domingo, 21 de octubre de 2012

Los cuentos completos de Javier Marías, o el arte del detalle

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Tengo por cierto que Javier Marías es uno de los grandes escritores de cuentos de las últimas décadas, y sin embargo esta faceta de su literatura ha permanecido semioculta, quizá por la intensa sombra que proyectan sus novelas. A los que creemos en la buena salud del cuento español actual, el que escriben los nuevos nombres, tendría que sorprendernos lo poco que aparece Marías entre las preferencias de los jóvenes cultivadores del relato. Así las cosas, ahora se presenta una excelente oportunidad para recorrer el conjunto de su obra y poder descubrirla.
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Se recoge en este libro (Mala índole. Cuentos aceptdos y aceptables, Alfaguar, Madrid, 2012) su obra completa en el género, los denominados cuentos aceptados y los aceptables, que reúne dos volúmenes de relatos: Mientras ellas duermen (1990, ampliado en el 2000) y Cuando fui mortal (1996), más cuatro piezas sueltas. Ninguno fue concebido como libro unitario, sino recopilatorio, pero en ambos hallamos cuentos memorables: “La canción de Lord Rendall”, “Mientras ellas duermen”, “Lo que dijo el mayordomo”, “Cuando fui mortal” y “No más amores”, a los que habría que añadir Mala índole (1998). Son temas habituales el deseo de descifrar un enigma o de alcanzar la verdad; el paso del tiempo y sus efectos, junto con la venganza o el amor como pasión que nos aboca a la muerte.
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Asimismo, tres características de diversa entidad los singularizan: muchos de estos relatos, publicados primero en diarios y revistas, son el resultado de un encargo; varios han sido retocados en diversas reimpresiones; y en ellos es común el trasvase de géneros, del artículo al cuento (“Lo que dijo el mayordomo”, “Todo mal vuelve” o “No más amores”) y del relato a la novela (“En el viaje de novios” y Corazón tan blanco), o la adaptación, como la sufrida por “Serán nostalgias” respecto a “No más amores”, prueba de que el mismo relato puede contarse varias veces con distintas palabras.
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De las cuatro piezas nuevas en el volumen, destacaría “Mala índole”; en castizo: malas pulgas, mala baba o mala leche. En él se nos cuenta un episodio de la existencia de Ruibérriz de Torres, quien en veinticuatro horas pasa de trabajar como profesor de dicción e intérprete de español de Elvis Presley, en el rodaje de una anodina película de Hollywood, a ser abandonado por el cantante y su partida en un garito cutre del D.F., entre matones, a riesgo de ser asesinado. Aun así, acaba convirtiéndose en verdugo. Sorprende que estos peligrosos avatares ocurran sin razón alguna, envuelto el narrador en un absurdo embrollo de machotes vanidosos. Se trata, por tanto, de un cuento sobre la servidumbre de la fama, la manera caprichosa en que gira la débil rueda del mundo y acerca de lo gratuita que parece haberse vuelto la existencia, desde el momento en que casi todos nuestros actos se han vaciado de sentido.
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Para Marías escribir es siempre un camino para averiguar algo, un modo de conocer los resortes que activan la conducta humana. De forma semejante a como ocurre en sus novelas, en la narrativa breve convive la especulación y la trama, el discurso y la historia. Los mismos personajes reaparecen en otros relatos, o en sus novelas, en un viaje de ida y vuelta. Pero, sobre todo, llaman la atención los diversos narradores, a menudo observadores de hechos sorprendentes que nos relatan lo que les dijeron, hasta el punto de que varias historias podrían haberse titulado, a la manera del cuento sobre el mayordomo: “Lo que dijo el escolta, el fantasma, el actor porno…”; o que han vivido algo que solo logran comprender tiempo después, más allá de lo esperado o previsto. 
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En el caso de que existiera un relato tipo de Javier Marías, el narrador sería siempre alguien ansioso por transmitir la peripecia que ha oído, a veces por puro azar, o que le han contado previamente. En ellos predomina, por tanto, la historia, que transcurre entre lo acaecido y lo posible. El estilo no resulta menos errabundo que en sus novelas, ni tampoco faltan los retratos precisos de personajes, los llamados miramientos. Los comienzos y finales tienden a ser singulares, y a veces se conectan, aunque en los relatos de misterio el enigma solo se desvela a medias, o se duplica en el desenlace. En suma, podría decirse que sus cuentos son hijos de sus novelas, tal como comentaba Cortázar de los de Henry James.
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Lo indudable es que su interés por el género, ya sea en calidad de prologuista, mero lector, traductor o articulista, ha sido constante. No en vano, se ha ocupado de la narrativa breve de Thomas Hardy, Isak Dinesen (su preferida), Nabokov o Salinger, mostrando siempre devoción por los cuentos de terror o de fantasmas, y en la actualidad por las piezas de Alice Munro. A pesar de que su cuento más reciente date del 2005 y en el prólogo comente que quizá no vuelva más al género, a quienes hemos disfrutado con sus relatos nos queda esperar que incumpla su palabra.  
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* Esta reseña apareció publicada ayer, 20 de octubre, en el suplemento Babelia del diario El País.
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3 comentarios:

