martes, 9 de noviembre de 2010

Berlín, 1938: la Kristallnacht

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Cuando en julio del 2006 me trasladé a Berlín, para pasar un año sabático, por una serie de azares, ese verano viví durante seis semanas en la Rykstr., en el barrio de Prenzlauerberg que empezaba a estar de moda entre los jóvenes profesionales con posibles. Frente al piso que ocupábamos provisionalmente se encontraba la sinagoga, vigilada por la policía durante las 24 horas del día. A veces, por el calor, me levantaba por la noche y miraba por las ventanas y allí estaba siempre el guardia, plantado, para evitar que se produjeran atentados. La principal peculiaridad de esta sinagoga es que fue la única que no fue incendiada durante la trágica noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, para evitar que el fuego se corriera a los edificios colindantes, ocupados por buenos arios.
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El año pasado por estas mismas fechas, la canciller alemana, Angela Merkel, quiso recordar el horror desatado por los pogromos nazis contra los judíos, durante una simbólica visita a la sinagoga de la Rykestrasse, la mayor de Alemania, alentando a denunciar el actual antisemitismo, venga de la ultraderecha o de quienes cuestionan el derecho a la existencia de Israel. Pero aunque no fue incendiada, los nazis la degradaron convirtiéndola en caballeriza. Hace dos años, ya restaurada, reabrió sus puertas con el retorno solemne de la Torá (libro de ley de los judíos).
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La Kristallnacht, o noche de los cristales rotos, fue un pogromo (linchamiento multitudinario, premeditado o espontáneo, de un grupo étnico, religioso o de otro tipo, acompañado de la destrucción o el expolio de sus bienes; aunque el término suele emplearse para criticar los actos de violencia contra los judíos) ocurrido en Alemania y Austria una noche como la de hoy, de hace setenta y dos años. Los historiadores han considerado que este ataque significó el paso previo para el inicio del Holocausto. Esa noche, la SS asesinó a más de noventa judíos, pero arrestó a miles en toda Alemania, destrozando además sus casas y comercios. Helga Narthorff, judía berlinesa, escribió en su diario: "En la Kurfürstendamm estaban tiradas maniquíes cubiertas de cristales. Los jirones de los vestidos ondeaban la viento por los agujeros de los escaparates. Los saqueadores habían perfeccionado la imagen de destrucción y de violencia. En las tiendas los cajones estaban abiertos, los tejidos desperdigados, los muebles destrozados, en añicos, la porcelana pisoteada, los sombreros deformados".
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Quizás esta historia empezó en el momento en que Herschel Grynszpan, un joven judío de Hannover que se había escapado a Francia, recibió una carta de su familia en la que le describía las pésimas condiciones que tuvieron que padecer durante las recientes deportaciones de judíos polacos de Alemania. Intentando mejorar su situación, se puso en contacto con Ernst vom Rath, secretario de la embajada alemana en París, quien no iba a ayudarlo precisamente, por lo que el 7 de noviembre, Grynszpan le disparó a Von Rath, quien murió dos días después a consecuencia de las heridas recibidas.
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Así, este asesinato les proporcionó a los nazis la excusa perfecta para llevar a cabo su venganza contra ciudadanos judíos de Alemania y Austria. Y aunque los ataques fueron planeados para que parecieran espontáneos, fueron orquestados por el gobierno alemán, dando órdenes a la policía, los bomberos y la Gestapo para que no detuvieran a los agresores. Lo que significa que la NSDP (Partido Nacional Socialista) estaba de acuerdo. Sabemos que fueron aprobados personalmente por Hitler, quien participó en la planificación de los hechos, aunque el organizador fue Goebbels. Se trataba de un castigo colectivo a los judíos, denunciado más tarde ante la Convención de Ginebra. Durante estos altercados de la noche del 9 al 10 de noviembre, en los que participaron las tropas de la SA y las juventudes hitlerianas, se dañaron o destruyeron, casi por completo, 1.574 sinagogas, la mayoría de las alemanas, muchos cementerios judíos y unos 7.000 comercios y almacenes judíos. Pero, además, fueron detenidos e internados en campos de concentración más de 30.000 judíos y murieron cerca de cien. El resto fueron sometidos a todo tipo de humillaciones, además de obligarlos a pagar una multa colectiva de mil millones de marcos al gobierno nazi. Göring llegó a decir: “La ciudadanía judía de Alemania, como castigo por sus crímenes abominables, tiene que hacer frente a una multa de mil millones de marcos. A propósito, debo reconocer que no me gustaría ser judío en Alemania”. Y aunque muy pocos se dieron cuenta de que en la noche de los cristales rotos se dio el primer paso para lo que luego sería la persecución sistemática y el asesinato de los judíos, aquellas cuarenta y ocho horas se convirtieron en una especie de ensayo general para las futuras deportaciones y el posterior exterminio sistemático de la mayor parte de los judíos que vivían en Alemania.
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La noticia se difundió en todo el mundo, pero como sabemos los países no reaccionaron con la contundencia debida. Así, por ejemplo, Estados Unidos retiró a su embajador, pero no rompió las relaciones diplomáticas con el estado alemán. En España, mientras que los franquistas justificaron y aplaudieron los ataques, el gobierno de la república lo condenó con firmeza y apoyando a los judíos. Pero, el día 11, un periódico suizo, el Bund, contaba lo siguiente: "En la Kurfürstendamm y en las calles colindantes grupos de cuatro o cinco jóvenes devastaban con martillos y sables los negocios judíos (...) Delante de los ultramarinos judíos los jóvenes repartían queso y otros alimentos que habían sustraído de los escaparates. La muchedumbre observa en silencio lo que ocurre". Y aunque la mayoría de los alemanes miraron para otro lado, sin involucrarse, no faltaron tampoco los que intentaron oponerse a tantas arbitrariedades, como el teniente de la policía Wilhelm Krützfeld, quien impidió que miembros de la SA le prendieran fuego a la sinagoga de la Oranienburgerstr., por lo que fue reprendido oficialmente y jubilado antes de tiempo.
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Inmediatamente después de los sucesos de la noche de los cristales rotos, los dirigentes del partido celebraron una reunión de la que se levantó acta, y en la que se muestra claramente, como el racismo y el expolio de los bienes materiales de los judíos por las élites del partido nacionalsocialista estaban estrechamente unidos, hasta tan punto que estos buenos arios acabaron convirtiendo en un saneado negocio el odio a los judíos pues se quedaron con sus casas y propiedades. Es lo que llamaron con cinismo "arianizar la economía". Durante el proceso de Núremberg, Göring, quien presidió citada la reunión, fue interrogado al respecto, autentificando el contenido de las actas e intentando exculparse, pero el fiscal desmontó sus argumentos con ironía, pues al fin y a la postre, todos los jerarcas nazis que acudieron a esa cita (Goebbels, el jefe de la Gestapo Heydrich, los ministros de Economía y Finanzas...) no eran más que una banda de malhechores que pretendían enriquecerse.
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10 comentarios:

