El boxeo según George Bellows y más...

Combate de Jack Dempsey contra Firpo, 1924

De joven, de muy joven, durante los años que viví en Almería, antes de llegar a la Universidad, fui muy aficionado al boxeo. Seguí aquellos grandes combates que daban en la televisión, de Cassius Clay a Sombrita, José Legrá o Pedro Carrasco, y en directo acudía de vez en cuando a los que se programaban en Almería, en la Plaza de Toros o en el Campo del Gas, tanto de aficionados como de profesionales, de José Bisbal al campeón de Europa, Juan Francisco Rodríguez. E incluso entre mis amigos cercanos había dos boxeadores, Elías y Kini, el primero era peso pesado y el segundo peso ligero. Con este último, además de participar en el rodaje de varias películas, llegué a ir a entrenar, a correr por los montes cercanos a la ciudad.

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Creo que hace más de treinta años que no veo un combate de boxeo, pero siempre me han interesado las estampas de boxeo, los carteles que anunciaban los combates, las vidas de los boxeadores, -como dice hoy en su blog Antón Castro- al fin y a la postre, casi siempre vidas de perdedores que soñaban con hacerse ricos con un golpe de fortuna, a los puntos era más complicado y trabajoso, y la literatura que han generado (las crónicas de Manuel Alcántara, el cuento de Ignacio Aldecoa, "Young Sánchez", recogido en El corazón y otros frutos amargos, o su libro Neutral corner, de 1962, el cuento de Cortázar en Final de juego, por sólo recordar unos pocos ejemplos), más que el cine, cuyo tratamiento del tema me resulta más monótono y previsible, aunque no ignoro que ha dado grandes películas. Tampoco niego, sin embargo, que la mitología de esas existencias, con sus entrenamientos en el gimnasio, los managers y entrenadores, las rubias oxigenadas y los combates amañados, los triunfos apoteósicos y las veloces y definitivas caídas, procedan en buena parte del cine.
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