lunes, 18 de febrero de 2013

GABRIEL DE BIURRUN

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Culpa de Clifford
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Clifford tarda, como siempre que hay cerveza. No le culpo. Él sabe cuánto tiempo necesita. Sabe que es poco. Si llega temprano va tocando con el dedo las chapas de las botellas, como quien quita un pelo de las teclas del piano. Y cómo toca Clifford, ¡cómo toca!, arpegios, acordes a cuatro manos, con las botellas de cerveza. Un virtuoso del daño al hígado. Si llega temprano. Él pone todo su empeño en llegar tarde, en darnos tiempo a quitar nosotros mismos los cabellos del piano, de las teclas que el cuerpo loco de Clifford quiere sincopar hasta matarse. Hasta después de matarse. Hasta redimir esa culpa bastarda de no haber sido mejor nadador, de no haber alcanzado aquella manita blanca.
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Niños soñados
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Un día empezaron a entrar niños en la casa. Llamaron al timbre. La puerta estaba abierta cuando bajé. Dos rubios y uno pelirrojo sonreían desde la entrada, como si en algún momento alguien fuera a decirles que habían tardado mucho, o que qué bien que ya estaban de vuelta. Los llevé a la cocina, preparé bocadillos y fuimos al jardín de atrás.
Los otros ya no llamaron, simplemente fueron entrando y ocupando cada habitación. Algunos surgían en la sala, desaparecían y volvían a aparecer en el baño. No jugaban, no hablaban, eran como un rebaño de ilusiones sonrientes, no se estorbaban ni peleaban.
Anne se levantó cuando ya se hacía imposible caminar sin chocar con los niños. De hecho, seguro que en el dormitorio había alguno que ella no vio. Bajó a la cocina y se sentó junto a la ventana, como cada día, esperando a que yo le llevara el café.
-He tenido un sueño maravilloso –dijo bostezando -, teníamos hijos. Ha sido bonito. Me ha dado fuerzas.
Anne observaba el jardín lleno de niños.
-Hay que cortar la hierba –dijo-, se ve fea.
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* Gabriel de Biurrun (Pamplona, 1973) es licenciado en Biología y camarero a tiempo parcial. En el 2012 ganó el Certamen Relatos en Cadena, de la Escuela de Escritores y la Cadena SER. Sus microrrelatos aparecen recogidos en la antología Mar de pirañas (Menoscuarto) y publica textos narrativos breves en su blog propilogo.blogspot.com Estos dos microrrelatos son inéditos y forman parte de un libro, aun sin título definitivo, que debe aparecer a finales de año si es que el mundo sigue funcionando como debiera.
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* El cuadro es de Guillermo Pérez Villalta.
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13 comentarios:

Pedro Sánchez Negreira dijo...

En mi opiníón, si algo caracteriza el registro literario de Gabriel es la precisión. En sus microrrelatos se puede notar el uso de los recursos narrativos con el virtuosismo propio de un cirujano plástico especialista en nervios periféricos. Gabriel uno de esos autores de los que no sólo se disfruta, sino que siempre se aprende.

Es un gusto encontrarlo por aquí.

Gracias por traérnoslo, Fernando.

Susana Camps dijo...

Me parecen excelentes los dos. Me gusta el modo en que utiliza imágenes surrealistas para desnudar una realidad no menos incomprensible o injusta. Y la pasión del autor por el lenguaje no puede dejar indiferente a nadie.
Abrazos a ambos.

Pedro Herrero dijo...

Yo creo que estos textos mantienen a raya al lector. Lo sitúan a una distancia prudente pero beligerante. Le presentan un entorno familiar, pero de un devenir vertiginoso hacia el absurdo. Y lo atrapan en él a base de cambiar el ritmo de las frases, a base de experimentar con las sensaciones, a base de convocar imágenes poéticas de gran calado. Estos textos me parecen inquietantes, llenos de magnetismo, indispensables. Propios de un autor de referencia.

Paz Monserrat Revillo dijo...

Los niños muertos, los niños desaparecidos , los niños que no están, los nichos diminutos de los cementerios…temas que tocan fibras muy profundas. Si además se cuenta con una prosa contundente y poética como la de Propílogo el viaje todavía es más perturbador. Enhorabuena, Gabriel. Un abrazo

Ricardo Álamo dijo...

