lunes, 8 de octubre de 2012

LOLI RIVAS, y 3

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Todo el mundo quiere a Eme
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Si Eme no existiera habría que inventarlo. Nadie sabe de dónde ha salido ni cuánto hace que anda limpiando la suciedad y el mal rollo de este barrio. Siempre tiene a punto una sonrisa espléndida y unos muy buenos días, como si en lugar de ir de un lado para otro sacando brillo de donde no lo hay tuviese una misión secreta que se afana en cumplir día tras día, un propósito más allá del bien y del mal que le tiene enormemente satisfecho.

Eme observa y saluda a todos como si cada uno de nosotros fuese algo extraordinario, como esforzándose en mostrar un lado amable que no consigue ocultar del todo su auténtica naturaleza. No es ni joven ni viejo, ni alto ni bajo, ni guapo ni feo, lo único destacable en él es una pequeña joroba. Por lo demás Eme es normal, corriente, olvidable. Lo suyo le ha costado.

También es muy escrupuloso con sus escasas posesiones: una bata impecable, unos cuantos trapos y un carrito de basurero del que asoma el mango de la escoba, que por cierto nunca saca la cabeza de su escondite. Nadie se explica cómo están las calles tan relucientes si a Eme nunca se le ha visto barrer.

Al final del día, Eme sigue teniendo a punto una sonrisa y un hasta mañana que suena algo más siniestro de lo que debería ser un mañana. Tal vez sea por el cansancio, o porque Eme ya está harto de interpretar a un agradable barrendero invisible. Por eso cada noche, cuando acaba su turno, está deseando hacer su otro trabajo, el de verdad, que consiste básicamente en ser él mismo: primero se quita la bata y la cuelga en una percha dentro de su taquilla. Luego inspira con fuerza y sacude la joroba para desplegar las dos enormes alas negras agazapadas en lo alto de su espalda. Tira del mango de madera que sobresale del carrito y empuña con firmeza su guadaña, que no tarda en alcanzar el triple del tamaño que tenía cuando era escoba. Eme completa la transformación envolviéndose en una capa que hace sólo un instante era un montón de trapos, emprende el vuelo y desaparece. Si alguien pudiese verle ahora no se iba a olvidar de él en la puta vida.
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5 comentarios:

Iván Teruel dijo...

El contraste entre ese tono naíf de los tres primeros párrafos y la carga devastadora que construye de forma ascendente el último párrafo es brutal. El último párrafo es brutal. La última frase es brutal.

Desde luego, un microrrelato que no deja indiferente. Al contrario: muerde. Piraña, piraña, esta pieza. Enhorabuena, Loli.

Abrazos a invitada y anfitrión.

Amalia Lateano dijo...

De cuántas maneras y formas sabe el ser humano practicar el autoengaño mirando para otro lado.
Me encantó, un abrazo desde Argentina

Amalia

Paz Monserrat Revillo dijo...

Muy visual la metamorfosis, y muy bien puesta la penúltima palabra. Un abrazo de piraña

Antonio Tello dijo...

Todo narración corta necesita de una escritura limpia. Sustantiva. Esta necesidad aumenta en dirección opuesta a la extensión del relato. La escritura de Loli Rivas cumple con este requisito esencial y eso hace que "Eme", por ejemplo, sea tan demoledor.

Rosana Alonso dijo...

Este micros es uno de los que más me ha gustado de Loli Rivas.

Saludos