domingo, 17 de febrero de 2013

¡Viva Tegel!

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Cuando en el 2006 me instalé en Berlín, la ciudad contaba con tres aeropuertos. Cerraron el viejo de Tempelhof y se decidió ampliar el lejano de Shoenefeld, desde donde operaban las compañías de bajo coste. En ese año se puso la primera piedra del que tenía que haber sido el nuevo aeropuerto Willy Brandt, el más moderno de Europa, cuya inauguración estaba prevista para junio del 2012.  Yo soy un fanático del tercero, el de Tegel, por el que acabo de regresar a la ciudad una vez más. Lo cierto es que no conozco en todo el mundo otro aeropuerto, en una ciudad del tamaño de Berlín, tan cómodo y accesible, en el que los desplazamientos sean mínimos. Llegas en autobús o taxi y en diez minutos has facturado y pasado todos los controles, listo para embarcar, tomarte un café, ver las tiendas o papar moscas... Hace más de un año que tenía que haberse inaugurado el nuevo aeropuerto, situado en el antiguo Berlín este y bastante más lejos de la ciudad, pero las obras se atrasan una y otra vez, y los aplazamientos no parecen tener fin. Por no hablar de cómo suben los costes. Cuando le he preguntado al taxista que para cuándo estaba prevista la inauguración del nuevo aeoropuerto, se ha reído y me ha comentado que en unos dos años, mínimo. Mejor que mejor, y ojalá siga funcionando el cómodo Tegel unos cuantos años más. Siento, en cambio, el coste económico que está suponiendo para el Estado y el político para el alcalde de la ciudad (la deuda de Berlín alcanza ya los 62.000 millones de euros), el socialdemócrata Klaus Wowerit, cuya estrella parece languidecer, acosado por Los Verdes y Los Piratas, pues de sexy ha pasado a catastrófico. Un par de activos partidos que nos vendrían muy bien en España ante las relajadas costumbres de nuestros conservadores, infrarrojos (en Alemania Die Linke, La Izquierda calla porque gobierna en Brandeburgo) y nacionalistas de diverso pelaje. ¿Qué ha pasado? La prensa alemana no suele hablar del asunto, pero parece ser que la mano de obra, obreros del antiguo este, mal pagados, a 5 euros la hora, no estaba cualificada. En suma, la corrupción, el oportunismo político y la impericia de la mano, un cóctel explosivo.   
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5 comentarios:

Pedro Herrero dijo...

Sentirse cómodo en un aeropuerto es como hacer el amor en una cama de hospital. Envidio esa sensación que describes, porque yo nunca he logrado relajarme en esa especie de fábrica de tránsitos donde nadie conoce a nadie, y donde cualquier demora voluntaria queda interrumpida por un altavoz impertinente. Me divertí (lo reconozco) el día en que me retuvieron en un control de pasajeros porque la silla de ruedas de mi hija disparó la alarma antiexplosivos. Y en Alicante, cuando la Guardia Civil me habló en inglés, estuve a punto de hacer que me detuvieran. Pero eso son anécdotas. Jacques Tati, en aquella magistral secuencia inicial de la película Play Time, puso en evidencia la poca distancia que existe entre la sala de espera de un aeropuerto y la de un establecimiento hospitalario.

Envidio tu sensibilidad y envidio la atmósfera entrañable de ese aeropuerto. La foto es muy sugestiva. Valdría la pena conocerlo y perder un avión a propósito, y convertirlo en destino en sí mismo, al menos por una sola vez.

Fernando Valls dijo...

Pedro, cómodo, lo que se dice cómodo, no es, apenas hay lugares para sentarse; sí es, en cambio, rápido, puedes llegar con poca antelación y te vas inmeditamente, que es lo que debe ser un aeropuerto, para mi gusto, un no lugar donde pasar el menos tiempo posible. Saludos.

Anónimo dijo...

Fíjate...y yo que creía que los alemanes eran la flor y nata de la planificación y la puntualidad.
Bueno, hasta al mejor cazador se le escapa la liebre.

Francesc Cornadó dijo...

Es un aeropuerto comodísimo y de una dimensión confortable. Los aeropuertos grandes son insostenibles y podría funcionar todo mejor si las grandes ciudades dispusieran de varios pequeños aeropuertos en vez de las grandes infraestructuras incómodas que se construyen últimamente que parece que sólo van bien para las compañías aereas y no para el usuario.
Salud
Francesc Cornadó

La lengua salvada dijo...

Tegel es el que más me gusta: como un aeropuerto de juguete, pero con gran capacidad. Cuando lo cierren lo echaré de menos.