jueves, 20 de enero de 2011

La otra Roma de Pedro Herrero

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"Aromas de Roma"
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Todos los caminos llevan aroma. Y a Roma, por supuesto. Pero lo mejor de las frases universales es apreciar lo que tienen de intransferibles en cada individuo. Porque todos quienes hemos estado en una ciudad guardamos recuerdos diferentes, aunque hayamos tenido las mismas experiencias. Y aunque nos pongamos de acuerdo en que aquello que más nos gusta de una ciudad es la posibilidad de volver a visitarla.
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Mi Roma es la ciudad de los atascos de tráfico y de las órdenes religiosas. Jamás he visto tantas sotanas de tantos colores diferentes, ni tantas colas en un restaurante para comer prácticamente de pie. Tampoco recuerdo unos adoquines tan despiadados (qué necesidad tenían de echar leones a los cristianos, si bastaba con hacerles recorrer a pie la ciudad). Ni tantos coches de policía camuflados, ni tantas monedas lanzadas al aire. Pero me refiero siempre a opiniones personales. Porque si entramos a comparar los helados artesanos o el café, entonces se hace más evidente que una gran ciudad, como una gran mujer (desde mi perspectiva masculina) nunca da dos besos iguales.
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Soy de los que no soportan la pasta al dente. Siento mucho ganarme así el desprecio de los puristas, pero no doy la talla. Aún recuerdo la semana que pasé en ruta por Sicilia, soportando la consabida ración de maccheroni en cada hotel donde hacíamos escala. Me pareció una práctica tan salvaje como someter a un turista, de paso por España, a una dieta diaria de paella. Si al menos la pasta hirviera un poco más sería más digestiva. Pero soy consciente de que discutir la cocción de la pasta es como poner en tela de juicio la infalibilidad del Papa. Según la receta ecuménica, los spaguetti deben cocerse sólo en superficie, dejando crudo el interior. Por eso, Dios me guarde de revelar el tiempo que empleo en preparar mi versión agnóstica de dicho manjar.
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También soy de los que intentan viajar en el tiempo, o al menos reconocer que la diferencia horaria no es la única que une o separa las coordenadas en las que nos toca vivir. La verdad, no me importa que mi habitación en tránsito disponga o no de minibar. Pero si hay una televisión, no sé privarme de inspeccionar el menú de canales, en busca de algún resto arqueológico. Llegar a París y ver películas de Fantomas tiene su lógica. Y quizás, en la era Berlusconi, también es natural que la televisión pública italiana programe cintas como Gunga Din, en horario de máxima audiencia. Y que -el otrora mamporrero- Terence Hill (Mario Girotti para los de casa) siga protagonizando series, ahora reciclado en sacerdote.
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Supongo que con todas estas opiniones no me alejo de los tópicos. Aun considerando que sólo visita de veras una ciudad quien se pierde en ella, no quien sigue la estela de un grupo concertado, a la caza de souvenirs. Por ello me quedo con la sonrisa de la anciana (debió ser bellísima en su juventud, y cuántas cosas vería en aquel lugar) de una pequeña tienda de la Via del Plebiscito, que tardó una eternidad en venderme unos guantes. O con el descaro del agente que me alquiló un apartamento en la Piazza del Teatro di Pompeo, y aún espero que me devuelva el cambio del importe. O con la paciencia del conductor del autobús en Porta Portese, que me vio venir corriendo a lo lejos y mantuvo abierta gentilmente la puerta del vehículo. Ello, claro está, sin menospreciar las tiendas de Via Veneto, ni la ropa tendida en los balcones del Trastevere. Cuántas Romas no habrá escondidas para tantos ojos y oídos, y para tantos gustos y paladares.
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* El viaje y las fotos son del verano pasado. Todas las fotos están hechas por Pedro, salvo aquella en la que aparece él, que la hizo su hija Marina. Para los curiosos diremos que lo que come Pedro, parece que con cara de resignación, son unos spaguetti a la vongole.
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16 comentarios:

Beatriz AA dijo...

Genial la primera frase. De esas que te detienen... luego seguí y seguí tu crónica hasta el final, asi como hice con las de Fernando en la misma ciudad... ¡que también visité hace menos de un año!

Pepe dijo...

Coincido con "Sinsellos", una estupenda frase inicial que no deja más remedio que dejarse ir hacia el final de texto. Luego, el característico y singular humor de Pedro, que siempre armoniza a la perfección con su cálida narrativa. Estuve en Roma hace un par de años, ahora he regresado y vuelto a disfrutar algo más que helado.
Muy bien, como siempre, querido Pedro. con al prosa y la cámara fotográfica.

Miguel A. Zapata dijo...

Coincido (y III) con vosotros. Un texto que se abre con el bellísimo "todos los caminos llevan aroma" tiene por fuerza que ser brillante, e incluso ya está justificado per se. Estupendo Pedro Herrero.

Araceli Esteves dijo...

