martes, 28 de julio de 2009

Los domingos de Treptower Park

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Una buena manera de recorrer el parque Treptower, si el día está bueno y soleado, es llegar hasta la parada de metro del mismo nombre y salir al sendero que transcurre junto al río Spree. Estamos en la antigua Alemania del este, y en una de las zonas verdes más extensas de la ciudad. Treptow fue una zona industrial, con fábricas químicas y de construcción de maquinaria. Este inmenso parque fue diseñado en 1876 por Johan Gustav Meyer. En 1919, Rosa Luxemburgo y sus camaradas lograron reunir aquí a 150.000 trabajadores en huelga. El andar debe ser pausado hasta toparse con un biergarten llamado Haus Zenner, que conserva una fachada clasicista del siglo XIX, el único que queda de los muchos que había en esta zona a la que acudían los berlineses los fines de semana a bañarse y divertirse. Allí puede hacerse un alto en el camino y oír un rato a la Dixieland de Postdam, que se esmera con el jazz de Nueva Orleans o la música de Kurt Weill. Y si renuncia al Burger King, decisión siempre sensata, puede optar en el quiosco por una sopa de garbanzos con carne, Erbsensuppe, al módico precio de 3 euros.
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Sendero junto al río Spree
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Biergarten Haus Zenner.
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Los más románticos pueden tumbarse en la Zenner Beach, leer un libro, pensar en las musarañas, divisar la noria del cercano parque de atracciones de Spreepark, o achucharse un rato en el césped, cerca de las fuentes con carpas y barbos, si la compañía y los ánimos son propicios, o acaso atravesar el puente cercano, el Abteibrücke, construído por los prisioneros franceses en 1916, y dar un paseo por la Insel Garten, en la época socialista llamada Isla de la Juventud, me imagino que por motivos no difíciles de imaginar, aunque ya no exista la abadía que antaño la ocupaba. Pero también se puede recorrer el río en barco e incluso remar, si se tiene la fuerza y habilidad necesarias para tan olímpico empeño.
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El Abteibrücke
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Vista del biergarten desde la Isla de la Juventud
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Después se puede tomar la Pushkinallee, por el escritor Puskin, claro, y detenerse en el Archenhold Sternwarte, observatorio astronómico, construído en 1896 para la Exposición de las Artes Decorativas. Aquí dio una conferencia sobre la relatividad, en 1915, el mismísimo Einstein. Además, presumen de atesorar el telescopio reflector más largo del mundo, con 21 metros, y un pequeño planetario. Cerca de aquí, el Muro separaba Treptow de Kreuzberg. En una de las torres de vigilancia que quedan hay ahora un curioso Museo del Arte Prohibido, junto a la Avenida de Puskin.
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La avenida de Puschkin o Puschkinallee
.. Observatorio astronómico. Tras el reloj de la fachada, asoma el telescopio
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Pero quizá lo que atraiga a más turistas, casi todos rusos, los nativos vienen a pasear y tomar el sol junto al río, sea el faraónico monumento en recuerdo del Ejército Rojo, el Sowjetisches Ehrenmal, construido en la segunda mitad de los cuarenta, y levantado sobre la tumba de cinco mil soldados soviéticos, de los 20.000 que murieron durante la liberación de Berlín en 1945. El monumento, en suma, se compone de mucho cemento, algunas estatuas de tosco gusto, pertenecientes al estilo del realismo-socialista, y cuenta con diecisés cenotafios con unos frisos que representan escenas de batallas o de campesinos y trabajadores idealizados con no menos tosquedad. Los responsables fueron el arquitecto Jakow Bielopolski y el escultor Jewgien Wuczetic, quienes se han ganado el olvido a pulso.
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Arco de triunfo que recuerda la liberación de Berlín por el Ejército Rojo
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El Sowjetisches Ehrenmal
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Alegoría de una Alemania agradecida tras su liberación, vista por los rusos
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El Sowjetisches Ehrenmal recuerda a los soldados muertos del Ejército Rojo
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Frisos de los cenotafios, al estilo del realismo socialista, con escenas de la liberación de la ciudad

Todo este teatro esta rodeado por unos agradables jardines, con sus correspondientes cipreses y álamos, que impiden que los visitantes se achicharren durante los días de mayor sol. Y todo ello presidido por un mausoleo coronado por la estatua monumental de bronce de un soldado, con cerca de 12 metros de altura. La escultura se vale de la imagen de San Cristóbal con el niño, aquí representado por un soldado soviético que ha rescatado a un infante berlinés de las garras nazis, al que lleva en brazos, mientras que con la otra mano somete, a sus pies, y con la ayuda de una espada colosal, una cruz gamada que yace abatida.
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Estatua de bronce en honor al soldado soviético
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En el camino de vuelta, hasta regresar al metro, si es que no han llegado en bicicleta, cosa más que probable en esta ciudad, puede uno detenerse en cualquiera de los muchos chiringuitos que jalonan el camino que bordea al río, donde es fácil aliviar el hambre con una salchicha, un crep o una bouletten (pariente cercano del filete ruso o la hamburguesa), o bien rematar la colación con un helado, antes de regresar a casa tan campante, y con la enorme satisfacción de haber disfrutado de una hermosa mañana de verano.....

* Las fotos son de Gemma Pellicer....

7 comentarios:

Araceli Esteves dijo...

"Los domingos de Treptower park" es un excelente título para un cuento o una novela, ¿no te parece?Bien pensado, también daría para que la novela fuera adaptada al cine. Un peliculón de esos bien hechos, plagados de personajes interesantes, buena fotografía y un excelente retrato de la sociedad del siglo XIX tan llena de contrastes.
Parece que la estoy viendo...

Pilar Blanco dijo...

Hermosa ciudad para pasearla, incluso si decide desplomarse en diluvios bíblicos sobre el desprevenido visitante. Me has recordado nuestros constantes encuentros de junio de 2007, cuando tú ciceroneabas a José María Merino y Maricarmen, mientras que a nosotros nos faltaban estas consejas que ahora proporcionas. Lástima. O quién sabe, quizás haya que volver...

Hernán Tenorio dijo...

Un agradable recorrido por Berlín y sus alrededores.

De paso invito a visitar mi blog poético:

www.hernantenorio.blogspot.com


¡Gracias!

Isabel Mercadé dijo...

Me has llenado de nostalgia por esa maravillosa ciudad, que parece más maravillosa aún por lo inesperado.
Un abrazo.

María a rayas dijo...

no te has dejado nada, madre mía, vaya recorrido...
el año pasado tuve la suerte de "colarme" en el parque de atracciones abandonado y fue una aventura bastante interesante (es un lugar mágico, mitad tenebroso, mitad romántico...)
no pinta mal ese plan dominguero...
un abrazo!!

Fernando Valls dijo...

Pilar, Berlín es como París o Buenos Aires, ciudades a las que siempre hay que volver.
Gracias también a los demás (María, intentaré colarme en ese parque de atracciones, a ver qué me encuentro, y espero que no sea un cadáver), por vuestros comentarios.

Julio Scavino dijo...

Bello recuerdo literario de la liberación de Berlín por el Ejército Rojo es el libro "Una mujer en Berlín", con introducción de Hanz magnus Enzensberger (Anagrama, 2005).