Creo que en los dos microrrelatos hay una misma pugna entre el peso trágico de la realidad y el deseo de salvarse de ella. En ninguno de los dos textos, sale vencedor el deseo. Como en la vida misma.
Un abrazo, Gabriel.

Iván Teruel dijo...

Hoy me voy a salir del perímetro teórico (de hecho, suscribo hasta las comas de los que me preceden, así que no quiero redundar). Digo que me salgo de lo teórico. Me salgo de lo teórico para irme a lo anecdótico. Y lo anécdotico no es sino mi experiencia de lectura. Y acerca de mi experiencia de lectura debo confesar que he leído estos dos textos mientras tenía guardia en el instituto. Pero prescindo de la primera impresión que me han causado porque no me interesa en este punto. Lo que me interesa es el futuro inmediato, ese momento, al cabo de dos horas, en el que voy en el coche de camino a recoger a mi crío del cole. Y entonces me descubro dándole vueltas y más vueltas, de manera machacona, a una imagen y a una expresión de ambos textos: la imagen terrible de la manita blanca inalcanzable y el "rebaño de ilusiones sonrientes". Y pienso en que no hay tantos microrrelatos que se te queden flotando en la cabeza más allá del fogonazo inmediato. Y no hay tantos porque no es tan fácil alcanzar el equilibrio compositivo entre lo técnico, lo emocional y lo existencial. Gabriel lo consigue, demasiado a menudo como para no sentir admiración por sus letras.

Me ocurre, además, una cosa especial con Gabriel: me siento muy cercano a su estética, a su manera de entender y plasmar la experiencia literaria. Siempre digo que a mí de mayor me gustaría escribir como él.

Gracias a Fernando, por darle, de nuevo, cabida en este espacio.

Y un abrazo a ambos.

Jesus Esnaola dijo...

Supongo que, a veces, sería mucho más prudente y conveniente guardar silencio. Pero qué demonios, bastante silencio guarda uno en su vida diaria. Me ha gustado mucho lo que dice Iván, ese anzuelo clavado que te deja Gabriel con cada microrrelato. Esa manita blanca que te persigue. Siento próxima la sensibilidad de Gabriel, me gusta cómo me descuenta las cosas para que luego yo las reconstruya, me gusta esa oferta de lectura que quizá se me escape a la primera pero lejos de frustrarme me pide volver sobre el texto para rebuscar y encontrar en cada nueva lectura. Y porque lo siento un amigo, pese a que la razón me diga que no hay motivo.

Bravo!

Propílogo dijo...

Después de leer comentarios como éstos, poco me queda, aparte de tumbarme boca arriba para que me hagan cosquillas en la tripa.
Muchas gracias a todos por las lecturas y los análisis.
Y gracias, Fernando, por hacerme un hueco, una vez más.
Saludos
Gabriel

Beatriz AA dijo...

A mí sólo me queda, pues, hacerte las cosquillas ya que los anteriores comentarios han desmenuzado muy bien las sensaciones y reacciones que producen tus microrrelatos.

Un abrazo
Beatriz

Javier Ximens dijo...

Me ocurre con ciertos autores que no sé qué decir. Leo y releo disfrutando e incluso envidiando el saber escribir así. Quizás baste con un "gracias" para expresarme. Gozo y aprendo. Y es en los comentarios que os he leído donde encuentro las palabras que yo no sé decir, y aprendo aún más. Pues eso, Fernando, Gabriel: Gracias.

manuespada dijo...

Creo que no hay ningún texto de Gabriel que no me guste, incluidos estos dos microrrelatos. Espero ansioso su libro. Un abrazo.

Rosana Alonso dijo...

Los que me preceden en los comentarios han superado cualquier frase que pueda decir, y me parece estupendo claro y estoy de acuerdo con lo dicho. Pero ahora, cualquier cosa que diga va a parecer una estupidez, o un hablar por hablar, así que solo diré que mi favorito es Los niños soñados, por la sutileza, por el estar hablando de algo pero hacernos mirar a otro lado como hace Anne, por mostrar y no decir.
Un abrazo!
Gabriel es del tipo de escritor orfebre, a fuego lento la cocción de los microrrelatos.

Lola Sanabria dijo...

Si se pretende hablar de espinas clavadas bien profundo, nada como leer estos dos microrrelatos.

Abrazos agradecidos al anfitrión y al visitante.