Su sentido del humor y sus extraordinarios y curradísimos comentarios sobre los textos que lee, hacen que Pedro nos caiga bien sin conocerle en persona.
Por eso le perdonamos que le guste la pasta demasiado cocida.

Pedro Herrero dijo...

Beatriz, Pepe: gracias por vuestros amables comentarios. Creo que si tuviéramos ocasión de hablar de una ciudad en concreto, todos nosotros evocaríamos experiencias entrañables. Agradezco a Fernando que me haya dejado colar mis impresiones y mis fotos.

Gemma dijo...

Muy buenas también las fotos, Pedro. Me ha inquietado especialmente la de la señora con la mirada puesta al infinito, mientras a pocos metros de ella un albatros se debate entre entrar o no a la tienda...
Casi me ha hecho pensar en los cuadros surrealistas de Delvaux, que tanto me gustan.
Abrazos romanoberlineses

Pedro Herrero dijo...

Miguel Ángel, me siento muy honrado por tu comentario. Araceli, no sabes cómo me alivia que pases por alto mis discretas dotes culinarias. Yo tampoco te conozco en persona, y saber que tal vez la pasta al dente me acabaría gustando, cocinada por ti, añade más pesar a esta falta de contacto.

Gemma, la historia del albatros (yo pensaba que era una gaviota) es realmente increíble. El apartamento donde me alojaba cae cerca de una pescadería. Y yo tengo por norma, cuando estoy de viaje, salir a echar fotos de buena mañana. Es algo que forma parte de mi higiene personal. Pues bien: allí estaba siempre ese pajarraco, plantado frente a la puerta del establecimiento, haciendo gala de un civismo extraordinario, al que se sumaba la señora que también madrugaba lo suyo. A esa hora, los dueños del local colocaban las cajas en el mostrador, y ya debían tener asumido que los clientes más fieles siempre son los primeros.

Nuevamente, gracias a todos, y un fuerte abrazo.

Fernando Valls dijo...

Pedro, me temo que Gemma, en esta ocasión, se ha dejado llevar por la literatura y que, en efecto, más que albatros, un ave marina que suele encontrase en los mares del norte, en el Antártico y en el Pacífico, es gaviota. Pero si nos quitan esa inocente mitomanía, qué nos queda. Abrazos.

ANTONIO SERRANO CUETO dijo...

No conocía esta faceta de escritor de viajes de Pedro, pero, dados su capacidad y talento, no me extraña. Con humor, como siempre. Un abrazo.

Pedro Herrero dijo...

Bueno, Fernando, no creas que yo soy un experto en aves marítimas y terrestres. El otro día andaba con mi hijo por un camino rural, cercano a mi domicilio. Y al oir cantar a un pájaro (al que no vi porque me lo tapaban unos árboles), me dio un arranque pedagógico y dije, muy seguro: fíjate, hay que ver cómo grita esa urraca. Es un cuervo, papá, respondió mi hijo sin inmutarse. O sea que nada, dale un beso a Gemma de mi parte.

Un abrazo también para ti, Antonio. Tus crónicas desde Bélgica me han transmitido ese mismo espíritu de convertir un lugar de paso en un ámbito tan cercano como el propio hogar. Aprovecho para felicitarte por la promoción de tus últimos libros.

Fernando Valls dijo...

Uff, me alivia, Pedro, aunque sea mal de muchos, consuelo de..., saber que no soy el único que confunde una urraca con un cuervo; o que apenas sepa uno distinguir un árbol de otro, aunque para los que somos aficionados a poner las cosas por escrito resulta una grave carencia. En fin. Abrazos.

Emilia Oliva dijo...

Me sumo a la hilera de alabanzas de ese hermoso texto lleno de humor que nos has dejado. Envidia de primera frase y del deslizarse del texto. De Roma tengo la visión de Fellini y Pasolini, los poemas de Alberti, Roma, peligro para caminantes y esa vista del Vaticano llena de fieles de algunos telediarios... Ahora sumo esta visión tuya, tan literaria también.

Isabel González González dijo...

Recomiendo la experiencia de atravesar el centro de Roma a bordo de un coche de los 'carabinieri', con las sirenas encendidas y camino de la comisaría para prestar declaración por el robo de tu cartera. Una experiencia kamikaze y 'felliniana' donde las haya. Divertida crónica, Pedro. Y sincera. Maravillosa Roma.
Un abrazo.

Pedro Herrero dijo...

Gracias, Emilia. Soy de los que piensan que esa foto de tu mano puede mejorarse. No así el apoyo incondicional que siempre me has prestado, y que nunca me canso de agradecer.

Ya lo decía yo, Isabel: todos tenemos historias ligadas a ciudades, tan exóticas como enriquecedoras. Me quedo con las ganas de saber más acerca de ese robo a la italiana. Gracias por tu abrazo.

Rosana Alonso dijo...

Llego tarde pero no importa. Se lee del tirón y es una crónica encantadora. Es difícil escribir fácil.

Un abrazo

Pedro Herrero dijo...

Rosana, acepto la dificultad de escribir, a cambio de viajar en vuestra compañía. Es todo un placer.