lo maravilloso, me escribía una carta profundamente triste,]
porque estábamos lejos, y decías
que me amabas.
.....
Pero los meses vuelan como vuelan los días, como vuelan
en un vuelo sin fin las tempestades,
pues nadie sabe nada de nada, y es confuso
todo lo que elegimos hasta que nos quedamos
solos, definitivos, completamente solos.

...
....
Quédate ahí, muchacha. Párate ahí, en el giro
del baile, como entonces, cuando te vi venir, mi rara estrella.
Quiero seguirte viendo muchos años, venir
impalpable, profunda, girante, así, perfecta, con tu negro vestido]
y tu pañuelo verde, y esa cintura, amor,
y esa cintura...

Quédate ahí. Tal vez te conviertas en aire
o en luz, pero te digo que subirás con éste y no con otro:
con éste que ahora te habla de vivir para siempre tú subirás al sol, tú volverás]
con él y no con otro, una tarde de junio,
cada trescientos años, a la orilla del mar,eterna, eternamente con él y no con otro.

........

....

No hay comentarios: