Entrevista de Peio Hernández Riaño (PHR) a Fernando Aramburu (FA).
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- PHR: ¿Cómo conoció la obra de Félix Francisco Casanova?
- FA: En 1978 impulsé en mi ciudad natal la fundación de un llamado Grupo CLOC de Arte y Desarte. A pesar de mis esfuerzos por dotar a la iniciativa de un soporte teórico, nunca tuve claro si éramos dadaístas, surrealistas o simplemente rebeldes. La única máxima segura era que no debíamos ser convencionales. Así que nos pusimos de acuerdo en someter a juicio toda la literatura anterior a nosotros y buscar en ella nuestros propios antecedentes, modelos, ídolos. Francisco Javier Irazoki, con olfato poético infalible, llamó a los demás la atención sobre la obra de aquel chaval canario que había muerto a los 19 años en circunstancias un tanto inexplicadas. Lo adoptamos. Hicimos de él un miembro póstumo de CLOC. Desde San Sebastián establecí contacto epistolar con su padre, Félix Casanova de Ayala, de quien recibí un ejemplar de El don de Vorace. El libro pasó por docenas de manos y así está el pobre en una balda de mi biblioteca, recompuesto con amor, cola de encuadernar y cinta adhesiva.
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- PHR: ¿Cómo definiría El don de Vorace?
- FA: Se trata de una narración escrita en trance, en racha, con calor creativo, a toda velocidad y en parte dictada por el autor a su padre, ya que tenía prisa por concluirla antes del vencimiento del plazo de un concurso literario. Su coherencia peculiar no es debida a un plan previo. Creo, sí, que aguanta la definición de novela. Contiene personajes, una dirección argumental y un simulacro de desenlace. Pero también creo que obstinarse en clasificar esta obra dentro de un género determinado no ayuda a entenderla del todo.
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- PHR: ¿Qué es lo que más le llamó la atención de este libro?
- FA: Varias cosas. La primera tiene que ver con todas las tentativas literarias de Casanova. Me refiero a la especial personalidad que rezuman sus textos. No es sólo que escriba bien, que tenga ideas originales y tal. Es que es único y, sobre todo, inalcanzable. Cristalino e inalcanzable. Siempre hay como un más allá de lo que has entendido. Relees y todavía encuentras más, y eso que él acostumbraba trabajar con un número reducido de componentes textuales. No es prolijo, no es solemne y no es explicable dentro de nuestra tradición literaria. Practica, además, un humor sazonado de crueldad al que profeso mucha afición.
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- PHR: ¿El genio es una cuestión de edad?
- FA: El genio es cuestión de personalidad y ocurrencias. Conviene, eso sí, dominar la técnica para que no constituya un obstáculo de lo anterior. Hay, es verdad, un punto de inocencia y de valentía en el genio que a partir de cierta edad, cuando imperan el escepticismo, la rutina laboral y los achaques, ya es muy difícil que se dé.
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- PHR: ¿Y pegarle fuego a la novela, también es una cuestión de edad?
- FA: Por supuesto. Es ley natural que los nuevos derriben las estatuas de los viejos para instalar las suyas.
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- FA: Por supuesto. Es ley natural que los nuevos derriben las estatuas de los viejos para instalar las suyas.
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- PHR: ¿Podríamos mencionar a Rimbaud al hablar de Casanova y que no se nos cayera la cara de vergüenza?
- FA: Yo he establecido dicho símil en público y, sin embargo, no siento temor a mirarme en el espejo. No se trata de dictaminar cuál de ellos es mejor o peor, sino de señalar una serie de coincidencias que acaso sirvan para aclarar aspectos tanto de la obra del uno como de la del otro. Por ejemplo, la circunstancia de que ambos escribieran textos sumamente valiosos a edad temprana. Por ejemplo, que los dos se saltaran el proceso habitual de iniciarse en la literatura mediante la imitación y, por ejemplo, que introdujeran en sus mundos particulares ocurrencias luminosas, imágenes enigmáticas, episodios oníricos y lo demoníaco. El hecho de que Casanova no sea tan conocido ni estudiado en España como Rimbaud en Francia no es un problema de Casanova.
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- PHR: ¿Es capaz la primera obra de definir la trayectoria de un autor?
- FA: En el caso de un autor prolífico, lo habitual es que la primera obra deje con el tiempo de determinar sus temas y su estilo. Esta norma no es aplicable a Casanova puesto que lo primero que escribió fue prácticamente también lo último.
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- PHR: ¿Cómo se escribe un libro como El don de Vorace, en qué estado físico y anímico?
- FA: Por desgracia, la única persona que podría responder con exactitud a esta pregunta falleció en enero de 1976. Todo lo que puedo decir al respecto es que, durante la lectura de la novela, uno percibe alegría creativa, entusiasmo propenso a las bromas literarias, sin duda exaltación, cierto gusto por la crueldad humorística; en definitiva, la inventiva desenfada de un muchacho que jugaba con fuego y, lo que todavía me asombra más, que parecía estar en todo momento mirándole a los ojos a la muerte.