´´ dijo...

Me gusta el Marías cuentista he leído sus dos libros, así que veo que me faltan cuatro cuentos. Otro libro que me gusta mucho es el de " Vidas escritas".

Iván Teruel dijo...

Leí Cuando fui mortal y Mientras ellas duermen para un trabajo de Doctorado en el que estudié la narrativa breve de Marías (e hecho, el profesor de aquella asignatura suele venir bastante por aquí). Ambos volúmenes me encantaron. Tanto que me atreví a afirmar (tenía 8 años menos y uno cuando es joven es osado) que casi funcionaban mejor los cuentos de Marías que sus novelas (y eso que me acababa de leer Corazón tan blanco y Mañana en la batalla piensa en mí y que el inicio de la primera me causó un impacto tremendo; de hecho me sigue pareciendo uno de los mejores inicios de novela que he leído nunca). Por supuesto era una opinión arriesgada, porque, entre otras cosas, no tenía una visión de conjunto de la novelística de Marías. Pero venía a decir que las limitaciones de espacio y estructura que le imponía el género a Marías, lo obligaban a prescindir de esos periodos digresivos que encontré tan caractarísticos en las dos novelas que leí y que contribuían de forma acusada a un descenso en la tensión de la historia. A mí, como era más joven, me iba el vértigo, y tuve la sensación de que el Marías cuentista, condicionado por la naturaleza del cuento y forzado a inhibir su inclinación a la prosa reflexiva, manejaba la tensión de las historias de una forma soberbia.

Bien, ahora, con la perspectiva del tiempo veo que probablemente uno de los mayores méritos y una de las mayores singularidades del Marías novelista (el de las dos novelas que yo leí) fuera precisamente haber logrado escribir novelas de corte policíaco o detectivesco manejando picos de tensión muy variable, intercalando amplios periodos reflexivos sin que la tensión decayera hasta el desinterés o el hastío (hablo de memoria, eso sí; igual resulto impreciso).

Pero volviendo al Marías cuentista, además de gustarme porque era capaz de crear atmósferas muy inquietantes partiendo de situaciones cotidianas (vuelvo a hablar de memoria), me gustó porque con su lectura empecé a descreer de los famosos decálogos. Yo había leído por ahí que un cuento no podía ser escrito nunca por encargo si quería alcanzar una cierta decencia literaria; pues bien, Marías, en la "Nota previa" a Cuando fui mortal asegura, en la primera línea, que "de los doce cuentos que componen este volumen, creo que once fueron hechos por encargo". Como se puede comprobar, esa circunstancia no fue en detrimento de su calidad literaria. Por otro lado, también había leído por ahí que un cuento, si quiere funcionar, no puede ser nunca un fragmento de una novela. Pues bien, una de las piezas que componen Cuando fui mortal, una de las que me resultaron más sugesivas, "En el viaje de novios", es un fragmento desgajado casi de forma limpia (mutatis mutandi) de su novela Corazón tan blanco. Creo que a raíz de estas dos circunstancias, en mi estudio afirmé algo así como que había mucha mística en torno al cuento y que Marías demostraba que el propio oficio de escritor y la misma literatura ponían en evidencia actitudes demasiado prescriptivas.

Acabo ya, porque creo que igual me he excedido un poco, diciendo que, como a Francis, de este volumen que se acaba de publicar me faltan cuatro cuentos, seguramente igual de recomendables que el resto.

Un saludo, Fernando.

Javier Quiñones Pozuelo dijo...

Estupenda la crítica, Fernando. Diga lo que diga del género el propio autor, sus cuentos mantienen el nivel de exigencia y de calidad general de su narrativa. Así que me sumo a lo que dices, me refiero a la petición de que no lo abandone totalmente.
Un abrazo, Javier.