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Me acaba de llegar la noticia de la muerte de Ricardo Doménech (Murcia, 1938- Madrid, 2010). Le prometimos la edición de una antología de sus relatos en la editorial Menoscuarto, aunque todavía no hemos podido cumplir nuestro propósito, y ello a pesar de que Rebeca Martín nos había entregado ya su trabajo, impecable, bajo el título de Madrid, años oscuros (Cuentos, 1960-1989).
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Ahora recuerdo a Ricardo, sobre todo, como crítico literario de las revistas Ínsula y Triunfo, dos de las mejores y más influyentes del momento, y como estudioso del teatro español, ocupándose de Valle-Inclán, Lorca (La casa de Bernarda Alba y el teatro de Lorca, Cátedra, 1985; y García Lorca y la tragedia española, Fundamentos, 2008), Miguel Mihura, pero también de El teatro de Buero Vallejo. Una meditación española (Gredos, 1973) y el Teatro del exilio: obras en un acto (Fundamentos, 2006). Cuando se jubiló como profesor de la Real Escuela Superior de Arte Dramático (Resad) de Madrid, de la que fue director y donde era muy querido, le dedicamos una entrada. Entonces, el poco complaciente Ignacio García May escribió: "es una de las pocas personas del teatro español ante las que yo me cuadro sin dudarlo. Ricardo no es actor ni director ni dramaturgo, así que no suele aparecer en los medios. Tampoco está en la wikipedia, que es de donde se saca hoy la información. Y como no le gusta hacerse fotos, porque debe pensar, como los indios, que al hacerlo le pueden robar un trocito de alma, parecería que no existiera. Pero habría que preguntarse entonces por qué la mención de su nombre despierta de inmediato una sonrisa y un gesto de cariño entre los muchísimos profesionales que alguna vez le han tenido como profesor: todos recuerdan su entusiasmo al hablar de lo sobrenatural en Valle-Inclán o del teatro del exilio, entre otros muchos temas que le son queridos, o sus notas, escritas con esa letra minúscula y hermética que utiliza. En un país donde es costumbre regalarles a los altos cargos las titulaciones que nunca fueron capaces de estudiar para que luego no se avergüencen ante la prensa, Ricardo fue de los que se empeñaron en luchar por la dignificación académica de las enseñanzas superiores de arte dramático, cosa que durante años se consideró absurda y hoy es realidad gracias a gente como él. Por si fuera poco, este hombre es uno de los máximos especialistas internacionales en la obra de Buero, Valle y Lorca, los Tres Grandes".
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Pero Ricardo Doménech ha sido también un importante escritor de relatos, presente en muchas de las mejores antologías dedicadas al género. Entre sus libros narrativos destacan La rebelión humana (1968), que le publicó Ignacio Aldecoa en su colección de Narraciones en la editorial Taurus; Tiempos (La isla de los ratones, 1980) y La pirámide de Khéops (Magisterio Español, 1980), que lleva un esclarecedor prólogo de Santos Sanz Villanueva.
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En los últimos años, siempre que viajaba a Madrid solía quedar con él, obligándome a cumplir el mismo rito. Iba a recogerlo a su casa, cogíamos un taxi, le costaba andar, y nos dirigíamos a una arrocería cercana, donde lo recibían con alborozo, y siempre le reservaban la misma mesa, pues debía de ser cliente habitual de la casa. Una vez acomodados, mientras dábamos cuenta de un excelente arroz conversábamos, sobre todo, de teatro. Después repetíamos el trayecto a la inversa y seguíamos charlando un buen rato en su casa. Oírlo hablar resultaba siempre un privilegio, por lo mucho que sabía, lo ponderado de sus juicios y la libertad con que los expresaba.Sigo en deuda con él y no me quedaré tranquilo hasta que no vea la luz la antología de sus cuentos que tan bien escogió y prologó Rebeca Martín, recopilación que él llego a ver y aprobar y de la que se sentía muy orgulloso.
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* En la foto, tomada en Santander, en la casa del novelista y editor Manuel Arce, el 25 de septiembre de 1983, quien le publicó Tiempos. Aparecen en la fila de arriba, de izqda. a dcha., Ricardo Doménech, Víctor García de la Concha, Ricardo Gullón y Manuel Arce; y en la fila de abajo, Julio Neira y Darío Villanueva.
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4 comentarios:
Una gran pérdida para la literatura en general, para el cuento en particular.
Un abrazo, Fernando.
Conocía su trabajo de crítica teatral, y en especial los trabajos sobre Valle, Lorca y Buero, pero desconocía su faceta de cuentista. Habrá que prestarle atención. Un saludo.
Espero con interés esa antología de sus cuentos.
Un saludo.
Acabo de leer la entrada y me he puesTo triste. Como muy bien escribes, he sonreído al leer su nomBre. Fue mi profesor y una de las mejores personas que conocí en RESAD.
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