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......* Esta es la versión íntegra de la conversación que mantuvieron Peio Hernández Riaño, jefe de cultura del diario Público, y el escritor Fernando Aramburu, autor del prólogo de la novela, que acaba de reeditar Demipage, y que sólo se recogió parcialmente en el periódico. Félix Francisco Casanova (1956-1976) obtuvo con El don de Vorace el Premio Pérez Armas en 1974. Fue editada por primera vez en Canarias, en 1975, y a los pocos meses salió en la editorial que el poeta Manuel Padorno y su mujer, Josefina Betancor, canarios afincados en Madrid, crearon: Taller de Ediciones JB. Más tarde, en 1990, Hiperión publicó las poesías casi completas, con el título de La memoria olvidada. Ahora Demipage, dirigida por David Villanueva, prepara la publicación escalonada de las obras completas del escritor canario.
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* La ilustración es de Mikel Casal.
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7 comentarios:
Es una buena oportunidad para leer la novela. Conocía su poesía y tenía algunos datos sobre el autor, que aproveché en su momento para escribir un cuento al que llamé "Recuerdos del pelo largo" y que aparece en Mucha suerte. Voy a contar una pequeña anécdota sobre cómo conseguí el libro de Hiperión La memoria olvidada. Fue en una librería de segunda mano que yano existe en Málaga. Lo encontré en un estante, le eché un vistazo y lo devolví para seguir husmeando. Enseguida entró por la puerta el poeta Jesús Aguado, al que yo conocía de vista, pero no él a mí. Rápidamente localizó el libro, lo que me jodió bastante, porque ya lo daba por perdido. Pero hizo la misma operación que yo: lo volvió a dejar en su sitio. Aproveché para trincarlo y mientras pagaba todavía me dio tiempo a ver su cara de decepción por haber perdido la oportunidad de llevárselo él.
Un saludo
La entrevista es muy convincente. Parece que hay que leer "El don de Vorace"
Antonio, déjame que lo explique un poco mejor. Antonio Báez, en su muy recomendable libro de cuentos titulado `Mucha suerte´ (Editorial Narradores, Bilbao, 2008) recoge un relato titulado "Recuerdos del pelo largo", en el que el narrador protagonista, trasunto de Félix Francisco Casanova, rememora los últimos momentos de su vida, su fascinación por la música, por las turistas, el ambiente de su casa familiar, el momento de su muerte, desechando la idea del suicidio, y su amor por Dulce, la novia que lo dejó.
Antonio, esa anécdota que relatas, en la que dos lectores se estudian y observan en una librería, hasta ver quién se queda con la pieza, y cómo el interés de uno despierta el del otro, da para un cuento.
Hay otra obra, casi clandestina, la novela corta La casa del mar (Madrid, Colectivo La Troje, 1981; ISBN: 84-300-4490-6), de la que es autor el también grancanario y casi coetáneo de F. F. Casanova, Ervigio Díaz Marrero (Las Palmas, 1957). En ella el autor de El don de Vorace, bajo el nombre de Alberto, así como la propia obra (allí llamada «El don de Alero»), aparecen como personajes (en concreto, en el capítulo decimoquinto y último). Me parece que es un interesante testimonio contemporáneo del eco que "el caso Casanova" suscitó en su inmediato entorno. Y aun más allá: en el Colegio San Juan Evangelista de Madrid (el célebre Johnny, recientemente "salvado" de un cierre anunciado, y famoso sobre todo por su Club de Música), el escritor canario gozaba de cierto aprecio entre un grupo de colegiales que, hacia 1976-1977, y vía Ervigio, que durante escasos meses fue también colegial, leíamos con admiración, además de la citada novela, la entrega poética Una maleta llena de hojas, publicada por el Taller de Ediciones Josefina Betancor (1977).
La comparición con Rimbaud que hace Aramburu está, por decirlo así, en la "naturaleza de las cosas", por más que haya, a mi entender, aspectos matizables. Planeo dedicar al asunto una entrada de mi blog y, si es posible, transcribiré los párrafos más interesantes que Díaz Marrero (autor, ente otras obras, de una novela más ambiciosa, El diablo en casa) dedica a su paisano.
La oportuna recuperación de Demipage, como hiciera en su momento la edición de Hiperión, es una prueba de que la buena literatura sobrevive a todos los olvidos. Síntoma, en el fondo, tan gratificante. Un saludo.
Gracias, Alfredo. Desconocía todo eso que nos cuentas. Saludos.
Puntualizando. Félix Francisco Casanova no es "grancanario", como por error suponía a la hora de escribir mi anterior comentario; nació en al isla de La Palma, concretamente en su capital Santa Cruz. Téngase en cuenta.
Según anunciaba hace unos días, he colgado en mi blog, La posada del Sol de Medianoche, algunas páginas de la novela La casa del mar, por si alguien tiene curiosidad.
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