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La verdad de los charcos
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En este lugar no cantan los pájaros. Aquí los colores jamás existieron y todo parece recubierto de gris. El niño vaga solitario. Recuerda a su padre conduciendo. Evoca también una curva en el kilómetro nueve de la autopista y un móvil que comenzaba a sonar. El pequeño se acerca ahora a los grandes charcos que la lluvia formó ayer. Sus pies blancos y huesudos se estremecen al penetrar en el agua helada; ¿sospecha?, ¿acaso presentimiento? Cuando descienda la vista, un espejo vacío proclamará para él la Eternidad.
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En este lugar no cantan los pájaros. Aquí los colores jamás existieron y todo parece recubierto de gris. El niño vaga solitario. Recuerda a su padre conduciendo. Evoca también una curva en el kilómetro nueve de la autopista y un móvil que comenzaba a sonar. El pequeño se acerca ahora a los grandes charcos que la lluvia formó ayer. Sus pies blancos y huesudos se estremecen al penetrar en el agua helada; ¿sospecha?, ¿acaso presentimiento? Cuando descienda la vista, un espejo vacío proclamará para él la Eternidad.
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..Negras líneas sobre un mural de nieve
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Media ciudad nos observa frente al micrófono. El alcalde acaba de entregarme una placa. Escucho mi propia voz. Suena fría, débil, distante; suena anciana. Es entonces cuando levanto la vista hacia una pared. Allí están vuestros nombres: Paula Alicia, Gladys, Adelaida, María Eugenia... Mis muertitas en tinta negra. A todas os cobijo. A todas os llevo en un mismo recuerdo nublado y os rescato de vez en cuando sobre los grises pupitres donde uníamos capotes y tripas, donde colocábamos gorros y vitolas. Éramos las cigarreras. Atesoramos incontables pláticas de labor y aquel olor a nicotina que cada noche impregnó los cabellos de nuestros hijos y el cuerpo del hombre amado. Oídme bien, queridas mías, soy Ligia la superviviente, ¡soy la última Torcedora!, y aunque mi hija me arrastre ahora del brazo, aunque se obceque en regresar a casa, sé bien que mi sitio está entre vosotras: sobre las negras líneas de este mural de nieve.
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* Ramón Zarragoitia (Gorliz, Vizcaya, 1970) se formó como Urbanista y ejerció hasta darse cuenta de que había otro modo mejor de construir la realidad. Es autor de diversos libros narrativos y acaba de publicar la nouvelle, Me miro al espejo... y me gusta lo que veo, en la editorial Groenlandia. Mantiene el blog SCRIPTUM, Despacho de Letras (http://scriptumdl.wordpress.com/codificados/). Estos microrrelatos son inéditos.
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* La acuarela es de Lola Valls.
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* La acuarela es de Lola Valls.
5 comentarios:
Celebro encontrar también aquí este reconocimiento a la obra de Ramón Zarragoitia.
Para mí, Ramón es un escritor que logra que el lector se sienta parte de su historia. Diría que nadie como él es capaz de comunicar tanto en tan pocas palabras. Sus relatos logran acariciar el alma del lector.
Los micros elegidos hoy, se me antojan un pentagrama blanco y negro plagado de ausencias, pero estoy segura que lograrán que la melodía hermosa del pasado regrese en clave de Sol.
Enhorabuena, Ramón. Un abrazo.
Gracias a Fernando Valls por incluirte en La nave de los Locos.
Me parecen muy sugestivos ambos. El primero por la recreación de esa atmósfera gris y gélida, desolada, y por la originalidad en el planteamiento de un tema (el más allá), con el que es fácil precipitarse al abismo del tópico. También por la sensacional imagen final: ese reflejo vacío en el charco que da la clave narrativa del texto.
Y el segundo por la cercanía de la voz narrativa, por el tono, impregnado de nostalgia y orgullo, por la manera en que se adivina el drama humano por los intersticios de la historia superficial.
No conocía a Ramón Zarragoitia. Así que gran hallazgo si me fío de estas dos piezas.
Gracias a Fernando, como siempre, por hacer posibles estos descubrimientos.
Un abrazo a anfitrión y a invitado.
¡Qué difícil resulta comentar algo después de que Iván haya dejado un análisis, Fernando!
Sólo diré que me sumo a sus palabras y que yo tampoco conocía a Ramón Zarragoitia y que me alegra que lo hayas embarcado en la nave.
Un abrazo,
La vida en el recuerdo es trágica, transida de dolor, como cualquier vida. Es la eternidad de todas las cosas, contenida en la experiencia de cada uno de los seres.
¡Ay de los que olvidan!,porque en el olvido está contenido el devenir de su existencia y la de los otros, verdadera fuente del saber.
Superar, siempre, olvidar, nunca.
Gracias, Ramón, por estos fantástico relatos de recuerdo vivo,muchas gracias.
Checha, Relatos para aburridos
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