domingo, 1 de mayo de 2011

Recuerdos de Sabato


Cuando sólo era un adolescente y todavía estaba en Almería leí una de las novelas que más me han impresionado, Sobre héroes y tumbas (1961), de Ernesto Sabato, en la edición de Sudamericana. Quizá porque su protagonista, Alejandra, me pareció distinta a todas las que había conocido hasta entonces, y por lo inquietante del Informe sobre ciegos, cuya versión teatral, de Sanchis Sinisterra, presencié muchos años después en Barcelona. El caso es que la primera vez que visité Buenos Aires, en mayo de 1995, le rendí un pequeño homenaje acercándome al parque Lezama, que tanta presencia tiene en su novela. Su autor, Ernesto Sabato (1911-2011), acaba de fallecer en Buenos Aires, cuando estaba a punto de cumplir 100 años. Después, antes de llegar a la universidad, leí todas las demás obras suyas que pude conseguir, como El túnel (1948), parece ser que traducida al francés por recomendación de Camus, Hombres y engranajes (1951) y, sobre todo, El escritor y sus fantasmas, en la edición de Aguilar, que no me fascinó menos, quizás porque fue el primer libro que conocí, de tono ensayístico, sobre la creación literaria y sus avatares. Su tercera y última novela, Abaddón el exterminador (1974), que leí siendo estudiante universitario, ya no me interesó tanto, la verdad.......

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1984 fue otro año importante en la vida de Sabato, pues obtuvo el Premio Cervantes y, en plena transición democrática argentina, el presidente Raúl Alfonsín lo nombró para presidir la Comisión por la desaparición de personas (CONADEP), organismo que elaboró el primer informe nacional sobre los efectos de las violaciones a los derechos humanos entre 1976 y 1983, el llamado Informe Sabato. De la dictadura y sus efectos provienen los dos mayores reproches cívicos que le han venido haciendo: una comida con Videla, en 1976, a la que también asistió Borges, en la que ninguno de ellos se interesó por los ya numerosos desaparecidos, entre ellos el escritor Haroldo Conti, y el prólogo al informe que ha acabado llevando su nombre en el que equipara a los revolucionarios argentinos con los militares golpistas y asesinos.
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Sabato tenía una formación científica, se había doctorado en Física en la Universidad Nacional de La Plata, continuando sus estudios en París, hasta que acabó decantándose definitivamente por la literatura y por una pintura de tipo expresionista, la cual parecía mostrar los fantasmas que acuciaban los pensamientos del escritor. En su primer libro, Uno y el universo (1945), se ocupa todavía de la ciencia y del proceso de deshumanización de la sociedad. Sabato, como Borges, con quien nunca se llevó bien, fue siempre antiperonista. Y durante los años del gobierno de Carlos Menem, Sabato criticó con insistencia el hecho de que el presidente indultara a los violadores de los derechos humanos. Durante los últimos años de su vida se definió como un anarquista, a la manera utópica de Tolstoi, como puede leerse en España en los diarios de mi vejez (2004), su último libro, publicado por Seix Barral.
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Sabato ha sido un escritor muy influyente, y su novela Sobre héroes y tumbas, una de las mejores de todo el siglo XX, que debe leerse en la ed. de María Rosa Lojo, en Archivos. Pero, además, formó parte de una generación de escritores anteriores al llamado boom, entre los que se contaban Juan Rulfo, Alejo Carpentier, Borges o Juan Carlos Onetti, sin los cuales no hubiera sido posible la obra de Cortázar, García Márquez o Vargas Llosa. Nunca llegué a tratarlo, por lo que nada sé de si era un hombre triste, solitario o cascarrabias; lo que sí me consta es que en los años en que uno empieza a apasionarse por la literatura, a forjarse una conciencia lectora, fue para mí un narrador y un ensayista fundamental, que acrecentó mi fascinación por la literatura.
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* Caricatura de LPO.
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3 comentarios:

David Pérez Vega dijo...

Hola Fernando:

Recuerdo gratamente cómo me impresionó El túnel, cuando lo leí siendo estudiante en los primeros años de universidad. No mucho después leí Sobre heroes y tumbas, libro que también me causó una honda impresión. Y no leí, creo que intuí que me iba a gustar menos, Absalón el exterminador.

Cuando estuve en Buenos Aires, hace dos veranos, también visité el parque Lezama, antesala ya del degradado barrio de Boca, y recordé Sobre heroes y tumbas. Y me traje de allá, entre una docena de libros, El escritor y sus fantasmas, que leí por entonces, hace dos años.

saludos

Lisarda dijo...

Fernando, exacto lo que dices: es en la adolescencia cuando leer a Sábato se convierte en parte de nuestra construcción literaria.
Abaddón es una novela más oscura,elípticamente autobiográfica y con un ensayismo que sobrevuela al relato; pero tiene destellos de sátira sobre la sociedad argentina en los que vale la pena reparar y que mantienen su vigencia.
El escritor y sus fantasmas es un excelente libro.
Hay un libro con un título anodino, Opiniones políticas, de Sábato que es el resultado de una serie de entrevistas que le hicieron, a principios de la década del '70, los integrantes de la revista El escarabajo de oro. Allí se ve un Sábato ágil de pensamiento, agudo y a menudo irritable cuando el diálogo tomaba algún giro hacia el lugar común o la afirmación gratuita.
Fue un hombre honesto, consecuente con sus ideas y un ejemplo de escritor comprometido.
Gracias por recordarlo.

orlando Van Bredam dijo...

Fernando,muy bueno tu comentario sobre Sabato. A decir verdad, fue un hombre que estuvo siempre por encima de las ideas políticas de su país, un pensador humanista que huyó a tiempo del stalinismo (fue comunista en su juventud), que fue antiperonista durante el peronismo de los cincuenta pero tuvo la grandeza de revisar sus ideas y en "El otro rostro del peronismo" reivindicó a Evita. "Sobre héroes y tumbas" es todavía hoy una novela joven tanto por su temática como por su lenguaje.