miércoles, 2 de mayo de 2012

JULIA OTXOA

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Escalador
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El escalador asciende sin cuerdas por la pared de roca, está solo, ayudado únicamente por sus manos que arañan cada mínimo punto de apoyo para seguir hacia lo alto. El escalador es joven pero al cabo de una hora de duro esfuerzo la fatiga comienza a presentarse en una debilidad creciente en  sus brazos, en los cada vez más frecuentes calambres de sus piernas que  le ponen al borde de una caída que podría ser mortal desde esa altura y él lo sabe, pero sigue ascendiendo, aunque sus manos se equivoquen y se sujeten a puntos de apoyo que no lo son y las piedras soltándose de pronto le recuerden que está en el límite de  sus fuerzas y que no fue  buena idea la de venir sin cuerdas. Mira hacia lo alto, le quedan escasos metros para llegar a la cumbre, allí en el borde del despeñadero, asomados, esperando que caiga como antes lo hicieron otros  escaladores, expectantes le observan una veintena de buitres, en sus fijas miradas, la ansiedad, la  espera del festín.
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El escalador sabe que no hay esperanza, el próximo intento puede  ser el de  la caída, siente que  las fuerzas le han abandonado y ahora ni siquiera tiene ánimos para seguir, tan sólo de permanecer así sujeto en la pared vertical, agarrado a la roca hasta que los músculos aguanten. Bajar es imposible, ascender también. Entonces se acuerda de lo que tantas veces su padre le contó sobre  la guerra en aquel lugar, de como en 1936, falangistas y requetés arrojaban desde lo alto de ese mismo despeñadero, conocido popularmente en Urbasa como el Balcón de Pilatos,  a todos aquellos denunciados por “rojos”. Sí, él ha visto mientras ascendía los huesos de todas aquellas pobres personas desperdigados por todas partes, mezclados con las piedras de las torrenteras, enredados entre las ramas de los árboles que surgen de la pared rocosa, cráneos, tibias, manos..., huellas blancas como actas notariales de  un tiempo atroz.
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Pronto sus huesos se mezclarán con todos ellos –piensa el escalador– tan sólo un instante antes de despertar convertido en buitre esperando ansioso  junto con sus compañeros que ese diminuto escalador que tiembla junto a  la pared caiga al fin de una santa vez.  
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* Julia Otxoa es poeta y narradora. Su próxima recopilación de relatos, titulada Escena de familia con fantasma, aparecerá en la editorial Menoscuarto. 
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9 comentarios:

Pedro Herrero dijo...

Relato físico y vertical en todos los sentidos, con un personaje que va de más a menos, mientras el lector va de menos a más. Distancia mínima del narrador con lo que ocurre, tiempo presente, inmediato a más no poder. Ansiedad contagiada desde la primera frase, y argumento que se desliza desde el reto hasta el recuerdo, con un final que supone algo más que coronar la cima.

Gran autora, Julia Otxoa. Gozosa espera, la de su nuevo libro.

Propílogo dijo...

Espeluznante relato, tan cercano para quien haya estado alguna vez ahí colgado (a mí no me pasó en Urbasa, pero sí en Arrako). Increíble detalle el de las actas notariales.
Y más increíble, si cabe, el final, en el que se entrevé la conciencia del buitre, humana, o viceversa.
Saludos
Gabriel

Jesus Esnaola dijo...

Excelente microrrelato de callejones sin salida, de pesar, de claudicación. Y me gusta mucho la cadencia del primer párrafo que con un ritmo lento nos acerca a esa sensación de escalada lenta, detenenida.

Un placer encontrar a mi paisana Julia en "La nave..." e impaciente por leer su nuevo libro.

Abrazos para los dos.

Beatriz Salas Escarpa dijo...

Me ha gustado muchísimo. Me quedo cerquita.
Un abrazo admirado.

Araceli Esteves dijo...

Qué bien narrada y transmitida esa sensación de ansiedad del protagonista. Lo vemos, sentimos ese vértigo, y casi descansamos cuando nos sabemos por fin buitre.

Unknown dijo...

Muchísimas gracias a todos por vuestras palabras, celebro haber contagiado la tensión del relato que crece y retrotae también al pasado, saludos a todos,Julia

hugo dijo...

Hola Fernando:

mientras leía -y releía, por supuesto!- el micro de Julia no he dejado de pensar que hay en él, algo, quizá un eco, de don Horacio Quiroga no sólo porque la metamorfosis final me remita dos cuentos breves -y muy recomdables- como son "Las Moscas" y "Las Rayas" -los dos en "El más allá" (Losada)-, sino, sobre todo, por la derrota y la soledad que configuran a este personaje; una derrota planteada en ese "Bajar es imposible, ascender también" y que, inmediatamente, aparecerá en el texto, como contraste, la derrota histórica, la derrota que supone la miseria humana de una guerra incivil como la del 36: el osario como memoria y, para el escalador, también como futuro inmediato.

hay otro aspecto que me parece interesante apuntar y es el tema del desgarro -que no es nuevo en Julia, porque recuerdo haberlo comentado el año pasado a propósito de tres micros que se publicaron en LaNave-; el personaje colgado, soportado sólo por la fuerza menguante de sus brazos: no caerá accidentalmente, sino que será testigo de su propia agonía -y ahí vuelvo a encontrar el eco de Quiroga-. Y, claro, el personaje colgado de esa cuerda sintáctica que es la tremenda segunda frase -cuya construcción no está al alcance de cualquiera- y que te deja casi sin aliento.

La mutación final me parece todo un acierto como resolución, el escalador es también el ojo del buitre; (aunque no creo que la intención de Julia vaya por ahí, no sería del todo ilegítima una lectura que observara la correspondecia "escalador -trepa- buitre", sobre todo en estos tiempos aciagos que hoy tocan para vivir)

Julia, ha sido una gran alegría verte hoy en la cubierta de LaNave con este micrazo y espero leerte pronto, ya, en papel.

Fernando, gracias por haber traído, una vez más, a una agran escritora como es Julia.

salut,
hugo

Unknown dijo...

Muchas gracias Hugo, por tu texto que es una auténtica reseña, inteligente y profunda de mi cuento.Con referencia a los dos cuentos a los que te refieres de HOracio Quiroga, no los he leído, pero soy de la opinión que de algún modo nuestro inconsciente individual participa de ese otro inconsciente colectivo, imaginario colectivo, y en eseviaje de vasos comunicantes se pueden dar a veces elementos comunes que reflejan todos los matices simbólicos de la condición humana trasladados a la literatura.Por otro lado si bien cabría la interpretación de que esos buitres simbolizan a todos aquellos cuya avaricia y derroche nos ha traído hasta esta negra crisis, no lo pensé de ese modo a la hora de escribir mi cuento, pero sucede que una vez escrito, el cuento se abre a las mil interpretaciones que cada lector pueda hacer, y de ese modo mareavillosamente un cuento se convierte en muchos otros diversos.

Para terminar comentar que el cuento es también mi pequeña colaboración a esa necesaria memoria de un tiempo de barbarie no resuleto todavía en España.Aunque también sucede que este texto como casi todos mis relatos me vino como una torrenentera y hay en él algunos elementos que escaparon a mi control racional pero que mi incosnciente dictó y ahí están, el enigma de la inspiración es así, y su final me gustó, sorpendente como la vida.
Gracias de nuevo Hugo por tu generoso texto qu tanto dice de las claves de mi cuento,saludos
Julia

Akaki dijo...

Impactante, y como en pocas líneas, en la mitad del relato, transformar lo contado en algo diferente.

un saludo.