lunes, 9 de mayo de 2011

Voces masculinas, voces femeninas


Hasta la publicación de Los aires difíciles (Tusquets, 2002) las novelas de Almudena Grandes, narradas en primera persona, estaban protagonizadas por mujeres. En cambio, esta obra está contada en tercera persona y uno de los protagonistas principales es un médico, Juan Olmedo. Antes, la autora había estado escribiendo los cuentos que compondrían Estaciones de paso (2005), algunos de ellos protagonizados por adolescentes, lo que le sirvió -según confiesa- para ir ensayando la voz que luego adoptaría el citado protagonista. Sin embargo, la autora declaró (en una conversación con Begoña Piña, Qué leer, febrero del 2002) haberse sentido igualmente identificada con Juan Olmedo que con sus habituales protagonistas femeninas, para sentenciar: "Estoy convencida de que ser mujer o ser hombre es casi nada; creo que el género es un accidente como tantas otras cosas". De todas formas, en esta ocasión, ha invertido los arquetipos, pues, el personaje frío y calculador es la mujer, Sara, mientras que el apasionado es Juan. Y confiesa en otra entrevista a la manera flaubertiana: "Juan soy yo, igual que Sara. No me siento más lejos de uno que de otro".


Javier Marías, por su parte, en Los enamoramientos (Alfaguara, 2011), por primera vez se vale de una mujer, María, como narradora y protagonista. En las entrevistas que ha concedido, con motivo de la aparición de su novela, viene a recordarnos algo no muy distinto a lo que había apuntado Almudena Grandes, y es que en esencia no existe tanta diferencia entre narrar en masculino y en femenino, pues tampoco la hay entre los hombres y las mujeres, que no sean de clase, raza, religión o posición social, como -por lo demás- ocurre también entre los mismos hombres.
Claro que este es un río que algunos les gusta alborotar, pues es donde mejor pescan clásicas y modernas, medradoras y ministras del ramo.


4 comentarios:

Ricardo Guadalupe dijo...

Yo en cambio sí que pienso que el género o el sexo condiciona y mucho. Por eso considero todo un reto ponerme en la piel de una mujer a la hora de escribir. Eso sí, divertido es un rato. Lo que aún no he hecho es escribir desde el punto de vista de un homosexual. Me da que debe ser aún más complicado.

Un abrazo

manuespada dijo...

Hace años tuve que escribir monólogos de humor para una actriz que se ganaba la vida haciendo bolos por salas, pero ella los quería hacer más "femeninos", me decía, y se los acabó escribiendo ella. En cualquier caso, la famosa señora Francis era una voz fememina que tenía a un guionista hombre. Se trata de empatizar, como Pablo Sebastián con Aurora Pavón.

Juan Carlos Márquez dijo...

Yo creo que la de escritor es una tarea asimilable a veces a la de médium: uno no elige el sexo de los espíritus que se le aparecen.

Rafael-José Díaz dijo...

Más complicado aún que escribir desde el punto de vista de un hombre o de una mujer, de un o de una heterosexual o de un o de una homosexual lo es el escribir el monólogo de un simio, como hace Kafka en el "Informe para una academia", o el de un ternero, como tan brillantemente logra Jean-Louis Giovannoni en "Journal d'un veau". La escritura es siempre una máscara, pero no sé si esa máscara consigue siempre fundirse con el rostro...