Desde el principio siempre estuvo buscando a Julia Uceda. ¿Quién era? ¿Qué buscaba? ¿Por qué escribía? ¿Cuáles han sido sus espacios propios? ¿En qué consistiría su libertad o aquello a lo que así llamaba? ¿Tenía, tiene, libertad, esa cosa tan elusiva? Siempre se hizo estas preguntas sin solución posible. Ahora lo reconoce. Entonces, en Sevilla (posguerra, colegio de monjas, universidad, familia conservadora -¿de qué?-) era una gata presa en una jaula. Es inquieta, decían. Lo que somos o no podemos ser nos pone en movimiento aunque no reconozcamos qué nos mueve, ni identifiquemos su mecanismo. Andaba ella en una cuerda temblorosa. Tuvo que cruzar mucho mar para ponerse en el camino de unas cuantas verdades. Suponiendo que las llegara a conocer. Partía de un anti-cualquiercosa sin fragancia que la llevaba a ningún sitio. Investigó lugares donde estuvo por si aquellos espacios guardaran huellas de su sombra: por ejemplo un puente sobre un río y entre el agua y el puente voces extrañas de lugares a los que quiso ir y fue; por ejemplo Tyffany sin diamantes, cuando muy joven y algo frívola y, antes o después, el Prater con noria pero sin Anton Karas, la carretera de los castaños de indias, una bolsita de demerara sugar llegada de algún lugar de las Islas Mauricio; Shöbrum, y el Panteón y... y... y... Otro puente, en París, la lleva a con frecuencia al 72 de la Rue de Seine, Librería Española desde la que Antonio Soriano vitaliza la aburrida cultura de su tierra. Ella, entonces, lo ignora aunque sabe que es el primer exiliado que conoce. Por eso lo visita. Un hilo de dignidad la une a todos ellos, y en los lugares donde estuvo se sigue preguntando quién era Julia Uceda. Dura de llorar, lloró por la balada de un soldado, película de malos según las normas soportadas, porque le parecían campesinos de Jaén o de Córdoba. Luego, en 1968, eso sí lo sabía, vio a dos hombres, uno negro, otro blanco, caer muertos de balas. Los vio porque ella estaba allí. En aquella otra tierra. Pensar... se dejaba llevar por algo parecido al pensamiento, a los barcos de niebla, a los juegos de sueños; a su curiosidad por esos tiempos sin reloj, al espíritu misterioso de las palabras. Su pensamiento se recogía en el no pensar. Sólo puede barajar los recortes de quien pudo ser, de quien fue, de quien era. Ve a una niña con un globo en la mano. Está en brazos de alguien pero suelta el hilo que sostiene su globo sin sospechar lo que va a ocurrir. Sí. El globo sube y desaparece. Descifrada la escena, todo es más fácil. Casi a punto de desvelar lo que indagaba, pronuncia un desconcertante juramento, acepta un compromiso: defender con todas sus fuerzas la última Bretaña, el reino de Merlín donde confluyen los grandes mitos del Atlántico; la tierra en que todos los tiempos se funden en un eterno presente y donde las barcas de piedra siguen navegando en el mar. Esto, al menos, ha valido la pena.
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* Julia Uceda es poeta, narradora y ensayista. Ha ganado el Premio de la Crítica (Zona desconocida) y el Premio Nacional de Poesía (En el viento, hacia el mar (1959-2002), ambos libros publicados por la Fundación José Manuel Lara. Su último libro, de cuentos, se titula Luz sobre un friso (Menoscuarto, 2008). Acaba de aparecer en Visor la ed. de las Poesías completas, de José Hierro, que ha hecho junto con Miguel García-Posada. Su nuevo libro de poemas, que editará Pre-textos en este mismo año, se titula Hablando con un haya. El autorretrato es de Paula Modersohn-Becker. La foto de la escritora es de Su Alonso & Inés Marful. ....... Su Alonso & Inés Marful
9 comentarios:
Magnífico autoretrato de una magnífica autora.
Hermoso autorretrato de una desconocida que divaga.
Un abrazo
"Lo que somos o no podemos ser nos pone en movimiento".
Aguda.
Preciosas palabras. Me da la impresión de que pasean por encima de la personalidad de la autora.
Dan ganas de adentrarse en su mundo.
Saludos
Qué curiosos los acontecimientos que uno elige (o lo eligen a uno, lo marcan)para "contarse" una vida, la propia vida, para "hacerse" un relato con sentido que nos explique y, a ser posible, hasta nos redima. No creo que los estudiosos del cerebro, por no hablar de los psicólogos y psicoanalistas, puedan explicar por qué seleccionamos unas estampas y no otras, unos u otros sucesos de entre tantos como nos ocurrieron. Impresiona el conjunto del autorretrato y también ese "hilo de dignidad" del que habla Uceda, ese que uno reconoce y traba entre las personas, justo el mismo que hace creer en el ser humano.
Dona Julia é excepcional!
Quería decir (creo que antes lo apuntaba en gallego, la costumbre, perdón...)que Doña Julia es excepcional.
Pero no me aparece el comentario!!!
Algo debo estar haciendo mal, disculpen la impericia.
Esa búsqueda, esa actitud de búsqueda que queda tan bien reflejada en el texto es la literatura.
Muy buen autorretrato.
Un abrazo, Javier.
P.S. Fernando, sin querer, o a lo mejor queriendo, vete a saber, los numerosos autorretratos que vas acogiendo en tu nave, todos ellos de gran calidad humana y literaria, algunos soberbios, formarían un hermoso libro. Adelante.
Javier, espero que todos esos autorretratos, en el futuro, con el permiso de los autores, den para un libro curioso.
Gracias a todos por vuestros comentarios.
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