domingo, 21 de marzo de 2010

¿Y qué hacemos ahora con el Lazarillo?, por Pablo Jauralde Pou

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Mercedes Agulló ha encontrado un documento de época en el que por primera vez se cita al Lazarillo como obra. Probablemente los estudiosos de la novelita, que tan copiosamente han contribuido a crear un espesor crítico con incursiones en el texto, el autor, la época, etc., tendrán que incorporar ese dato a sus exposiciones, porque lo que hasta ahora han hecho cumplidamente ha sido desmenuzar los textos y sus circunstancias, sin otra documentación que los cuatro libritos en octavo que aparecieron en 1554 y algunas de sus derivaciones, alcanzando un grado de acuerdo, por cierto, que casa muy bien con el hallazgo: todos han venido a admitir que la edición de 1573 (la expurgada por Juan López de Velasco) manejaba sin duda una fuente (manuscrito, edición perdida, etc.) desconocida que le permitía enmiendas `fantásticas´, `esclarecedoras´, etc. Obtengo los adjetivos del coro de críticos. Supongo que, como tarea inmediata, habrán vuelto a leer el Lazarillo como si esas enmiendas provinieran de Diego Hurtado de Mendoza y el noble fuera su autor. Y que los resultados de esa lectura nos los van a dar también.
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No pertenezco a ese envidiable grupo de críticos que tanto han escrito sobre el Lazarillo y, por tanto, creo que tengo el derecho, como muchos lectores, a pedirles que nos expliquen convincentemente esa alusión a las enmiendas del Lazarillo entre los papeles de don Diego, y que esa explicación no resulte falsificada, ni tan alambicada que no pueda sustituir a la impresión inmediata de cualquier lector: ahí están y con su nombre porque son suyas.
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No nos vamos a conformar con una solución tan evidente y tan sencilla; preguntaría a la crítica especializada, que tendrá trabajado el tema y podrá reordenar ahora sus fichas, que me configure el nuevo mapa -así sea para negar la autoría-, que rodea a estos actores, al menos a Juan López de Velasco y a Diego Hurtado de Mendoza, porque sin duda habrán encontrado fácilmente los puntos en común y se habrán apresurado a buscar si los indicios documentales van más allá del nuevo hallazgo, para refrendarlos o desecharlos. Les pediría que me dijeran qué han sacado del rico epistolario con Zurita, que habrán leído (el publicado por Dormer y el manuscrito), ya que era Zurita, como sabrán, secretario de Felipe II para asuntos de la Inquisición en 1572, además de corresponsal y amigo de Hurtado, es decir, compañero de tareas de Velasco. Yo espero que me restablezcan la situación histórica en torno a la iglesia en donde pidió don Diego que le enterraran, la del monasterio de la Concepción Francisca, en donde por esos años Teresa de Cepeda conoce a Hurtado y firma cartas (autógrafas), mientras cuida su relación con su confidente en la corte, Juan López de Velasco, cuya hermana era descalza en el convento de Segovia; seguro que han reconstruido el panorama a partir del epistolario de la santa, en donde se habla con cariño frecuentemente de Velasco. Humanistas inquietos, como otro discípulo de Zurita, Páez de Castro. ¿Habrán indagado si fue Páez de Castro el que llevó un texto del Lazarillo a Amberes, en 1553 o a comienzos de 1554? Pues unos meses antes estaba con don Diego Hurtado en Roma, y suspiraba por ser su secretario; y desde luego al norte se fue en esa fecha precisamente. Sus libros están en El Escorial, los de Páez. Ya habrán los críticos perseguido cómo fueron a parar allí al mismo tiempo que los de Hurtado, al fin y al cabo, la rica testamentaría de Páez de Castro, vigilada por Ambrosio de Morales, se conserva en el mismo legajo de papeles, no publicado, que la de don Diego. Los lazarillistas saben, por lo demás, que Ambrosio de Morales dedicó una de sus últimas obras a Hurtado.
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Son tantas las cosas de las que nos pueden sacar ahora de dudas, que esperamos todos con impaciencia que, una vez agotado el tema textual, se emprenda el esclarecimiento histórico, en el que, sin duda, será nuevo componente el análisis de los papeles de Tomás Tamayo de Vargas, el cronista que atribuyo la obra a don Diego: no son tan difíciles de encontrar, aunque estén dispersos. ¿Le diría en Toledo el padre Mariana a Tamayo algo sobre la autoría del Lazarillo y la Inquisición? El padre Mariana trabajó para los índices, y Tamayo le admiraba y trataba con él. Seguro que entre los once o doce volúmenes de la British Library, autógrafos en su mayoría, se puede encontrar algo: ¡qué apasionante camino les espera a los lazarillistas!
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Confieso que me resulta enormemente atractivo este itinerario crítico al que nos invita el hallazgo de Mercedes Agulló. Ojalá no se trivialice y sirva, finalmente, para el mejor conocimiento de nuestra historia y de ese texto deslumbrante que es el Lazarillo. Y que tampoco se trivialice la figura de López de Velasco, humanista solterón entregado a las ciencias más prestigiosas (Grafton dixit) del siglo XVI: la geografía, la astronomía, la lengua, nuestro modo natural de crear, de preguntarnos por nuestro pasado y por nuestro lugar en el universo. La forja de una nación que avanza a tientas. PABLO JAURALDE POU.
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* Pablo Jauralde Pou es catedrático de Literatura española en la Universidad Autónoma de Madrid.
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* El cuadro es de Goya.
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11 comentarios:

Anónimo dijo...

