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Sin apenas darnos cuenta, a los amigos que pasan por Berlín los solemos llevar a cenar a un restaurante chino de la Kantstr., 30, el Good Friends. El menú, si nos conceden tiempo para encargarlo, siempre es el mismo: Peking Ente, esto es, pato de Pekín. Se compone de cuatro platos: la piel tostada que se come con verduras y frutas (pepino y piña) envueltos en una oblea, como si de un rollito se tratara; el pato propiamente dicho, cortado en tiras, con una guarnición de verduras variadas, también cortada en delgadas tiras; una sopa de verduritas, con trozos de pato; y de postre, unos buñuelos de plátano regados en miel. Todo ello puede acompañarse con una cerveza de trigo. Por fortuna, ni el plátano ni la cerveza llevan pato... El amplio restaurante, de atmósfera algo cargada, suele estar lleno, con numerosos clientes chinos (orientales, al menos) y alemanes. No es un lugar al que lleguen los turistas. El rito suele completarse con la conversación y una vez acabado el plato y la charla, nos retiramos a dormir..
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Sin apenas darnos cuenta, a los amigos que pasan por Berlín los solemos llevar a cenar a un restaurante chino de la Kantstr., 30, el Good Friends. El menú, si nos conceden tiempo para encargarlo, siempre es el mismo: Peking Ente, esto es, pato de Pekín. Se compone de cuatro platos: la piel tostada que se come con verduras y frutas (pepino y piña) envueltos en una oblea, como si de un rollito se tratara; el pato propiamente dicho, cortado en tiras, con una guarnición de verduras variadas, también cortada en delgadas tiras; una sopa de verduritas, con trozos de pato; y de postre, unos buñuelos de plátano regados en miel. Todo ello puede acompañarse con una cerveza de trigo. Por fortuna, ni el plátano ni la cerveza llevan pato... El amplio restaurante, de atmósfera algo cargada, suele estar lleno, con numerosos clientes chinos (orientales, al menos) y alemanes. No es un lugar al que lleguen los turistas. El rito suele completarse con la conversación y una vez acabado el plato y la charla, nos retiramos a dormir..
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Ayer, con el editor Miguel Ángel Arcas y sus amigos, le añadimos un capítulo más. Nos fuimos al cercano club Quasimodo donde añoche tocaba en directo The Michael Landau Group. Landau es un guitarrista formidable que se mueve entre el Blues, el Rock, y el Jazz, pura fusión. En su currículum dice que ha tocado con Miles Davis, Rod Stewart, Diana Ross, Chaka Khan y James Taylor. Y aunque el Quasimodo estaba lleno, nosotros conseguimos una esquina en la barra y desde allí, con un vista razonable del escenario, disfrutamos con las maravillas que Landau sacaba de su guitarra.
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La noche no acabó ahí. Como había que bajar el pato y quitarnos de la cabeza las telarañas que deja la música, dimos un largo paseo por la Ku´damm, hasta Nollendorf Platz. Como los amigos granadinos no tenían demasiadas ganas de acostarse, mal aconsejados por Arcas, que pretendía meterle fuego a la noche berlinesa, nos adentramos en el barrio gay, con el fin de rendirle homenaje a El Dorado, el cabaret donde solía recalar Marlene Dietrich vestida de hombre. Hubo fotos, risas, y a la puerta de los taxis, las despedidas de rigor. Hoy tenían que seguir recorriendo la ciudad, Kreuzberg, y ser turista resulta siempre agotador.
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8 comentarios:
El menú de "Peking Ente" suena delicioso. Toma nota del lugar para mi próximo viaje a Berlín (que espero sea pronto).
Me gusta mucho cuando escribes tú, tus crónicas, tus impresiones, y qué envidia de noche berlinesa.
Si es que con un granaíno bohemio como Miguel Ángel, Berlín peligra...
En cuanto a la interesante combinación que has propuesto de melomanías y gastronomías, es curioso, porque uno de mis mayores placeres aúna también jazz y comida: cuando puedo traerme a Madrid buen jamón de Trevélez, lo suelo degustar con pedacitos de pan chapata, una Mahou y el piano informe de Thelonious Monk como banda sonora. El resultado es escandaloso. ¿Sería posible una combinación tan placentera con música clásica, digamos con un Debussy o un Chopin? No sé yo...
Bonita manera de pasar por Berlín, los ingredientes son muy de mi gusto, un placer la lectura del texto. Un abrazo
Primitivo
El amigo Fernando también nos llevó al Good Friends la última vez que estuve por Berlín pero no tuvimos la suerte de probar ese pato. Aún así, la carne que comimos era excelente.
Me repatea que el señor editor haya tenido suerte, con los otros dos figuras con los que iba, buenos amigos también.
Envidia de no haber estado.
Abrazos,
Ginés
Ginés, tú, en cambio, ibas mejor acompañado que ellos, con dos señoritas de bandera... ¡Ya hubieran querido ellos!
Pero, la noche del pato, se te recordó con cariño, claro.
Eso lo tenía claro. Yo he dicho que son buenos amigos, no que son guapos. Para guapas las tres chicas con las que compartimos mesa aquella noche.
Abrazos,
Ginés
Para oir jazz te recomiendo Bei Ernst en Wedding, en Sprengelstraße 15. Es el mejor...
Un saludo!
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