Angeles Fernangómez dijo...

Gracias por esta información cruda, pero histórica. Buen ejemplo el de nuestra República.

Eduardo Berti dijo...

Muy bueno, Fernando.
Estoy leyendo en estos días "Una princesa en Berlín", de Arthur Solmssen y, si bien la acción transcurre un poco antes, creo que es un muy interesante retrato y relato de la Alemania de entreguerras y de la fermentación del nazismo. No sé si has leído esta novela y qué piensas de ella.
Un gran abrazo.

Fernando Valls dijo...

Pues, no la he leído, Eduardo, aunque me la han recomendado ya en varias ocasiones. Tendré que hacerme con ella. Abrazos.

Miguel A. Zapata dijo...

Interesantísimo, Fernando. Desconocía el dato de esa sinagoga salvada del fuego. Yo creo que, efectivamente, como dices, la "noche de los cristales rotos" fue el inicio de la impunidad. Más tarde, las infames leyes de Nuremberg y el Acta de Habilitación hicieron el resto. El antisemitismo (aun velado) hunde sus raíces en las tesis ultranacionalistas de Treitschke para el caso alemán, o en el escándalo del "caso Dreyfuss" en Francia. No es un hecho exclusivamente germano, sino parte del espíritu de afirmación del concepto nacional en Europa desde 1848, en el que el judío, su espíritu errante y apátrida, casaban poco con el "volkgeist" hegeliano.
Gracias por esa valiosa información, Fernando. Quizá mañana me sea de gran utilidad en clase.
Un fuerte abrazo.

Isabel González González dijo...

El estado alemán aniquiló aproximadamente a seis millones de judíos. A un ritmo de cien al día, número de víctimas de la 'Noche de los cristales rotos', habrían hecho falta casi doscientos años para completar semejante matanza. La violencia de los grupos descontrolados se fundamenta sobre la emoción violenta, pero dicha furia no puede mantenerse doscientos años. El holocausto difícilmente hubiera sido posible sin inventos tan típicamente modernos como la tecnología industrial, la burocracia, la división del trabajo, la jerarquía estricta de mando y disciplina y la aspiración a supeditar la realidad a un modelo prediseñado de orden: innovaciones todas ellas que también resultaron ser las causas primordiales de los espectaculares éxitos de la era moderna.
Zigumunt Bauman 'Mundo consumo'

Una reflexión para otra reflexión.

Elena Rius dijo...

Me sumo a la opinión de Eduardo, Fernando. Sobre todo si has vivido en esa ciudad, "Un princesa en Berlín" es una lectura muy ilustrativa, además de una buena novela.

Anónimo dijo...

Excelente blog, he encontrado en él varios materiales que necesitaba para elaborar actividades didácticas.
Gracias

Esther Andradi dijo...

Gracias Fernando por la valiosa información de tu blog. Solo una cuestión de tiempo, y por suerte no menor: han transcurrido sesenta y dos años de esta barbarie y no cuarenta y dos como dices. Abrazos

Fernando Valls dijo...

Gracias, Esther. Andas de matemáticas mejor que yo, pero no bien del todo. No son ni 42, ni 62, sino 72. O sea, que el tiempo pasa más rápido de lo que tú y yo podemos calcular. Saludos.

Esther Andradi dijo...

Razón tienes Fernando! Veinte años no es nada, dice el tango, pero diez son un montón! Más saludos