Efectivamente, la autoría no se ha ya de comprobar, si no de negar, si se puede, en todo caso.

Anónimo dijo...

A mí no me importa tanto conocer el autor del Lazarillo cómo saber por qué esta gente está tan interesada en conocerlo. ¿Acaso no está muerto el autor desde antes que yo naciese (soy jovenzuelo)?

Anónimo dijo...

¿No le hará falta un poquito de posestructuralismo a nuestra academia?

Perdón por no firmar, pero es que si lo hago igual me suspenden)

El anónimo de antes

Javier Quiñones Pozuelo dijo...

Extraordinaria entrada, Fernando, y gracias por hacernos llegar este enjundioso escrito tan lleno de sabiduría filológica. Bien se ve que don Pablo Jauralde, que tanto sabe de Quevedo, sabe también lo suyo del Lazarillo y deja planteadas una serie de cuestiones apasionantes,del máximo calado y que esperan respuesta, que si no inmediata, esperemos que no se haga mucho de rogar.

Cuando conocí, por la prensa, el descubrimiento o hallazgo de Mercedes Agulló, pensé en que un día coincidí con la doctora Rosa Navarro en el metro de Barcelona y le dije a mi hijo, señalándole su figura ensimismada, que ahí iba una profesora que había atribuido, y publicado bajo su nombre, el "Lazarillo" a un escritor tan conocido en su tiempo como Alfonso de Valdés. Le dije que no la conocía nadie, pero que quién sabía si iba a pasar a la historia de la Filología como la descubridora de la autoría de una obra tan enorme como el "Lazarillo". También le dije, para saciar su curiosidad, que "los que sabían" habían guardado un silencio más que elocuente ante el asunto.
Ahora, con todo esto, no sé qué pensará ella y casi no sé lo que pensar yo mismo.
Un saludo al señor Jauralde, y un abrazo para ti, Javier.

Antonio Tello dijo...

Magnífico artículo el del profesor Jauralde. Estoy de acuerdo con su solicitud de investigación más exhaustiva, solicitud que me permito hacer extensiva también a la autoría de La pícara Justina. Como recordarás, Fernando, no hace mucho, un profesor llamado Anastasio Rojo,afirmó que el autor del otro libro fundacional de la picaresca no era Francisco López de Úbeda, sino un dominico vallisoletano de nombre Baltasar Navarrete.
Un abrazo.

Julia U. dijo...

Me ha maravillado que una entrada tan sabia esté, al mismo tiempo, tan bien salpicada de ironía.

Anónimo dijo...

Es de agradecer que se reclame mayor rigor histórico y documental en la literatura. Lástima que, al propio tiempo, atestiguo que las revistas de filología están rechazando artículos de investigación por ser "poco filológicos" y contener "demasiada" cita histórica, bibliografía económica, referencia tipográfica, etc. Como si las obras más complejas se hubisen desarrollado en una probeta... Ojalá todo vaya cambiando. De momento parece que sólo se va a la caza del pájaro más vistoso.

Úrsula T.

Fernando Valls dijo...

En La nave de los locos por lo único que se suspende es por mandar ANÓNIMOS.

Anónimo dijo...

Hola,
quisiera preguntar por qué en el inventario junto a las correcciones del Lazarillo se nombra la Propoladia. ¿Es parte de la enumeración? ¿No debería diferenciar un libro propio de uno de posesión? Para los que no estamos familiarizado con la lengua de la época, esta oración nos despista un poco. Por favor, que alguien me lo aclare. Gracias.

Yolanda dijo...

Gracias, Fernando, por estas travesías repletas de interés y viejos conocidos. Apasionante y abrumadora, como siempre, la reflexión de Pablo.
Yolanda

Lisarda dijo...

Pese a no pertenecer a ese envidiable grupo de críticos, creo que Jauralde Pou traza unas líneas de orientación histórico-literarias más que elocuentes. La valoración del trabajo
de Mercedes Agulló es franca y equilibrada, realmente es un placer leer una entrada de tal enjundia.

Y que Dios le dé larga vida a Mercedes Agulló para develar quién pueda estar detrás de Estebanillo González...
Saludos,
Ignacio Vázquez